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La Protegida Del Don Greco

La Protegida Del Don Greco

Status: Terminada
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Mafia / Amor a primera vista / Diferencia de edad / Completas
Popularitas:38.2k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Rosana C. Lyra

Theo Greco es uno de los mafiosos más temidos de Canadá. Griego de nacimiento, frío como el acero de sus armas y con cuarenta años de una vida marcada por sangre y traiciones, nunca creyó que algo pudiera sacudir su alma endurecida. Hasta encontrar a una joven encadenada en el sótano de una fábrica abandonada.

Herida, asustada y sin voz, ella es la prueba viviente de una pesadilla. Pero en sus ojos, Greco ve algo que jamás pensó volver a encontrar: el recuerdo de que aún existe humanidad dentro de él.

Entre armas, secretos y enemigos, nace un vínculo improbable entre un hombre que juró no ser capaz de amar y una mujer que lo perdió todo, menos el valor de sobrevivir.

¿Podrá una rosa hecha pedazos florecer en los brazos del Don más temido de Toronto?

NovelToon tiene autorización de Rosana C. Lyra para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10 – La Rosa Despedazada

La mansión estaba sumida en un silencio casi ceremonial la noche siguiente. No era el silencio frío de pasillos vacíos, sino el de una casa en expectativa, como si hasta las paredes supieran que algo inusual iba a ocurrir. La cena del Don rara vez era un evento.

Para él, las comidas eran solo rituales de supervivencia: un plato servido, una copa de whisky al lado, informes discutidos por Nikos o algún aliado de confianza. Pero esa noche, había una orden expresa: preparar el salón principal, encender los candelabros antiguos, disponer la larga mesa con porcelana y plata que hacía meses no se usaban.

Theo había decidido cenar acompañado.

No con un aliado. No con un enemigo a punto de convertirse en cadáver. Sino con ella.

Entró primero. El traje oscuro resaltaba aún más su porte de rey condenado a gobernar entre sombras. Caminó despacio, cada paso medido. Se detuvo en la cabecera de la mesa, donde el plato ya lo esperaba, y se sirvió vino tinto. El líquido rojo descendió por la copa como sangre derramada, reflejando la llama trémula de las velas.

Theo bebió un sorbo, pero no probó el sabor. Su mirada estaba fija en la puerta, en el pasillo por donde ella entraría.

Y entró.

Dos guardias abrieron las altas puertas, y su figura apareció, vacilante. El vestido limpio caía sobre sus frágiles hombros, ocultando parte de las marcas que aún cicatrizaban. No era lujo, pero era digno, y en contraste con su palidez casi parecía demasiado delicado para estar en aquel palacio de acero y pólvora.

El cabello, aún desordenado, caía sobre su rostro, pero ni eso lograba ocultar el abatimiento. Caminaba como quien no quiere ser visto, pasos cortos, encogida, los ojos bajos. No parecía invitada a una cena. Parecía prisionera llevada a juicio.

Theo no se movió, pero su pecho se contrajo por dentro. Estaba acostumbrado a ver hombres de todas las edades caminar hacia él con miedo en los ojos: miedo de perder, de sangrar, de morir. Pero nunca había visto a una mujer andar como ella andaba, sin pedir nada, sin intentar agradar, sin suplicar. Solo resistiendo, en silencio, como si la vida fuera un peso que aún cargaba por pura terquedad.

—Siéntate. —dijo, la voz grave pero controlada.

Ella obedeció. No por sumisión, sino porque no veía razón para resistir. Se sentó en la silla a su lado, las manos sobre el regazo, inmóviles. El tenedor y el cuchillo frente a ella permanecieron intactos.

Theo observó cada gesto, cada respiración. Partió el pan en silencio, lo llevó a la boca y masticó despacio. El vino volvió a tocar sus labios. El tintinear de la plata contra la porcelana quebró el silencio.

—Debes comer. —susurró, sin elevar el tono.

Ella no se movió. Solo respiró hondo, como si la orden fuera viento que pasa sin tocar el cuerpo.

Theo apoyó los codos en la mesa, inclinándose ligeramente. Sus ojos, intensos como fuego, buscaron los de ella. Pero nada. Su rostro permanecía inclinado, fijo en un punto cualquiera del plato, sin valor o voluntad de enfrentarlo.

El Don no forzó. No era hombre de repetir órdenes dos veces. Llevó otro trozo de carne a la boca, saboreando lentamente, como si la paciencia fuera su verdadera arma.

—Dicen que compartir la mesa acerca a los enemigos. —dijo al fin, casi para sí mismo—. Imagina lo que puede hacer con extraños.

Ella no respondió.

La cena continuó así. Él comiendo despacio, ella inmóvil. El tiempo se arrastraba pesado, marcado solo por el sonido de los cubiertos y el crujir ocasional de la madera de la chimenea.

Y, aun así, Theo sentía algo. Cada minuto que pasaba, el silencio de ella no sonaba vacío, sino lleno de cosas no dichas. Y eso lo intrigaba.

Por fin, dejó el tenedor sobre el plato y limpió sus labios con la servilleta. La copa de vino reflejó sus ojos. La giró entre los dedos, pensativo, antes de hablar:

—¿Sabes cómo llaman los griegos a algo que es bello pero marcado por el dolor? —No esperaba respuesta. Continuó—. Lo llaman trághikos kállos. Belleza trágica.

Dejó la copa lentamente sobre la mesa, se inclinó un poco más hacia ella.

—Pero hay otro nombre… —su voz se volvió grave, casi íntima— To spasméno ródo.

Ella alzó los ojos por primera vez. Fue rápido, como si la valentía hubiera surgido solo por un segundo. Pero fue suficiente.

Sus ojos encontraron los de él, directos. No sumisos. No indiferentes. Pero llenos de miedo y rabia, sí, y también de algo escondido tras las grietas: vida.

Theo sintió el corazón acelerarse. Él, el Don, el hombre que durante años caminó imperturbable entre sangre y poder, tuvo el pecho comprimido por un instante como si hubiera recibido un disparo.

—Rosa despedazada. —tradujo, más bajo, sin apartar la mirada.

La expresión de ella no cambió de inmediato, pero ese segundo en que sostuvo los ojos levantados ardió más que cualquier enfrentamiento. Era como si le hubiera devuelto una respuesta muda, como si hubiera escuchado, comprendido, quizá hasta rechazado el título que él acababa de darle.

Theo se recostó lentamente en la silla, ocultando el impacto tras la máscara fría. Encendió un cigarro, aspiró profundo, soltó el humo hacia el techo alto del salón.

—No necesitas entender lo que digo. —completó, la voz firme—. Solo debes recordar que nadie te toca. Nadie.

Ella volvió a bajar la mirada, pero la imagen de ese instante, el breve cruce de miradas, quedó grabada en Theo como cicatriz.

La cena terminó sin más palabras.

Pero dentro del Don, algo había comenzado.

Theo no permitió que los guardias la retiraran de inmediato. Permaneció unos minutos en silencio, solo observándola. El tenedor aún inmóvil frente al plato intacto. Las manos aún juntas en el regazo, apretadas como si fueran cadenas invisibles.

Apagó el cigarro en el cenicero y se levantó. Caminó hacia ella despacio, el sonido de sus pasos resonando en el salón. Se detuvo junto a su silla.

—Levántate.

Ella dudó, pero se puso de pie. Theo ajustó el saco, observándola de cerca. Sus ojos no se atrevieron a subir otra vez.

—Algún día lo entenderás. —dijo bajo, más para sí que para ella.

Hizo una seña, y los guardias la acompañaron de vuelta a su habitación.

Cuando la puerta se cerró, el salón pareció demasiado vacío. La larga mesa, las velas aún encendidas, el vino a medio beber… todo le pareció ridículo. Theo soltó una risa breve, amarga. Se estaba convirtiendo en prisionero de lo que jamás había planeado.

Esa madrugada, en el despacho, Theo giraba el vaso de whisky, mirando el reflejo distorsionado en la superficie ámbar. Nikos entró en silencio, pero percibió la tensión en el aire.

—¿Cómo fue la cena? —preguntó, cauteloso.

Theo le lanzó una mirada lenta, luego volvió al vaso.

—Fue… silencio. Pero un silencio que grita.

Nikos frunció el ceño.

—¿Y usted?

Theo bebió el whisky de un trago, apoyó el vaso con fuerza.

—Yo lo escuché.

Nikos no dijo nada. Sabía que no servía de nada insistir. Solo encendió un cigarro y se quedó allí, en silencio, junto al Don que empezaba a librar una guerra contra algo mucho más peligroso que Vladimir… su propio corazón.

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Letty Santaella de Samaniego
hermosa novela
Tamara
Hermoso
Beatriz Mas
excelente historia!!
Chali Ortiz
muy linda historia me atrapó desde el principio,
me gustó como se fue desenvolviendo la protagonista
un pequeño detalle, cuando atraparon a Stefano no hubo concordancia, ya que al principio decías que estaba de rodillas amarrado a la silla y al final escribiste que estaba atado a una columna
te deseo muchos éxitos y gracias por compartir tu talento
👏👏👏👏👏👏👏👏💐💐💐💐💐💐
Maria Rojas
felicidades autora una excelente novela muy buena la trama los personajes y tuvo un gran final éxitos bendiciones
JZulay
una historia que me mantuvo en vilo .....viendo al hombre rudo e implacable que fue transformado por un amor que no esperó.

💯 recomendada 😉👌🏼
🇧🇷Rosana Lyra🇧🇷: Gracias mi querida, la historia de Nikos está completa en el perfil ❤️
total 1 replies
JZulay
😔🙏🏼🥺😍.... increíble Greco..... transformación total ☺️
JZulay
ohhh muchacha....te la pasarás en cama y criando 🤭😋
JZulay
🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️
JZulay
quién lo diría...el mafioso férreo....pero tan tierno ..🥰
JZulay
tú la creaste ...!!!!....ella se reconstruye ...😍❤️
JZulay
atrevido Morozov.....venir amedrentar en la puerta de su casa 😤.....
De lo que llevas ....traes.... 🤜🏼🤛🏼
JZulay
hermoso...🥰..ver un hombre que no se quiebra por nada, pero cuando el amor ❤️ toca a su puerta no tiene cómo resistirla 😍
JZulay
ya era hora.../CoolGuy/....todos estábamos languideciendo...!!!!!..../Hey//Smug//Proud//Tongue//Drool/
JZulay
mi reina.....qué haces nadando contra la corriente ...,🤔....sí no quieres ver sangre , entonces abandona ese lugar....pero ten por seguro, que tú serás la próxima con un tiro en la cabeza o peor ..../CoolGuy/
JZulay
Theo encontraste lo que no estabas buscando !!!??...,❤️💔
JZulay
mucha larga a ese silencio !!!!! 🤦🏼‍♀️
JZulay
qué osado Vladimir.....🤦🏼‍♀️.....sí ... definitivamente...
estás muerto !!??!!!
JZulay
esto es un duelo en el infierno ⚒️
JZulay
me tiene en suspenso /Blush/
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