Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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La boda y secretos revelados.
Me despierto con un dolor de cabeza.
Tocan la puerta fuerte y eso hace que mi cabeza palpite de dolor.
La abren y entra mi madre, sería.
—Déjenme a solas con mi hija.
Dice y las personas del hotel salen, dejándonos solas.
Del brazo me sujeta fuerte, sacándome de la cama.
—No tienes cerebro, no piensas.
Me dice y la ignoro caminando al baño, pero su agarre en mi brazo me hace retroceder.
—¿Qué tienes en la cabeza? Tu padre está en casa de los Montenegro casi de rodillas pidiéndoles perdón por lo que hiciste anoche. En las revistas está tu foto y de una maldita puta que citó a diez hombres en un bar un día antes de su boda no te bajan. Nadie sabía de ti. Dalila dice que le llamaste en la madrugada bien borracha insultándola.
Dice mi madre y una sonrisa se me escapa, haciendo que se ponga roja de coraje.
—Así que todo lo aceptas.
—No tengo nada, nada que decir, porque simplemente no me creerán y tampoco me interesa.
—Eres tan diferente, cambiaste demasiado.
—Es gracias a ustedes.
Le digo y ella sale, pero no tarda en regresar dejando el vestido en la cama.
—Póntelo.
Me dice y me meto al baño. Me echo agua en la cara, me miro en el reflejo y me desconozco.
—Esto es por ti, hermana. Juro que pagarán caro lo que te hicieron.
Le digo y me aseo. Cuando salgo encuentro a una joven con una caja llena de maquillaje.
Me maquilla en silencio y sale para que me ponga el vestido. Al menos es el que elegí, se amolda a mi figura. Salgo y mi madre solo niega cuando me ve.
El chófer nos espera para llevarnos a un enorme salón decorado para la ocasión.
La gente susurra cuando llegamos y mi madre solo sonríe.
Mi padre me espera extendiendo su brazo, lo tomo y me lleva al altar donde Sebastián está serio.
Me deja ahí y el juez dice varias palabras, casi no escucho nada ya que no me interesa nada de lo que tenga que decir.
—Señorita Carina, ¿acepta?
Me pregunta y asiento.
—¿Sí o no?
Me pregunta y dudo, ya que este es el momento en el que puedo negarme e irme lejos.
—Sí acepto.
Le digo como si las palabras se me salieran solas, y le preguntan lo mismo a Sebastián, él acepta.
Gabriel y Dalila se acercan con unas cajitas entre sus manos.
Dalila me da una y me da la sonrisa más falsa que he visto en mi vida, y no me quedo atrás.
—Gracias, cuñada.
Le digo y sonrío al ver su cara. Me mira mal y se aleja. Gabriel sonríe entregando la caja y se aleja también.
Pongo el anillo en el dedo de Sebastián y él sujeta mi mano poniéndome el anillo.
Me queda flojo y él arruga su frente. Últimamente, por mis estudios me desvelaba y bajé de peso.
Firmamos y caminamos uno al lado del otro.
La música suena fuerte y nos sentamos en nuestros lugares, que están unidos con un lazo.
Las personas hacen fila felicitándonos.
—Me imagino que estás preparada para la noche de bodas.
Me dice la hermana de Leo, mientras el hermano está en una mesa alejada tomando desde muy temprano.
—A mi cuñada la dejaron cansada… los diez hombres que contrató.
Dice Dalila hablando fuerte para que la escuchen, pero por la música es casi imposible.
Ellas se ríen y Gabriel, el amigo de Sebastián, se acerca.
—Felicidades, ¿creen que ya puedo ir a la barra libre?
Nos dice y Sebastián se levanta caminando con él.
Dalila se acerca y sonrío para mis adentros, ya que eso necesitaba.
Camino al baño y ella me sigue.
Una vez en el baño la encierro contra la pared.
—Aparte de puta, loca.
Me dice y entonces se lo digo.
—Aparte de enferma, estúpida… ¿crees que nadie se enteraría de tu secretito, cuñadita?
Le digo y ella me ve sorprendida.
—No sé de qué hablas.
Me dice y me río susurrándole en el oído.
—Ya sé de dónde viene tu odio hacia mí, maldita enferma… ¿tu hermano sabe que estás enamorada de él?
Ella se suelta molesta y asustada.
—La enferma eres tú al pensar en algo así. Solo el que lo digas causará que seas mal vista. No es necesario que inventes mentiras para conseguir que él si quiera te vea.
—No lo hace porque yo no quiero.
Le digo y ella se ríe.
—Tantos años intentando y no has logrado siquiera que te vea como una mujer.
—A ti nunca te dejará de ver como su hermana… ¿quién tiene más probabilidades? ¿Tú o yo?
Le digo y ella me ve con lágrimas en los ojos.
—Te odia y siempre lo hará.
Con eso se aleja y yo me acomodo el vestido. Levanto la vista y es Leo quien me ve.
—Eres la novia más hermosa que he visto.
—Gracias.
Le digo y él se recuesta en la pared.
—¿Recuerdas nuestra última charla? Te dije que me gustabas mucho y tú solo lloraste, me diste un beso y ese día lo sentí como si fuera nuestra despedida.
Me dice y yo asiento.
—Ese día tomé y no sabía lo que hacía.
Le digo sin saber qué más decir.
Y él se talla los ojos.
—Claro que no, no fue así Carina. Tú no podías beber por tu tratamiento.
Me dice y ahora estoy más confundida.
—¿Mi tratamiento?
—Carina, a ti te diagnosticaron trastorno depresivo.
Me dice y con esa confesión lo único en lo que puedo pensar es que no conocía a mi hermana… estaba tan enfocada en mis estudios que nunca noté nada diferente en ella. Qué clase de hermana soy, buscando venganza cuando ni yo misma sabía lo que le ocurría.