Estar casada con el amor de tu vida suena como un sueño hecho realidad; incluso si sólo eres un reemplazo de su gran amor.
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Capítulo 11
...Evangeline....
Éste maldito aparte de traidor, es un cínico. ¿Cómo se atreve a traer a esa mujer aquí? ¿Acaso cada vez que vamos a discutir, él irá con ella?
El odio y la rabia en mí interior comenzaban a envenenarme lentamente, o quizás, era la champaña que estaba bebiendo.
Traté de actuar lo más profesional posible, pero mis pensamientos seguían regresando a Daven y Marizza.
No podía voltear porque tenía la seguridad de él estaba observándome.
—Así que... ¿Estás bien? –Preguntó mí jefe, él es una de pocas personas que conocen mí situación con Daven, pues se lo conté el día que supe que Daven estaba comprometido con Marizza–.
—Sí, seguro, no dejaré que su presencia me arruine la noche. –Intenté sonar convincente, pero era más fácil decirlo que hacerlo. Bebí un sorbo de mí bebida, mientras observaba a los futuros accionistas, mis ojos se posaron en uno en específico; Leonard Cooper–.
Era un hombre atractivo y también poseía una gran fortuna, claro que no lo veía como pareja potencial. Quiero decir, eso sería imposible, ¿Cierto?
Pero sí lo ví como futuro accionista, el dinero le sobraba y los ricos siempre quieren volverse más ricos. Así que, no hay razón para negarse.
Mientras pensaba en algún tipo de estrategia, Leonard Cooper hizo su primer movimiento, él se acercó a mí primero.
—No sabía que el director Velasco tenía una amante tan joven y encantadora. –Su voz estaba cargada de coquetería pero, ¿Cómo se atrevía a pensar en mí como una amante?–
—¿Disculpe? –Logré decir, mientras ocultaba mí irritación detrás de una falsa sonrisa–. –¿Qué está insinuando, señor Cooper? –Él sonrió con sorna, bebió un trago de su whisky y continuó–.
–No te pongas tímida, cariño, aquí hay muchos hombres con amantes, es como algún tipo de requisito que no logro entender del todo. Pero, debo admitir que eres muy hermosa y exótica, tu cabello blanco definitivamente llama la atención, y esos ojos color violetas son muy atrayentes. –Tuve que morderme la lengua para no insultarlo en frente de todos, mí sonrisa se volvía cada vez más incómoda y si seguía apretando la copa en mí mano, explotaría–.
—Dime, ¿Cuánto cobras? –Cuestionó, mientras caminaba a mí al rededor–.
Por dios, quería gritar, lo peor es que el señor Velasco estaba hablando con otros hombres, así que no podía venir a salvarme.
—¿Cuánto te paga el viejo Velasco, eh? Puedo darte el triple de lo que sea que él te dé, sólo dí un número.
Eso fue todo, iba a patearlo en las pelotas, hasta que la persona menos esperada llegó a mí rescate.
—Le sugiero que no hable así de mí esposa, Señor Cooper. –Conocía esa voz gélida y repleta de odio, era Daven, él rodeó mí cintura acercándome a su pecho, como si estuviera protegiendome de los comentarios desubicados de Leonard–.
Ambos notamos cómo la incredulidad llenó el rostro de Leonard, sin darle oportunidad de responder, Daven me guió hacia un balcón vacío.
La brisa fresca cubrió mí piel, haciéndome soltar un suspiro de satisfacción luego de que me tranquilicé.
—¿Qué demonios fue eso? –Solté de repente, mientras volteaba a verlo–. Ya no somos esposos. –Le recordé y él rodó los ojos con frustración–.
—¿Acabo de salvar tu trasero y es todo lo que me dirás? –Cuestionó, mientras me acorralaba contra la barandilla–.
—¿No tienes que ir a pasar tiempo con la actriz de cuarta a la que llamas tu prometida? –Dije con desdén y él soltó una burla–. –No hay nada que me interese hacer ahora más que hablar contigo. –Remarcó, acercándose a mí–.
—Escúchame, ¿Con quién dejaste a los niños? –Indagó, mientras se cruzaba de brazos frente a mí, sus ojos recorrían cada sector de mí cuerpo antes de posarse sobre los míos–.
—Están con una amiga y, te recuerdo, no es de tu incumbencia. –Declaré con notable molestía–.
—Te diré algo, Evangeline, por tu culpa ya me he perdido cinco años de la vida de mis hijos, y eso no volverá a suceder. No te atrevas a decir que cualquier cosa que los relacione no me incumbe, porque sí me incumbe, soy su padre.
—No estuviste con ellos.
—¿Y de quién es la culpa? –Escupió–. Sí, me equivoqué al tratarte como lo hice, pero tenía derecho de saber que estabas embarazada de mis hijos. Ellos son tan míos como tuyos. –Sentenció–.
—¡No me interesa lo que digas, no intentes hacerme sentir culpable por mí decisión de buscar una vida y un maldito hombre mejor que tú! –Manifesté con irritación y su expresión se llenó de irritación–.
—Sé que estás molesta y dolida por lo que te hice y por lo que sigo haciendo, pero no te atrevas a decir que encontrarás a otro hombre. ¡Eres mía! –Comunicó y me burlé–.
—Dejé de ser tuya el día que te atreviste a dudar de mí. Ese día, cuando besaste a Marizza en mí propia cara con tanta pasión, cuando me pediste el divorcio, cuando no quisiste escucharme... ¡¡¡ESE DÍA TODO MURIÓ ENTRE NOSOTROS!!! –Grité, y el dolor llenó su ser, como si no pudiera soportar el peso de sus acciones–.
—Nunca creí que caerías tan bajo como para creer en una mentira tan barata. –Dije, mientras mis ojos sostenían los suyos–. Vivimos juntos muchas cosas, Daven, te dí mil motivos en nuestro matrimonio para que al menos me dieras el beneficio de la duda, pero no. Tan sólo te bastó el regreso de tu ex para dudar de mí amor y lealtad hacia ti. Y, como si fuera poco, aún seguíamos casados cuándo volviste con ella. Eso sólo me confirma que siempre quisiste irte.
Sin decir nada más, regresé al salón, dejándolo solo en aquél balcón.