Mi nombre es Isabel del Castillo y, a la edad de dieciocho años, mi vida experimentó un cambio radical. Me vi obligada a contraer matrimonio con Alejandro Williams , un hombre enigmático y de gran poder, lo que me llevó a quedar atrapada en una relación desprovista de amor, llena de secretos y sombras. Alejandro, quien quedó paralítico debido a un accidente automovilístico, es reconocido por su frialdad y su aguda inteligencia. Sin embargo, tras esa fachada aparentemente impenetrable, descubrí a un hombre que lucha con sus propios demonios.
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Te ayudaré
༺ Narra : Frederick ༻
Al entrar en mi habitación, cerré la puerta con fuerza, sintiendo cómo la frustración y el enojo me invadían. Tomé mi teléfono móvil, que se encontraba sobre la cama, y marqué el número de Giselle. El tono de llamada resonó repetidamente, pero ella no atendió.
—¡Eres tan idiota! ¿Por qué no contesta? —rugí enojado, mientras volvía a marcar el número. Pero fue inútil. La llamada nuevamente se redirigió al buzón de voz.
En un arranque de rabia, lancé mi teléfono contra la pared con toda mi fuerza. El aparato se hizo añicos, desmoronándose en fragmentos esparcidos por el suelo, pero eso no hizo más que intensificar mi ira.
—¿Cómo es posible que Alejandro se vaya a casar con Isabel? —grité, sintiendo cómo la rabia comenzaba a arder intensamente en mi pecho—. ¡Siempre se interpone en mis planes!
Comencé a caminar de un lado a otro por la habitación, intentando encontrar la manera de calmarme, pero cada pensamiento que cruzaba por mi mente solo parecía avivar aún más mi enojo.
—¡Ese maldito Alejandro! —exclamé, apretando el puño y golpeando la pared con fuerza—. Siempre tiene que ser el perfecto, el intocable.
Me dejé caer en la cama, respirando con dificultad. La imagen de Isabel rechazándome y defendiendo a Alejandro me ardía por dentro.
—Ninguna mujer me había abofeteado, y mucho menos rechazado —murmuré, sintiendo la amargura en cada palabra.
Me dejé caer en la cama, respirando con dificultad. La imagen de Isabel rechazándome y defendiendo a Alejandro me ardía por dentro.
—Ninguna mujer me había abofeteado, y mucho menos rechazado —murmuré, sintiendo la amargura en cada palabra.
Al día siguiente, me encontré con Giselle en un rincón discreto de una habitación de hotel, lejos de la curiosidad de las miradas ajenas. Ella llegó tarde, como era su costumbre, y se acercó a mí con una expresión de desinterés evidente en su rostro.
—¿Por qué no me informaste sobre el compromiso de tu hermana con Alejandro? —le pregunté, dejando entrever mi enojo sin intentar ocultarlo.
Giselle se encogió levemente de hombros, mientras fijaba su mirada en sus uñas perfectamente manicuras.
—Supuse que ya estabas al tanto. No creas que me alegró recibir esa noticia.
Hice un esfuerzo por relajarme, apretando los puños para tratar de controlar la rabia que comenzaba a burbujear dentro de mí.
—Cada vez que tengo la ilusión de que las cosas comienzan a mejorar en mi vida, parece que, de alguna manera, todo se alinea a su favor. ¿Cómo puede ser esto posible?
Giselle alzó la mirada, finalmente enfocándose en mí, mostrando que empezaba a escuchar lo que tenía que decir.
—¿Y qué es lo que esperabas? —exclamó ella con un tono de incredulidad que resonó en el aire, como si le estuvieran picando las palabras en la lengua.
Me incliné hacia adelante, sintiendo cómo la rabia crecía en mi interior, mis ojos ardían con furia mientras la miraba fijamente.
—Necesitas ayudarme, Giselle. Ha habido un cambio de planes —dije con determinación, tratando de que mi voz sonara más convincente.
Ella frunció el ceño, su expresión claramente cargada de desagrado, como si cada palabra que pronunciaba le causara un mal sabor en la boca.
—¿Por qué debería ayudarte? —replicó, cruzando los brazos y manteniendo su mirada fija en mí.— Te recuerdo que yo estuve con tu hermano. Te involucraste conmigo y, en el momento que obtuviste lo que deseabas, me desechaste como si no significara nada para ti. ¿Acaso piensas que soy idiota?
El desafío en sus ojos era claro, y su rencor palpitaba en la atmósfera, haciendo que las palabras se sintieran aún más pesadas entre nosotros.
La agarré con firmeza del brazo y la forcé a ponerse de pie.
—No nos hagamos los desentendidos. Aún deseas volver con él. Anhelas tener todo aquello que tu hermana posee, ¿verdad?
Giselle hizo un esfuerzo por soltarse, pero yo la mantuve prisionera con mi agarre.
—Además, ahora que lo pienso, si tú estuvieses casada con él en lugar de tu hermana, eso me traería muchas ventajas. Podríamos apoyarnos mutuamente en nuestras vidas.
Ella me miró con desprecio.
—¿Y cómo sugieres que logre eso? Ambos están resueltos a contraer matrimonio. No será sencillo separarlos.
Una sonrisa helada y meticulosamente calculada apareció en mi rostro.
—Nada es imposible, Giselle. Solo debemos identificar sus puntos vulnerables.
Giselle finalmente liberó su brazo y comenzó a frotarse la zona donde la había sostenido con firmeza.
—¿Y qué propuesta tienes? —inquirió, aunque su tono dejaba entrever su falta de convencimiento.
—Primero, debemos sembrar dudas en la mente de Isabel. Necesitamos hacerle creer que Alejandro no es tan ideal como ella lo percibe. Y tú, Giselle, eres fundamental para lograrlo.
Giselle me miró con una expresión de escepticismo, como si dudara de mis intenciones.
—¿Y cómo se supone que voy a lograr eso?
Me acerqué un poco más a ella, bajando la voz en un susurro.
—Tienes la posibilidad de acceder a ella. Puedes crear circunstancias que den la impresión de que Alejandro está interesado en otra persona. O incluso, sería aún mejor, en ti.
Giselle soltó un suspiro, evidenciando su incomodidad con la propuesta.
—No será una tarea sencilla. Mi hermana puede ser ingenua, pero no es tonta. Y en cuanto a Alejandro... él no desea verme en absoluto.
Me reí, aunque no había nada de humor en mi risa.
—La confianza es algo delicado, Giselle. Solo hace falta una pequeña fisura para que todo lo que hemos construido se venga abajo.
Giselle se quedó en un profundo silencio, reflexionando sobre lo que le había dicho.
—Está bien —respondió finalmente, después de un momento—. Haré el esfuerzo. Pero si esto no resulta como esperamos, no quiero que me eches la culpa.
Asentí, sintiéndome complacido con su respuesta.
—No te preocupes por eso. Si todo va bien, ambos podremos conseguir lo que deseamos.
Giselle había tomado la decisión de separarse, y en aquel instante, se mostraba decidida y preparada para marcharse.
—Espero que realmente estés consciente de lo que estás haciendo, Frederick —le dijo, con una mezcla de incertidumbre y preocupación en su voz.
—Confía en mí, Giselle. Esto es solo el comienzo de algo mucho más grande —respondí, tratando de infundirle confianza.
La observé alejarse, sintiendo cómo una sonrisa de satisfacción se dibujaba en mi rostro. Era consciente de que el camino que se perfilaba ante mí sería complicado y lleno de obstáculos, pero estaba completamente dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para desbaratar los planes de Alejandro y alcanzar mis propios objetivos. Tenía la determinación de no permitir que nada ni nadie se interpusiera en mi camino.