Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 10. Encuentro agradable.
El día de ingreso a la universidad finalmente había llegado. Ansel estaba de pie frente al espejo, acomodando su cabello con manos temblorosas y arreglando su ropa una vez más, a pesar de que ya estaba perfectamente en su lugar. Una mezcla de nervios y emoción lo invadía, como si mariposas revolotearan en su estómago, anunciando el comienzo de un nuevo capítulo en su vida. Respiró hondo, soltando una gran bocanada de aire que no parecía calmarlo del todo, y ajustó el cuello de su camisa, intentando ocultar una marca. A pesar de sus esfuerzos, la mordida roja que Emmett había dejado la noche anterior seguía visible, resaltando contra su piel como un recordatorio de su intensa y extraña relación.
“Esto es para que nadie se atreva a tocarte”.
Esas palabras resonaban en su mente una y otra vez, grabándose en su corazón con una mezcla de posesividad y deseo que lo perturbaba más de lo que quería admitir. El susurro de Emmett la noche anterior había sido suave, pero el impacto que había tenido en Ansel era todo menos ligero. No podía evitar que sus mejillas se tornaran de un rojo intenso, el calor subiendo rápidamente por su rostro mientras los recuerdos de esa noche lo envolvían. Se vio obligado a lavarse la cara una vez más, con la esperanza de calmar el rubor que lo invadía, aunque en el fondo sabía que no era solo el calor lo que lo afectaba, sino la tormenta de emociones que Emmett provocaba en él.
—¡Ansel, baja rápido o llegarás tarde! —La voz fuerte de su madre, llamándolo desde el piso inferior, lo sacó de sus pensamientos, haciendo que saltara ligeramente y sacudiera la cabeza, intentando despejarla.
Con un último vistazo al espejo y un suspiro de resignación, salió corriendo de su habitación. Bajó las escaleras de dos en dos, ansioso por evitar más preguntas o miradas curiosas. Al llegar al lobby, se encontró con Emmett, esperándolo con una calma que solo lo ponía más nervioso. Quiso sonreír y abrazarlo como si fueran una pareja, pero se contuvo, aunque la sensación de verlo ahí, como si fueran novios a punto de ir juntos a la universidad, le hizo sentir una calidez extraña en el pecho.
—Vamos, chicos. Los llevaré. —Benjamin, el padre de Ansel, se acercó con las llaves del auto en la mano, listo para salir. Tras despedirse de Olivia, su madre, Ansel y Emmett se subieron al coche, y pronto estuvieron en camino.
El trayecto hacia la universidad fue sorprendentemente tranquilo, lleno de conversaciones ligeras y algunas bromas que ayudaban a distraer a Ansel de la ansiedad que seguía latente en su estómago. Sin embargo, cada vez que miraba a Emmett de reojo, sentía que su corazón latía con más fuerza. Al llegar, bajaron del auto y se encontraron en la entrada del campus con Ronan y Alex, quienes ya los estaban esperando. Después de los saludos de rigor, los cuatro amigos caminaron juntos, tratando de disimular los nervios, aunque la expectación por lo que venía era palpable en el ambiente.
—An, nos vemos en el descanso —dijo Emmett, agarrando la mano de Ansel de forma repentina, lo que hizo que este sintiera un hormigueo recorrer su brazo.
El simple contacto hizo que el corazón de Ansel se acelerara, sus pensamientos dispersándose al sentir el calor de la mano de Emmett sobre la suya. Por un segundo, el mundo alrededor pareció desvanecerse, y todo lo que quedó fue la intensa conexión entre ellos. Se esforzó por no quedarse demasiado tiempo atrapado en esa sensación y respondió rápidamente.
—De acuerdo —dijo, liberándose casi de un tirón, como si escapar de esa cercanía física le permitiera volver a respirar. Ronan y él tenían clases en la misma dirección, así que se despidió con un último vistazo hacia Emmett, y siguió caminando con su amigo.
Ronan caminaba en silencio, lo que a Ansel siempre le había parecido natural, pero algo en el aire parecía diferente hoy. Finalmente, Ronan rompió el silencio, su voz baja y cautelosa.
—Ansel, quiero hacerte una pregunta, pero no sé si te incomode —comentó, levantando una ceja.
Ansel arrugó el ceño, sorprendido. Ronan no era del tipo que se interesara por la vida de los demás, y menos por asuntos que él consideraba triviales o ajenos a su propio mundo. Esa era más bien la especialidad de Alex, no de Ronan.
—Adelante —respondió con cautela, girando en la esquina junto a su amigo mientras ambos buscaban sus respectivas aulas.
—¿Te gusta Emmett o ya están saliendo?
La pregunta cayó como un rayo sobre Ansel, deteniendo sus pasos de golpe. Su cuerpo se tensó instantáneamente, y sus pensamientos se arremolinaron como una tormenta. ¿Cómo podía Ronan haberlo notado? ¿Acaso era tan evidente? Ansel tragó saliva, sintiendo una oleada de nervios recorrerlo mientras buscaba las palabras adecuadas para responder, aunque ninguna le parecía suficiente.
—¿Qué? ¿Estás loco? No me gusta —respondió con torpeza, demasiado rápido, lo que solo hacía más evidente su incomodidad.
A medida que las palabras salían de su boca, Ansel podía sentir una capa de sudor frío formándose en su frente. ¿Tan obvio era? Quizá ni siquiera él mismo se había dado cuenta de la manera en que miraba a Emmett, pero ahora que lo pensaba, el sólo hecho de que Ronan lo hubiera notado hacía que todo fuera más real.
Ronan levantó una ceja, su expresión permanecía inexpresiva, pero había un brillo casi burlón en sus ojos.
—¿Estás seguro? —preguntó con un tono sugerente, que dejaba claro que no le creía ni una palabra.
Ansel desvió la mirada, su garganta seca y su mente corriendo a mil por hora. Ronan esbozó una sonrisa casi imperceptible.
—No le diré a nadie hasta que tú lo quieras —añadió, su voz tranquila pero firme.
Ansel forzó una sonrisa, aliviado de alguna manera por la discreción de su amigo, aunque todavía nervioso.
—¿Cómo te diste cuenta? —preguntó, ya sin ánimos de seguir ocultando lo que ahora era evidente. Ajustó la correa de su mochila en el hombro, mientras seguían caminando.
—No fue hace mucho, pero lo confirmé en la playa —respondió Ronan con calma—. Alex olvidó algo y me pidió que fuera por ello. Los vi a los dos, pero no le di importancia, hasta que me fui y los vi... besándose.
El rostro de Ansel se cubrió de un rubor intenso, sintiendo una vergüenza que lo abrumaba por completo. Bajó la cabeza, ocultando su expresión detrás de su cabello.
—Qué vergüenza... —murmuró para sí mismo, aunque Ronan lo escuchó claramente.
—¿Vergüenza? —replicó Ronan—. Eso es lo que hacen las parejas, no deberías avergonzarte.
La palabra "pareja" resonó en la mente de Ansel, dejándolo con una mezcla de amargura y tristeza. No eran una pareja. Lo que había entre él y Emmett no tenía nombre ni definición, y esa incertidumbre pesaba sobre su corazón. Apretó los labios y miró a Ronan con una sonrisa forzada.
—¿Sabes? Me gustas más cuando no hablas —dijo con sarcasmo, aunque sus palabras cargaban una verdad dolorosa.
Ronan lo miró sorprendido, sin entender del todo lo que había dicho mal, pero prefirió no preguntar. No quería arriesgarse a hacer las cosas peores.
—Eh... bueno, este es mi salón. Nos vemos después —se despidió rápidamente, entrando al aula mientras Ansel seguía su camino, solo y con pensamientos revueltos.
Llegó a la puerta de su aula asignada, suspirando profundamente mientras sostenía el pomo. Estaba a punto de abrirla cuando alguien la empujó desde dentro, golpeándolo en la nariz con fuerza.
—¡Mierda! —se quejó, llevándose las manos a la nariz adolorida mientras retrocedía un paso.
—Oh, lo siento, lo siento —una voz familiar llenó el aire, y Ansel levantó la vista, encontrándose con el rostro de Evan, ahora con una expresión de preocupación.
"Tiene que ser una broma", pensó Ansel.
—¿Evan? —preguntó, aunque ya lo estaba viendo con sus propios ojos.
Evan lo abrazó con fuerza antes de que Ansel pudiera reaccionar, ignorando por completo su incomodidad ante el contacto. Finalmente, cuando Evan lo soltó, Ansel se apartó ligeramente, intentando recomponerse.
—¡Ansel, que gusto verte! —sonrió con felicidad palpable.
—Me encantaría que nuestros encuentros no siempre empezaran tan mal —dijo Ansel con una sonrisa sarcástica.
—Lo lamento —murmuró Evan, agachando la cabeza como si esperara un regaño. Aunque era más alto que Ansel, en ese momento parecía un niño vulnerable. Algo en esa actitud desarmó la molestia de Ansel, quien no pudo evitar sonreír con una ternura inesperada.
—Bueno, al menos no estoy sangrando —bromeó Ansel, acomodándose la mochila en un hombro mientras se tocaba suavemente la nariz. El dolor comenzaba a desvanecerse, y lo único que quedaba era una leve incomodidad. Su mirada se suavizó al ver el arrepentimiento en los ojos de Evan, que le resultaba casi entrañable—. ¿Estudias aquí?
—Sí, es mi facultad. Estoy en tercer año —respondió Evan, asintiendo con una pequeña sonrisa. Su expresión relajada invitaba a una conversación más amigable.
—Vaya, tenemos más cosas en común de lo que pensé —dijo Ansel sin pensar, sorprendido por la ligereza de sus propias palabras.
—¿El corazón roto y un gran cerebro? —bromeó Evan con una chispa de diversión en sus ojos—. Aunque, siendo honesto, me conformaría con solo el gran cerebro. Leo siempre me decía que amaba mi inteligencia. Solía pegar su cabeza a la mía como si con eso pudiera transmitirse mis ideas brillantes.
La risa de Evan se apagó lentamente al mencionar a su exnovio, y Ansel sintió una punzada inesperada en el pecho. No era común envidiar las relaciones ajenas, pero de algún modo, al ver cómo brillaban los ojos de Evan al hablar de Leo, Ansel no pudo evitar desear ser esa persona a la que alguien como Emmett recordara con tanto cariño. Aunque Evan y Leo ya no estaban juntos, el simple nombre aún iluminaba su rostro.
—¿Se fue? —preguntó Ansel en voz baja, acercándose un poco más, como si no quisiera romper el frágil momento.
La sonrisa de Evan se desvaneció de inmediato, y en su lugar apareció una tristeza profunda que transformó su expresión. El brillo en sus ojos se apagó, y con él, la energía que lo había mantenido animado hasta ese momento.
—Sí... —murmuró Evan, con los ojos clavados en el suelo—. La semana pasada. Lo peor de todo es que ni siquiera me dejó despedirme. Me enteré por su mamá, que me mandó una foto de él en la fila de abordaje del aeropuerto.
Evan parpadeó rápidamente, intentando mantener las lágrimas a raya. Sus ojos se humedecieron, y Ansel sintió un nudo en el estómago. No debió haber tocado el tema, lo sabía. Pero, al mismo tiempo, comprendía perfectamente ese dolor. Aunque no era lo mismo, ambos compartían la sensación de no ser correspondidos, de no poder estar con la persona que amaban.
—Lo siento, no debí mencionarlo... —dijo Ansel con sinceridad, buscando una manera de suavizar la situación—. ¿Qué te parece si te invito algo durante el descanso? Podríamos charlar un poco más.
Evan asintió, limpiándose rápidamente los ojos con el dorso de la mano. Intentó sonreír, aunque la tristeza aún permanecía latente en su mirada.
—Me parece bien. Nos vemos en unas horas —respondió con voz algo quebrada, pero agradecido por el gesto de Ansel.
—Hasta más tarde —respondió Ansel.
Evan se dio la vuelta y se alejó por el pasillo, sus pasos resonando suavemente mientras se desvanecía en la multitud de estudiantes. Ansel lo observó por un momento, pensando en lo inesperada que había sido esa conversación y en cómo, en tan poco tiempo, había descubierto una vulnerabilidad en Evan que no habría imaginado.
Con un suspiro, entró al aula y tomó asiento en la primera fila. Aunque no esperaba encontrarse con Evan ese día, admitía que había sido un encuentro agradable. Quizá, después de todo, tener a alguien con quien compartir algunas de sus emociones sería más útil de lo que había anticipado.