LA TENTACIÓN DE LA BESTIA.

Otro día había empezado, Silvia se levantó con pesadez de su cama, ya que, llegó tarde por asistir al baile, y además, apenas pudo dormir por andar pensando que en todo lo que paso. Jamás imaginó que se toparia con un pervertido en plena fiesta, pero lo que le enoja, es que había reaccionado a las insinuaciones de ese hombre.

—¿quien carajos es?— obviamente en la memoria de ese cuerpo, ese hombre no existe, porque nunca llego a Khalix.

Así que, la única forma de saber quien es, por medio de esas mujeres que llegan a su tienda, sin duda ella estarán encantadas de chismear sobre ese hombre.

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Los clientes empezaron a llegar, entre ellas, la mujer que le dio la invitación, quien se muestra feliz de ver nuevamente a la joven y esperando a que se haya divertido en la fiesta.

—lo fue, y pude ver que incluso las debutantes, estaban muy interesadas en dos caballeros...uno rubio, y el otro tenía unos ojos grises.— menciona como si fuera una platica casual.

—¡oh!, usted habla del príncipe heredero y el joven duque.— interviene otra mujer.

—deben de ser ellos. Los dos hombres mas codiciados del reino.— se une otra mujer a la platica.

—si yo tuviera veinte años menos, también iría por uno de ellos, no solo tienen estatus, tampoco son atractivos.— se emociona otra.

—así...el príncipe y el joven duque...— murmura Silvia.— aunque, el ojos grises de veía más imponente...

—el joven duque, claro que lo es, por algo comanda las cinco legiones de rey, pero, es esa actitud intimidante y su mirada feroz lo que atrae a la jóvenes.— menciona otra mujer.

—y a nosotras las ancianas.— interviene otra.

Las mujeres comienzan a reír por el último comentario, mientras que Silvia solo sonríe. Así qué, era un joven duque, y un soldado, eso explica ese porque tiene ese físico, aunque esa fuerza, no parecía normal.

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Durante la tarde, cuando ya casi no había gente, Silvia aprovecha para ir atrás y revisar los ingredientes que aun le quedan, aunque eso le recuerda lo que paso en el bosque la noche pasada, y tras recordar los ojos grises de aquella bestia, también recordó, esos mismos ojos en aquel chico de la fiesta y en escalofrío recorre su cuerpo.

Repentinamente siente un cosquilleo en la nuca y el choque de un aliento cálido que la hace estremecer.

—¿estas pensando en mí?— susurra una voz masculina y profunda en su oído.

Silvia se sobresalta y levanta la mano para golpear, pero, su muñeca es sujetada sintiendo también un agarra en su cintura que la aprieta contra el cuerpo ajeno. Silvia levanta la vista notando al mismo chico de la noche anterior.

—¿como carajos...?, ¿como te atreves a entrar?— se queja la chica.

—no estoy robando, así que esta bien.— sonríe con descaro.

–no robas, pero esto es acoso...pervertido.— le reclama mientras intenta liberar su mano.

Pero, Slavik no dice nada más, solo se inclina pasando la lengua en la piel expuesta del hombro de la pelirroja, causando que ella se erice ante esa sensación. Si bien le enoja que ese chico se tome esas libertades con ella, lo cierto, es que también era tentadora su presencia. Slavik, sin soltar la mano de la chica, aprovecha para lamer parte del antebrazo y subir hasta la muñeca. Silvia se sobresalta, pero, se mantiene quieta, cerrando los ojos ante esa sensación excitante que recorre su cuerpo, incluso se maldice así misma por dejarse llevar.

La manos de Slavik se desliza de la cintura de la cintura de Silvia, hasta su pecho, apretando suavemente su sen*, lo que hace que ella abra los ojos e intente apartarlo. Aunque, eso solo hizo que Slavik la tenga de frente y este la sube encima de la mesa quedando él entre las piernas de la pelirroja.

—¿que carajos...?, es suficiente...ni siquiera se quien eres...y tampoco sabes quien soy...— intenta liberarse. Jamás en su vida había tenido que verse en una situación como esa.

—Slavik Ronchembert, heredero del ducado Ronchembert, un placer, mi precioso clavel.—

–¿c-cla...qué?, escucha aparta tus garras de mi...— le pide.

Slavik solo mantiene su sonrisa y aprovechando la posición, desliza sus manos en la falda del vestido hasta subirlo lo suficiente para dejar al descubierto su pierna la cual sujeta hacía arriba dando una mordida en la pantorrilla.

—¿segura que es lo que quieres?, tu aroma me dice otra cosa?— susurra de forma coqueta.

—maldito descarado...—

Silvia aprovecha la posición para patearlo en el estómago y hacerle retroceder, aprovechando esto para bajarse de la mesa. La pelirroja ya estaba lista para lanzar un hechizo cuando escucha el sonido de la campana de la puerta, al parecer un cliente había llegado. Silvia chasquea la lengua y se acomoda la ropa.

—largo, sal por la puerta de atrás y no regreses.— le señala la puerta.

Hecho esto, Silvia se apresura a salir de ese pequeño cuarto, donde, dos jovencitas ya esperaban, y preguntan por algun perfume que pueda atraer la atención de un hombre.

—eso no existe, solo hago perfumes, no pociones de bruja, señorita.— responde Silvia.

—pero...un aroma que sea atractivo...— insiste.

—por favor, ayude a mi amiga, ella quiere conquistar al hombre del cual ha estado enamorada desde hace tiempo.— suplica la amiga.

—para eso no necesitas perfumes, ni pociones, solo acércatez has amistad con él y si esta interesado en ti, te corresponde, si no, no es para ti.— responde Silvia. Es molesto cuando no pueden entender algo tan fácil.

—pero...es que eso no me es posible...por más que lo intento me ignora.— responde un poco molesta.

—entonces no le gustas, cuando a un hombre le gustas, serás el centro de su atención, no puedes forzar a que te quiera.— le responde Silvia. Que jovencita tan insistente.

—por favor...pagar...

—mi lindo clavel, ¿que te toma tiempo?— Slavik se asoma por la puerta de aquel cuarto.

Silvia se sobresalta y voltea enojada al escuchar a aquel chico, por un momento, creyó que este ya se había ido. Las dos jovencita se quedan mirando impactadas por la presencia de Slavik, y la chica que insistía por el perfume, aprieta las manos en la falda de su vestido.

—j-joven duque...¿qu-que hace aquí...con...esta...?— pregunta con evidente molestia.

Silvia al notar la actitud de la chica, de inmediato supone quien es ese hombre que tan desesperadamente quiere conquistar.

—¿que no es obvio?, ustedes vinieron a interrumpir nuestra cita.— reclama Slavik.

—¿cual cita?, uste...

Silvia no puede seguir hablando porque Slavik la sujeta de la cintura y le da un beso en la mejilla.

—si no piensan comprar nada, pueden retirarse.— les pide Slavik.

—excelencia...usted no puede...con esta mujer...ella solo es una...una plebeya.— reclama.

—y obviamente solo busca escalar de estatus.— agrega la amiga.

—cuiden lo que dicen, no querrán ser ustedes las plebeyas...saben que puedo hacerlo realidad.— amenaza con una fría mirada.

Ambas chicas se encogen de hombros, y no les queda de otra que salirse. Mientras que Silvia, aprovechando el descuido lo aparta.

—Largo de aquí.— le grita con enojo.

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