Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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La bienvenida.
Abordamos el carro donde el chófer nos espera; sube las maletas y le doy las gracias.
Sebastián no tarda en ubicarse a mi lado.
El carro empieza su marcha y el celular del sujeto a mi lado suena.
—¿Qué ocurre?
Pregunta, y por lo cerca que estamos puedo escuchar la voz chillona de Dalila.
—Sebas, el abuelo se acaba de ir y dijo que si ya te habías ido a tu luna de miel. ¿No es cierto, verdad?
—Dalila, ¿para eso me hablas?
—Respóndeme, por favor.
—Solo lo dijo por decir. Voy a cerrar un trato, no quiero llamadas para preguntar estupideces.
—Lo siento.
Le dice y Sebastián termina la llamada.
El resto del camino vamos en silencio. Llegamos y noto la avioneta privada.
Soy la primera en subir, ubico un lugar y agradezco cuando Sebastián se sienta alejado.
Paso al baño y noto que está con su laptop en una mesita.
Me lavo la cara y cuando salgo me topo con él que está esperando afuera; me hago a un lado para que entre.
Regreso a mi lugar y no tarda en salir.
Recuesto mi asiento cerrando los ojos. Me quedo dormida.
Siento que alguien me mueve de los hombros; abro los ojos para ver a Sebastián frente a mí.
Lo miro mal y me acomodo en el lugar, pasando mis manos por mi cabello para acomodarlo.
—¿Ya llegamos?
Pregunto, y miro que aún no aterrizamos.
—No, pero por tus ronquidos creí que la avioneta se caía.
Me dice volviendo a la computadora donde sigue trabajando.
—Yo no ronco.
Le digo indignada por la acusación.
—No me digas, ¿te has grabado dormida y así es como lo sabes?
Me dice y entrecierro los ojos viéndolo mal.
—No me digas que nadie de tu familia te respondió y por eso me despertaste. Hay veces que me pregunto si tu familia es la más enfadosa del mundo.
—La tuya vendría siendo la más ambiciosa.
—Al menos mis padres no se casaron por un contrato matrimonial.
Le respondo y él solo niega. Continúa escribiendo y el hecho de que la avioneta pase por una turbulencia me hace sujetarme del asiento.
La avioneta hace una vibración y el imbécil de Sebastián habla.
—¿Ya te dormiste otra vez?
Me dice y encuentro un cojín a mi lado y se lo lanzo.
Nos dicen que nos pongamos los cinturones para aterrizar.
Cuando la avioneta aterriza busco mi bolso y siento cuando Sebastián se acerca dejando el cojín en su lugar.
—No muevas las cosas de lugar.
Me dice y me levanto tomando el cojín que meto a mi bolso. Él solo niega.
Soy la primera en bajar y una persona que ya había visto me ofrece su mano para que baje, y la agarro ya que Sebastián es capaz de empujarme para quedar viudo.
Cuando mi zapatilla toca el piso siento que el alma regresa a mi cuerpo.
—Tiempo sin verte.
Le dice a Sebastián, y ya sé quién es: Gabriel, el amigo de Sebastián.
—No digas estupideces, ayer nos vimos. Dame la reservación; quiero descansar.
Le dice y Gabriel le extiende las llaves.
—¿Ese cojín no es de la decoración de la avioneta?
Me dice Gabriel y niego. Un carro se detiene cerca y Sebastián me señala para que suba.
Él se ubica a mi lado y saco mi celular.
—“No sabía que te fuiste de viaje. Ya llegaron las cosas que pediste, trataré de decorar tu oficina.”
Me escribe Leo.
—Muchas gracias, Leo.
Mando un audio para que el hombre a mi lado le arda el orgullo y busque la manera de alejarse de mí.
No evita su mala cara y festejo para mis adentros. A cualquier hombre le da en el ego que su “esposa” quiera a otro hombre. Aunque no haya amor, es principio de macho alfa —o lo que sea que él se crea.
Bajo cuando el chófer abre la puerta de mi lado.
Y la sorpresa de lo que tengo enfrente me deja sorprendida.
Sebastián está rojo de coraje… y cómo no, si no sé a qué imbécil se le ocurrió poner un enorme letrero que dice:
“Bienvenidos recién casados. Disfruten la luna de miel.”