Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 02. Práctica de besos.
—Mamá, iré por las tardes, después de la escuela, a la casa de Emmett. Nos dejaron un proyecto en parejas y lo haremos en su casa —informó Ansel mientras ayudaba a su madre a colocar los platos y cubiertos de manera adecuada. Miró de reojo a la mujer que terminaba de preparar la cena, rogando internamente no ser descubierto en su mentira.
—De acuerdo, hijo.
Ansel a veces odiaba lo fácil que era para su madre creerle, pero en ese momento estaba agradecido. Emmett era hijo único y sus padres llegaban tarde a casa, así que sería mejor llevar a cabo la práctica de besos en su casa para evitar ser descubiertos por alguien.
El lunes por la tarde, los dos salieron del colegio y caminaron quince minutos hasta la casa de Emmett. Eran vecinos, vivían uno frente al otro, y sus padres habían sido mejores amigos desde hacía años. La relación entre ellos era muy buena, pero Ansel tenía miedo de que sus sentimientos se revelaran y arruinaran una amistad de tantos años.
Además, ¿cómo reaccionarían los padres de Emmett si se enteraran de lo que ellos dos estaban haciendo? Seguramente se sentirían decepcionados. Emmett era quien debería darles nietos y una nuera hermosa; él, en cambio, no estaba tan presionado y seguramente sus padres lo aceptarían. Después de todo, conocía a una tía lesbiana y toda la familia la apoyaba. Por otro lado, los abuelos de Emmett eran demasiado tradicionales, y las pocas veces que los había visto, siempre hablaban de los futuros bisnietos.
Al final, aunque Emmett pudiera llegar a aceptar sus sentimientos, su familia lo rechazaría, y Ansel no quería darle problemas con ellos.
—Ya llegamos —anunció Emmett, sacándolo de sus pensamientos. Ansel miró la casa, idéntica a la suya, pero sus piernas temblaron al saber a qué iba en ese momento.
Los dos entraron y, como todos los días, la casa estaba completamente silenciosa, excepto por el maullido de un gato persa. Nia salió caminando elegantemente y se pegó a las piernas de Ansel.
—Oh, hermosa, ¿cómo estás? —Ansel se agachó y la recogió en sus brazos. Nia era una gata muy cariñosa y siempre había disfrutado de su compañía.
—Gata malagradecida, yo soy quien te da de comer y te limpia el arenero, ¿por qué lo saludas a él primero? —bufó Emmett, fingiendo estar enojado. Ansel sonrió y negó con la cabeza.
—Vamos, Nia, saluda a tu padre también —Ansel acercó a la gata a Emmett, y ella le cabeceó la mano. Después, la dejó en el piso y la vio irse, con la misma elegancia con la que llegó.
—Tks, cada día más malcriada —Emmett se quitó la mochila y se la entregó a Ansel—. An, iré a ver su comida y arenero. Sube, y llevaré unos sándwiches y unos jugos.
—De acuerdo.
Ansel subió. Cada escalón que pisaba le hacía dudar y querer salir corriendo de ahí. Por otro lado, cumplir el deseo de besar a su amigo le impulsaba a subir cada escalón. Aunque para Emmett no fuese nada, él le daría toda la importancia que merecía.
Entró a la habitación, tan conocida y a la vez extraña. Dejó la mochila de Emmett sobre un sofá, y la suya también. Sacó los libros que iban a utilizar para hacer tarea primero y los dejó sobre el escritorio.
—¡Noooo! —el grito de Emmett lo hizo soltar el cuaderno de química que apenas estaba revisando—. Guarda todo, no quiero saber nada de eso.
Ansel rodó los ojos. Ambos iban en el mismo curso, sin embargo, mientras él disfrutaba de los números, Emmett los aborrecía.
—Tenemos que hacerlo.
Emmett negó con la cabeza y chasqueó la lengua. Terminó de entrar a la habitación y dejó los sándwiches y los jugos sobre el escritorio.
—Tengo una mejor idea —comentó con picardía, acercándose y levantando la barbilla de Ansel con su dedo índice—. ¿Qué tal si comenzamos a practicar?
—No —Ansel dio dos pasos atrás. La cercanía de Emmett lo ponía sumamente nervioso—. Primero hagamos los deberes, o no te ayudaré.
Emmett levantó una de sus cejas de manera interrogante, sin embargo, pronto se rindió ante la mirada seria de su amigo. Él lo conocía a la perfección y sabía que Ansel no iba a ceder, así que suspiró y buscó sus útiles.
Ansel, aunque al principio se encontraba nervioso, tan pronto como se sumergió en sus deberes, todo se le olvidó. Ayudó a Emmett a terminar su trabajo una vez que él terminó. Ansel amaba esos momentos en los que podía disfrutar de la compañía de su amigo sin restricciones, por ello, le preocupaba que Emmett pudiera darse cuenta de lo que sentía. Pero su amigo era un perfecto idiota; por supuesto que no iba a descubrirlo por su cuenta.
—¡Por fin! —exclamó Emmett levantando los brazos—. Esa bruja nos va a volver locos con tantos números y letras que se convierten en números.
—Oh, vamos, no es tan malo.
—Lo dices porque eres un sabelotodo. Pero para personas como yo, que apenas y podemos dividir, esto es el infierno.
Ansel no podía refutar eso; él era bueno en casi todo, pero aunque hacía ejercicio, odiaba los deportes. Y aunque preferiría no ir, asistía a los juegos de baloncesto, pero únicamente para apoyar a Emmett.
—Bueno, dejemos esto, es momento de practicar. —Ansel, que estaba guardando sus cosas, se puso nervioso al instante.
—De acuerdo —dejó la mochila a un lado y vio a su amigo acercarse, haciendo que el nerviosismo aumentara—. ¿Qué hago?
—Solamente sígueme el ritmo; intentaré hacerlo mejor.
—Bien, ¿dónde me siento?
—Ven —Emmett lo agarró de la mano y lo llevó hacia la cama. Antes era muy común que se tomaran de la mano, como cuando estaban aprendiendo a caminar, pero ahora, debido a la extraña relación en la que se encontraban como amigos que se besan, un simple roce ponía los pelos de Ansel de punta—. Soy más alto que tú, así que me sentaré en la cama y tú estarás en medio.
—Bien, bien.
—Pon tus manos sobre mi cuello, y yo las pondré en tu cintura. Supongo que ella hará lo mismo cuando nos besemos. —Ansel asintió, con un brillo de decepción en los ojos. Era claro que Emmett solo lo hacía para poder besar a la chica de sus sueños. Él era una herramienta que su amigo usaba para poder ser "el mejor besador" que ella hubiese conocido.
—Listo, ¿ahora qué? —Emmett lo acercó a él, y el nerviosismo volvió a invadir su cuerpo. Las manos de su amigo estaban afianzadas sobre su cintura, y podía sentir el calor de las manos ajenas traspasar la delgada tela de la camisa. Emmett lo estaba enloqueciendo.
—Comencemos.
Emmett se acercó a él, y Ansel bajó el rostro un poco. Sus manos se agarraron fuertemente detrás de la cabeza de su amigo, y sus dedos, por inercia, se enredaron en los sedosos cabellos negros.
El primer roce de labios fue tranquilo. Emmett solamente besó un poco estirando su labio y dejándolo, para tomarlos por completo unos segundos después.
El contacto era lento y llevaba un ritmo específico. Movían sus labios, ya no con la inocencia y torpeza de un primer beso. Ahora Emmett ya no lo devoraba con urgencia, y eso lo hacía temblar aún más. La delicadeza y calma con la que su amigo estaba actuando le hacía sentir las sensaciones con mayor intensidad. El calor de la boca ajena y la saliva mezclándose hacían que Ansel deseara poseerlo solo para él.
Pensar en que otra persona probaría esos labios lo llenaba de enojo, pero no podía expresarlo, y aunque lo dijera, Emmett seguramente lo tomaría como una broma o se alejaría de él. No quería perder siquiera su amistad y tomaría esa semana como la mayor bendición de su vida, como el sueño que siempre quiso realizar, aunque al despertar se encontrara con la cruda realidad.
—¡Ay! —se quejó al sentir una no tan leve mordida en su labio—. ¿Por qué me mordiste?
—No sé en qué piensas, pero sácalo de tu cabeza. Concentrate en mí solamente. Cuando nos besamos, no quiero que pienses en nadie ni en nada más. Piensa en mí, sólo en mí.
Luego de terminar de hablar, tomó los labios de Ansel de manera demandante. Ansel, por su parte, se permitió fundirse en el momento y en las palabras llenas de posesividad que su amigo había dicho. Él sabía que no debía tomarlas tan en serio, pero no pudo evitarlo. Tal como Emmett dijo, dejó de preocuparse y pensar de más, se dedicó a disfrutar las migajas que estaba recibiendo.
Emmett profundizó el beso metiendo su lengua en la boca de su amigo. Pequeños suspiros escapaban de sus labios cuando se separaban brevemente para tomar aire. La saliva mezclándose hacía un ruido erótico que resonaba en la habitación.
Emmett rodeó a Ansel con sus brazos y lo pegó más a su cuerpo. Comenzó a moverse hacia atrás, tratando de recostarse en la cama y haciendo que Ansel cambiara de posición. Ansel apoyó una de sus rodillas en el borde de la cama y la otra a un costado de la pierna izquierda de Emmett. Sus manos pasaron del cuello a los hombros de su amigo, y se dejó guiar hasta quedar sobre él, pegando su pecho al contrario.
—Es...pera —murmuró Ansel, despegando sus labios de Emmett—. ¿Acaso... no... respiras?
Emmett sonrió y le dio un beso corto—. Soy nadador, An, tengo más resistencia que las personas comunes.
—Pero yo no —Ansel se incorporó un poco y se dejó caer sobre la cama, tratando de controlar su respiración y el sonrojo en sus mejillas—. Así que déjame respirar un poco. —Emmett se rió y suspiró un poco.
—¿Qué tal estuvo? —Emmett giró su cuerpo y apoyó su cabeza en la mano, esperando la respuesta de Ansel.
—Bueno, aunque no me dejas tomar aire, creo que estuvo bien. Es más lento que la última vez. —A pesar de que los nervios lo mataban, pudo contestar sin tartamudear.
—De acuerdo, mejoraré eso.
Emmett se recostó con una sonrisa enorme en el rostro. Pronto cumpliría su sueño y dejaría una huella muy difícil de borrar en Sheira. Tal vez en el futuro podrían reencontrarse y comenzar algo más serio.
Por otro lado, la mirada de Ansel se entristeció al notar a su amigo con esa enorme sonrisa, pues sabía que no era él en quien pensaba.
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