Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:15
Adrián no pudo esperar más. La mezcla de rabia, traición y frustración que llevaba acumulada dentro de sí alcanzó un punto crítico. Sabía que Héctor tenía mucho que explicar, pero ahora, con la verdad sobre Gabriel, el dolor era insoportable. No le importaba la hora; necesitaba enfrentarlo.
Con los documentos que Ignacio le había entregado en la mano, salió disparado hacia el edificio donde vivía Héctor. Cuando llegó, golpeó la puerta con fuerza, ignorando cualquier formalidad.
Héctor abrió, sorprendido al ver a Adrián en la entrada.
—Adrián… —comenzó, pero fue interrumpido de inmediato.
—¡Cállate! —gritó Adrián, empujando la puerta para entrar sin esperar invitación—. ¿Sabes cuánto me costó contenerme después de lo que hiciste? ¡Pero ahora sé todo, Héctor!
Héctor frunció el ceño, claramente confundido.
—¿De qué estás hablando?
Adrián lanzó los documentos sobre la mesa, sus manos temblando de furia.
—De esto. De cómo no solo Clara, sino también Gabriel estaban involucrados en arruinarme la vida. Y de cómo tú no solo lo permitiste, ¡sino que lo iniciaste!
Héctor recogió los papeles, leyéndolos con atención. Su rostro pasó del desconcierto a la culpa en cuestión de segundos.
—Adrián, yo… no sabía que Gabriel estaba metido en esto.
—¿De verdad esperas que te crea? —espetó Adrián, alzando la voz—. ¡Tú empezaste todo esto! ¡Tú manipulaste a Clara, tú orquestaste mi salida de la agencia! ¿Qué más da si Gabriel se unió después? Todo esto comenzó por tu maldito egoísmo.
Héctor dejó los documentos sobre la mesa y levantó las manos en señal de rendición.
—Tienes razón. No hay excusa para lo que hice. Pero te juro que jamás pensé que Gabriel…
Adrián lo interrumpió con una risa amarga.
—¡Siempre tienes una excusa, Héctor! “Lo hice por tu bien.” “No quería que te lastimaras.” ¿Y ahora qué? ¿Vas a culpar a Gabriel de todo para librarte de tu culpa?
Héctor apretó los puños, claramente afectado por las palabras de Adrián.
—¡Yo nunca quise que terminaras despedido! ¿Es tan difícil de entender?
—¡Lo que es difícil de entender es cómo alguien que dice que me ama pudo destruirme de esta manera! —gritó Adrián, su voz quebrándose al final.
Héctor dio un paso hacia él, pero Adrián retrocedió, alzando una mano para detenerlo.
—No. No me toques. No quiero tus disculpas, ni tus justificaciones. Solo quiero saber una cosa, Héctor: ¿alguna vez pensaste en cómo me sentiría yo en todo esto?
Héctor bajó la mirada, incapaz de responder. El silencio fue más ensordecedor que cualquier grito.
Adrián sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, pero se negó a dejarlas caer. Respiró hondo, tratando de recuperar la compostura.
—Eres un cobarde, Héctor. Usaste el amor como excusa para controlarme. Pero el amor no debería sentirse como una prisión.
Héctor levantó la mirada, su rostro lleno de dolor.
—Te amo, Adrián. Lo siento más de lo que puedo expresar, pero te amo.
Adrián soltó una risa cargada de amargura.
—Eso no basta, Héctor. Nunca será suficiente.
Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió del departamento, cerrando la puerta con fuerza detrás de él. Caminó sin rumbo por las calles de la ciudad, dejando que el frío de la noche lo envolviera. Su mente era un caos, pero una cosa estaba clara: no podía seguir cargando con el peso de Héctor en su vida.
Cuando llegó a su apartamento, encontró un mensaje en su teléfono. Era de Gabriel.
"Necesitamos hablar. No todo es lo que parece."
Adrián apretó el teléfono con fuerza. Estaba cansado de los secretos, de las medias verdades, de las traiciones. Pero sabía que tenía que enfrentarse a Gabriel, aunque solo fuera para cerrar otro capítulo doloroso en su vida.
Se sentó en el borde de su cama, mirando el mensaje una y otra vez. Finalmente, escribió una respuesta breve.
"Mañana. Dime dónde."
Mientras apagaba la luz, Adrián supo que el drama estaba lejos de terminar. Pero esta vez, estaba decidido a no ser una víctima más.