Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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Tomar una decisión.
—¿Qué fue lo que ocurrió? —le grito, sin poder contenerme.
—Tu hermana estaba rara… distante. Tu padre y yo salimos, y ella se suponía que estaría probándose el vestido, pero nos dijeron que nunca llegó. —Mi madre intenta hablar, pero el llanto le corta la voz—. La estuvimos buscando… y la encontraron en un lote baldío. Ella… ella se colgó de un árbol y nos llamaron para que fuéramos a reconocer su cuerpo.
No sé en qué momento mi mente dejó de escuchar. Solo siento una punzada helada atravesarme.
El celular de mi padre suena.
—Muy buenas noches, ya vamos llegando a casa. Sí, nosotros nos encargamos. —corta la llamada.
—Eran los Montenegro —dice.
Me pongo de pie de golpe.
—¿Por qué no les dijiste lo de Carina?
Ellos se miran. Es más que un silencio. Es un secreto.
—Los Montenegro nos prestaron dinero —confiesa mi padre—. Todo lo que tenemos es gracias a ellos.
—Así que la boda era de conveniencia… —susurro.
—Sí —asiente—. Pero Carina se enamoró de verdad de Sebastián. Ella lo quería.
—¿Y él?… ¿Él la quería?
—No —responde seco—. Pero…
No quiero escuchar más. Les doy la espalda. Me da asco este lugar. Mis padres. Todo.
—Era demasiado bueno pensar que ustedes no intervendrían en sus planes —escupo con amargura.
—Ella quería esto —dice él—. Estaba feliz.
Y sí… mis recuerdos lo confirman. Carina hablaba de todo lo que hacía ella. Nunca de lo que él hacía por ella.
—Los acompañaré a dar la noticia a los Montenegro —digo al fin—. Pero por ahora necesito estar sola.
Subo a nuestra habitación.
Apenas cierro la puerta, me derrumbo. Me dejo caer en el suelo, apoyando la espalda contra la madera.
Y ahí… entonces… las lágrimas salen sin permiso.
Los recuerdos vienen uno tras otro: sus bromas, sus risas, la forma en que me abrazaba… y la primera vez que nos separamos cuando yo me fui. Lloró horas pidiéndome que no me fuera.
Hace un mes nos mudamos aquí. Según mi padre el “negocio estaba mejorando”.
Mentirosos.
Tocan la puerta. Me levanto y me siento en la cama. Entra mi padre.
—Hola, mi muñeca hermosa —dice como si nada.
Lo miro sin emoción.
—¿Qué quieren? —pregunto con frialdad—. Porque solo aparecen así cuando necesitan algo.
—Nadie sabe sobre la muerte de tu hermana —dice—. Y no le diremos nada a los Montenegro.
—¿Por qué?
Me mira con calma… como si lo que dirá fuera lógico.
—Queremos que ocupes el lugar de tu hermana.
Lo miro horrorizada.
—¿Qué? —susurro—. No. ¿Qué les pasa?
—Soy amigo del abuelo de Sebastián Montenegro. Hicimos un trato. Solo será por un año de matrimonio. Y la deuda quedará saldada.
—No. Eso no ocurrirá. Mañana me iré de este lugar con las cenizas de Carina.
—Se te quitará el apoyo.
Me quedo helada, pero firme.
—Veré cómo arreglármela.
—Si nosotros no pagamos, quedas fuera de la escuela. Te sacan. No podrás trabajar para pagar ni un semestre. —se sienta frente a mí—. Camila, no quiero pelear. Solo te pido un año. Solo uno. Y después serás libre. Te daré tu herencia en vida. Firmaré lo que necesites.
Se levanta y sale.
Apenas cierra la puerta, le pongo seguro.
Abro los cajones buscando algo… cualquier cosa… y sonrío al tocar un cuaderno escondido bajo la ropa.
Lo reconozco sin pensarlo.
El cuaderno donde guardaba sus “tesoros”.
Lo saco.
Y entonces lo veo.
**Su diario**