Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 10
—Vamos a llevarla a la enfermería. —dijo Máximo angustiado.
Pero el pequeño tomó la maleta de su madre, para correr detrás de él.
—No, ellos no pueden ayudarla. Mi madre es una paciente terminal. Debe ir al hospital del centro. Voy a llamar a su médico tratante, para que nos espere ahí. —le dijo el pequeño, sacando un teléfono de su bolsillo.
—¿Por qué no llamas a tu padre, a un tío, a algún familiar, que te alcance en el hospital?
Máximo apretó sus labios para contener su llanto y le respondió en un susurro.
—Todas esas personas que nombraste están en tus brazos. Ella es mi todo. No tengo a nadie más.
Máximo sintió una gran tristeza por la situación del pequeño y le hizo señas a un guardia de seguridad del aeropuerto, que se le acercó y le pidió ubicar una ambulancia.
A los pocos segundos una ambulancia apareció. Los paramédicos sacaron una camilla.
Máximo acostó a la mujer en la camilla y Máximo Jr. le susurró un "gracias" al verlo separarse de su madre. Pero Máximo observó tanta tristeza en los ojos del niño, que terminó observando su reloj y corriendo para subirse también en la ambulancia.
—Voy a acompañarte, hasta que tu madre se recupere. No quiero dejarte solo.
Máximo Jr. sabía que no debía interactuar con extraños, pero este grandulón le inspiraba confianza y además estaba vestido de militar. Aparte de que en este momento, no tenía a quien recurrir solo a su padrino, que por cierto no le contestaba. También podía llamar a su abuelo, pero casi nunca puede viajar por su trabajo. Además de que pasaría horas en llegar.
Por otra parte, Máximo no podía recordar de dónde conocía a esta mujer. Ella a pesar de su estado actual seguía siendo hermosa, solo que su piel pálida, sus labios resecos, su escaso cabello y su cuerpo delgado y frío la hacían parecer una deidad, ella parecía un ser inmortal.
Después Máximo fijó su mirada en el pequeño y no pudo evitar sonreír. El niño llevaba la fría y huesuda mano de su mami entre las suyas y la besaba de vez en cuando. Él podía sentir un leve susurro, salir de los labios del pequeño y también tenía sus ojos cerrados, lo que evidenciaba que el pequeño estaba inmerso en algún tipo de oración.
Máximo se imaginó el miedo que debe sentir ese pequeño al ver a su madre en ese estado y su corazón se contrajo. Él ya era un hombre, tiene dos padres y más de diez hermanos y nada más de imaginarse perder a su madre, su corazón se contraía y el aire no le llegaba a sus pulmones.
Por eso, no fue capaz de separarse del pequeño. No dejándolo en este estado tan vulnerable.
Entonces, el pequeño abrió los ojos y fijó su mirada en el rostro de su madre y una lágrima rodó por su rostro.
Máximo no pudo evitar traerlo hacia él y abrazarlo.
—Tranquilo, mi pequeño. Haremos todo lo que se pueda para salvarla. Te lo prometo, pero quiero que tomes esto, no te lo di por caridad, no por lástima. Te lo di, porque me recuerdas mucho a un niño muy gruñón que conocí en el espejo hace años.
—No, no quiero que tenga problemas con su novia por nosotros, pero ella mintió, porque no somos mugrosos.
Máximo sintió su cara arder de vergüenza y bajo su mirada e intentó disculparse.
—Disculpa las palabras de Paulina, ella fue muy grosera.
Máximo Jr. le mostró una sonrisa y negó con la cabeza.
"Qué expresión tan contradictoria". Pensó Máximo, mientras miraba al niño, esperando las palabras que lo sacarían de esa confusión.
—Gracias, grandulón, pero las disculpas deben venir de quién cometió la falta, porque si no, no tienen chiste, ni son válidas.
Máximo se quedó con la boca abierta, era lógico que estaba ante un niño genio, de ninguna otra manera estaría en términos de este razonamiento.
—¿Qué edad tienes pequeño? —le preguntó y Máximo Jr. se quedó en silencio. Sabía que no debía darle ninguna información personal a un extraño. Entonces se alejó de él y le sonrió.
—Tengo seis años y me llamo...
—Max, Max —se escuchó un leve susurro y Máximo se levantó del asiento y se acercó a su madre.
—Aquí estoy mami. No hables.
—Max te amo, per-dóna-me amor, por de-jarte solo. —le dijo Celina entre lágrimas, mientras con mucha dificultad le secaba las lágrimas a su pequeño.
El pequeño se acostó en su pecho y se aferró al cuerpo frío de su madre.
Máximo estaba inmóvil, sin poder explicarlo, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Era como si pudiese sentir el dolor del niño. Esta era una sensación nueva para él y lo desconcertaba.
Evidentemente, no era la primera vez que veía a un niño llorar, pero era la primera vez que sentía su corazón oprimido.
Celina solo hizo un esfuerzo por acariciar el cabello de su pequeño y en ese momento una mano grande se posó sobre la de ella y se la apretó levemente.
—No te preocupes por él, yo no lo dejaré solo. Tu solo lucha por recuperarte.
Miles de lágrimas salieron de los ojos de Celina y ella, pensando solo en el bienestar de su pequeño, le susurró:
—¿Lo prometes? —le preguntó y Máximo vio en la mujer, una mirada de súplica. Él sabía que se estaba comprometiendo en algo muy serio, pero en este momento su conciencia le decía que estaba haciendo lo correcto.
Entonces él se acercó a ella y abrazó al pequeño Máximo y le respondió:
—Te lo prometo, estaré a su lado hasta que te recuperes. Porque no descansaré, hasta que eso ocurra. Tú solo encárgate de luchar por tu vida.
Celina no pudo evitar llorar de la emoción. Su corazón se quería salir de su pecho.
En ese momento, ella se dio cuenta de que su amor por él, estaba intacto. Ese amor que creció sin semilla, sin agua y sin sol. Se mantenía fuerte como un roble en su interior.
El pequeño Máximo se aferró al cuello de su grandulón y le dio un beso en la mejilla. Este pequeño gesto llenó a Máximo de felicidad y de alegría. Entonces él le devolvió el gesto al niño con un beso en la frente.
La ambulancia se detuvo y todos salieron de ella.
Máximo Jr. le dio a su madre un beso y se despidió de ella. En ese momento, llega su doctor de cabecera y corre hacia ella.
y el sufrimiento de padre e hijo, pero hay una esperanza. muy bien