Catalina una joven hija de un ex convicto, creció sin madre con una crianza llena de armas y entrenada por su padre desde niña, decidió no seguir sus paso cuando su padre fue arrestado, arreglándose sola a los 18 años,terminó sus estudios alistandose al ejército.
Pero su vida dio un giro al morir en combate, reencarnando en la protagonista Eludy Volcania de su libro que nunca le gustó, donde la Emperatriz era sumisa a su esposo, quien siempre se mostró el " Gran hombre y esposo" terminando ella con un final colgada frente a todos para ser decapitada.
- Maldita sea, soy la Idiota de la Emperatriz ¿ Porque ella? - Maldecía mientras gritaba al cielo
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Escarbando a las ratas
Después de pasar un buen rato pensando en toda la historia, no me di cuenta de que el doctor ya se había retirado. Quedé sola en la habitación con la joven, que sonreía aliviada.
—Mi señora, descanse. Le traeré su cena más tarde —dijo, saliendo junto a Camil.
No dudé en levantarme apenas cerraron la puerta. Necesitaba saber en qué parte de la historia estaba y qué tendría que hacer ahora.
(Debo evitar morirme…), pensé, llevando los dedos a la barbilla.
(No puedo casarme con ese idiota, y esas dos arpías no volverán a tocarme.)
Me miré al espejo. El cuerpo estaba lleno de moretones. Una oleada de rabia me invadió.
(Un cuerpo tan lindo y tan marcado…). Suspiré.
(Tendremos que empezar a entrenar. No dejaré que esta historia termine así), dije firme, con la esperanza de que el alma de la verdadera Eludy pudiera oírme.
—Viviremos, Eludy Volcania. No dejaré que te quiten lo que es tuyo —susurré, sonriendo con una mezcla de impotencia y determinación que hasta daba miedo.
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Eludy estaba tendida en la cama, como una estrella de mar, cuando Clara entró.
—Majestad… —dijo despacio, tocando su espalda al verla dormida profundamente. Sonrió y dejó la charola—. Se la dejo aquí por si se levanta con hambre —susurró.
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El sol cálido se coló por la ventana. Un golpe la despertó, haciéndola caer de la cama.
—¿Qué? ¿Eh? ¡¡Nos atacan!! —exclamó asustada.
—¿Majestad? ¿Se encuentra bien? Escuché un golpe —preguntó Clara desde el otro lado de la puerta.
—Sí, sí —respondió mientras se estiraba con un enorme bostezo—. Pasa.
—¡¡Majestad!! ¿Qué hace en el suelo? —dejó la charola en la mesita y corrió a ayudarla a levantarse.
—¿Ah? El suelo se sentía solo, así que lo abracé —dije burlona.
Clara la miró sin entender el sarcasmo y le tocó la frente.
—¿Se siente bien? ¿Llamo al doctor?
—Era un chiste. Qué aburrida eres —rió, sentándose en la cama mientras se estiraba como una perezosa.
(Qué delicia… hace mucho que no dormía tan bien), pensó con una sonrisa cálida.
—¿Seguirá acostada? —Clara se cruzó de brazos—. Tiene que levantarse, su padre llegará pronto.
—¿Mi padre vendrá? —preguntó mientras Clara comenzaba a vestirla.
—Sí. Fue avisado de su caída y vino lo más rápido posible. El Duque la ama mucho —dijo sonriendo—. Y no solo él… El Príncipe le mandó flores y una carta. Debe estar muy preocupado; después de todo fue él quien la trajo.
(Tch… flores y una carta. Qué pobre imaginación.)
Rodé los ojos.
—Clara, por el golpe no recuerdo bien el rostro del príncipe… ¿Fue el Primer Príncipe? —pregunté mientras fingía dolor.
—Ya veo… Sí. Y qué bueno que estaba allí. —Suspiró—. No quiero ni imaginar si no hubiera llegado.
Terminó de vestirla.
—Listo.
(Hmm… esto es nuevo. En la novela no aparece ninguna interacción con el Primer Príncipe. Eso quiere decir que aún no fue el debut… o quizá esta parte me dormí.)
—Veo que estás reluciente, hermanita —una voz burlona se escuchó desde la puerta.
Eludy giró la cabeza y la observó fijamente antes de dedicarle una sonrisa ladina.
—Vive con eso —respondió seca.
Astrid se quedó con la boca abierta, llena de rabia. Clara quedó asombrada; nunca antes había oído a Eludy contestarle así a su hermana.
—¿Necesitás algo? —preguntó Eludy sin un solo titubeo.
—¿El golpe te afectó que estás de contestona? —la desafió
—¿Interesada? ¿Querés uno también para que te calles? —no apartó la mirada. Su voz fue filosa y firme.
Astrid se sobresaltó, tragándose las palabras. Se dio media vuelta y salió de la habitación sin poder responder. Clara soltó una risita al verla derrotada.
—Majestad… ¡tiene que enseñarme eso! —dijo riendo mientras ambas salían hacia el gran salón.
o se porque pero pareciera que le pagarán por colocar esa frase que incómodo ya se me hace ha mi en lo personal