Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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La serenata: otra oportunidad.
Finjo que no los he visto cuando voltean en mi dirección.
Karla sale de la tienda y los ve, haciendo que ellos se acerquen.
—Mía, sí había de tu talla —me dice Karla, con un traje de enfermera en la mano. No pasa desapercibido para ellos, que se nos quedan viendo.
Noto cómo la esposa de Mario me mira muy diferente a como me vio aquella vez afuera del club.
—Oye, ¿cómo te llamas? —le pregunta Karla.
—Lía —le responde, y mi amiga se ríe exagerando su risa.
—¿Es en serio que hasta el nombre casi igual?
Ella se sorprende con lo que dice mi amiga, y mira a Mario, que no me pierde de vista.
—¿Cómo te llamas? —me pregunta, pero mi amiga le responde antes de que yo diga algo. Ella se tapa la boca, queriendo llorar. Mira a Mario con enojo, toma de las manos a sus hijos y se aleja rápidamente.
Yo solo empiezo a caminar hacia la salida y mi amiga me sigue, riéndose.
—¿Sabes qué hizo ese desgraciado? Le puso a su hija tu nombre —me dice, y la miro para ver si está bromeando.
—¿Cómo sabes?
—Vi los nombres de sus hijos e hija cuando tú aún no regresabas. No te lo dije porque creí que quizás se te ablandaría el corazón de pollo que tienes.
No digo nada más mientras vamos al estacionamiento del centro comercial. Subo al carro. Ya está oscuro.
"¿Cuánto tiempo pasamos en la plaza?", me pregunto.
Ella deja sus cosas atrás, entrando también.
—No te enojes, pero sé que aún hay algo de amor por él. Lo entiendo, fue el amor de tu vida, fue el primero en todo. No me quiero imaginar que Miguel me hiciera lo mismo que te hizo ese desgraciado. Y así te lo digo: yo no lo soportaría.
—No pienses esas cosas —le digo, y ella me sonríe.
—¿Dime que no disfrutaste la cara de los dos?
—No, porque esos pequeños no tienen la culpa de nada.
—Pues yo sí.
Llegamos y ella pasa las compras de mi carro al suyo.
—Ya me voy, quiero mostrarle a Miguel toda la ropa que compré.
—Ok... Demasiada información, como ese traje de doctora —le digo, y ella se ríe.
—Es que está enfermito. Iré a verlo a su departamento. Ya les avisé a nuestros padres.
Asiento y la veo subir a su carro. Se aleja y yo regreso adentro, cerrando la puerta. Recuerdo a Mario, a su esposa... con hijos. La familia perfecta. Sonrío, pero esa sonrisa solo provoca que las lágrimas salgan de mis ojos. Me limpio, ya que ni cuenta me di cuando empezaron a salir.
Suspiro, regañándome. Pero me es imposible no sentirme así. No lo puedo evitar. Claro que me duele... sí lo logró.
Escucho música afuera. Abro la puerta y es Mario, el que está con una serenata. Solía hacerlo a menudo, cada vez que me enojaba con él.
Está con un ramo de flores y me quedo en shock.
—Lía sabe que estoy aquí, ya que se lo dije. Ella sabe que si tú me das una oportunidad, nos separaremos. No me importa lo que la gente diga. Ahora sé que mis padres te aceptarán. Los dos conseguimos lo que tanto soñamos. Por separado, pero así fue. Ahora solo depende de nosotros tener el resultado que tanto planeamos. No importa el proceso, sino que estemos juntos. Si estuviste con alguien más, no pasa nada. Empezaremos de cero.
Solo escucho lo que dice. Creo que es una broma. Una pésima broma de mal gusto.
—Hola, señorita Mía —me dice el que canta, ya que por lo que veo contrató a los mismos.
Vuelven a intentar cantar otra canción y les hago señas con la mano de que ya no.
—Contraté a los mismos. Ellos han sido testigos de nuestro amor.
—¡Otra oportunidad, otra oportunidad! —gritan, y el que sale caminando hacia Mario hace que griten más fuerte. Mis vecinas salen a ver y comienzan a hablar de lo que está pasando.
Llego donde Mario y él me sonríe.
—¿Y tus padres? —le digo, como si fuera a aceptar. Quiero ver hasta dónde llega su estupidez.
—Quiero que vayamos juntos a darles la noticia. Mía, quizás no hayas nacido en nuestro círculo, pero lograste entrar. Sé que ellos ahora sí te aceptarán. Trabajaremos para la empresa de mis padres. Juntos llegaremos lejos. Más que mi tío. Tú ya tienes un lugar entre los mejores arquitectos. Nunca me gustó verte así. ¿Estuviste llorando, verdad? —me dice, intentando tocar mi cara, pero doy un paso atrás.
—Mario, tú y tus padres, por mí, se pueden ir al demonio. Nunca regresaría contigo ni aunque mi vida dependiera de eso. Estás enfermo, mal de la cabeza. Y sí, lloré por ti. Porque desperdicié años de mi vida al lado de un patán como tú. Caí tan bajo contigo que me da vergüenza decir que fui tu novia. Te odio como no te lo imaginas. Solo imaginarte me provoca asco.
Me doy la vuelta, regresando. Los de la serenata miran a otro lado, sin saber qué hacer. Mis vecinas fingen que no están afuera por lo que está pasando. Mario me mira sin poder creer lo que estoy diciendo. Abro la puerta y me giro para verlo.
—Dile a tu madre que no me olvido de la promesa que le hice. Y que no se preocupe... estoy más que cerca.
Cierro la puerta y subo a mi cuarto. Escucho cómo se alejan, y eso me hace suspirar. Era lo que necesitaba para poder seguir.
Tenía que sacar esto que tenía atorado.
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