Una joven es arrojada a las vías de un tren y su existencia se extingue en un instante. Cuando vuelve a abrir los ojos, no encuentra descanso ni luz, sino el cuerpo de la villana secundaria de la novela que siempre odió. La rabia que arrastraba en su antigua vida despierta ahí, más fría y afilada que nunca.
En ese mundo donde la “santa” es intocable y los héroes juegan a ser salvadores, ella decide convertirse en la sombra que los devore. No quiere redención. No quiere justicia. Solo quiere verlos caer.
¿Podrá quebrar la historia que otros escribieron?
¿Quién detiene a alguien que dejó de creer en la misericordia?
¿Y qué ocurre cuando la oscuridad obtiene un nuevo nombre… y un nuevo rostro?
NovelToon tiene autorización de Mayerli Gutiérrez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Escorpión
Siguieron avanzando, pero esta vez sin caos ni gritos. Sorprendentemente, los tres colaboraban. Los monstruos de alto puntaje cayeron uno tras otro y, cuando menos lo notaron, la primera hora se había evaporado.
—Se acabó la primera hora —dijo Daniel, dejándose caer al suelo como si hubiera peleado contra el bosque entero—. Declaro una tregua con la vida.
—Coincido —respondió Ember—. Descansemos y luego vamos por plantas medicinales. Valen pocos puntos, pero suman.
Ember se recostó bajo un árbol. Lily se sentó cerca… pero no tan cerca.
Pasaron unos minutos en silencio.
Entonces Ember sintió un leve dolor de cabeza.
El sistema apareció frente a ella.
Notificación:
Incremento del 10 % en las habilidades.
Ember sonrió para sí misma y se puso de pie de inmediato.
—Sigamos.
Daniel gruñó, pero se levantó. Lily la siguió sin protestar.
Llegaron a un claro cubierto de plantas de distintas formas y colores.
—Propongo que nos separemos —dijo Daniel, observando el terreno.
—Tiene sentido —asintió Ember.
Daniel sonrió con aire competitivo.
—¿Qué tal una pequeña competencia? El que consiga más plantas en esta hora gana.
—Acepto —respondió Ember sin dudar.
Salió corriendo hacia el prado con determinación. Daniel tomó la dirección opuesta, riendo.
Lily se quedó quieta un segundo, dudando.
Miró a Ember alejándose… y luego bajó la vista hacia las plantas frente a ella.
—Yo… yo me quedaré aquí —murmuró, arrodillándose con cuidado para empezar a recolectar.
—Okey… esto debería servir. Detección —murmuró Ember.A lo lejos.
Por un instante, sus ojos brillaron de azul y luego regresaron a su color habitual, como si nada hubiera pasado. El mundo, en cambio, ya no era el mismo.
Ante ella, las plantas comenzaron a resaltar en distintos colores, cada tono indicando su tipo y su valor mágico.
—Perfecto —susurró.
Ember se movió con rapidez, recogiendo solo las más valiosas, ignorando el resto sin remordimiento alguno. Eficiencia pura.
Al volver hacia el claro, estaba Lily recolectando con cuidado. Sus manos trabajaban, pero su mente estaba muy lejos de allí.
La señorita Ember está… rara.
Ya no me molesta. No me habla. No me ordena nada. Ni siquiera me mira.
Pensé que, al estar en su grupo, volvería a lo mismo… pero me ha evitado todo el tiempo.
Lily apretó una planta entre los dedos.
¿Qué le pasó?
Es como si fuera otra persona.
Levantó la vista con cautela, observando a Ember desde la distancia, con una mezcla incómoda de alivio… y desconfianza.
Ember recolectaba plantas a toda velocidad cuando una sensación helada le recorrió la espalda.
Peligro.
No lo pensó dos veces.
Corrió hacia Lily y, en el mismo movimiento, levantó un escudo mágico frente a ella. El impacto fue brutal. La fuerza del golpe la obligó a retroceder varios pasos, clavando los pies en el suelo para no caer.
Lily parpadeó, desorientada. No había visto a Ember acercarse. Ni siquiera había entendido qué estaba pasando… hasta que alzó la mirada.
La bestia frente a ellas era un escorpión gigante, su caparazón negro brillando de forma antinatural.
El terror la golpeó de lleno.
—Lily, muévete —ordenó Ember.
Nada.
Era como hablarle a una estatua. Lily no respiraba, no pestañeaba, no reaccionaba.
El escudo mágico crujió. Una grieta luminosa lo atravesó y, un segundo después, se rompió en pedazos.
—Genial —murmuró Ember.
La sujetó por la cintura y saltó hacia atrás, rodando por el suelo al caer con fuerza. Ember se levantó de inmediato, ignorando el dolor, y empujó a Lily detrás de ella.
Esta vez no había espacio para cálculos.
Ember dio un paso al frente, los ojos fríos, el cuerpo tenso.
—Quédate ahí —dijo sin mirarla—. Yo me encargo.
Y sin esperar respuesta, se lanzó directo contra el escorpión.
Ember volvió a atacar con lanzas de hielo, pero al impactar contra el caparazón del escorpión estas se hicieron pedazos.
—Perfecto… —murmuró.
Sin perder tiempo, echó a correr para alejar a la bestia de Lily. Con un gesto rápido invocó magia de tierra y creó varias estacas que lanzó directamente al monstruo. Resultado: el mismo desastre. Piedra rota. Escorpión intacto.
Entonces lo vio.
Las articulaciones de las patas.
—Estoy apuntando como idiota… —se dio cuenta en voz baja.
Creó nuevas estacas de piedra, más delgadas y precisas, y las lanzó directo a las uniones de las patas. El escorpión chilló de dolor y perdió el equilibrio, cayendo con un golpe seco contra el suelo.
Ember avanzó, decidida a terminarlo.
Error.
La cola del escorpión se movió como un látigo y la golpeó de lleno, lanzándola contra un árbol con violencia. El impacto le robó el aire de los pulmones y la dejó sin fuerzas para reaccionar.
Vio la cola alzarse, lista para atravesarle el pecho.
Y entonces, fuego.
Una bola ardiente atravesó el aire y golpeó al escorpión de lleno. La bestia soltó un último alarido antes de caer, completamente inmóvil.
El responsable apareció segundos después.
Daniel.
Su expresión era seria, demasiado para alguien que solía sonreír tanto.
—Este monstruo no debería estar aquí —dijo, acercándose a Ember—. ¿Estás bien?
—Sí, claro —respondió ella con sarcasmo—. Solo me golpearon con una cola gigante y me estrellé contra un árbol. Nada grave.
Daniel soltó un pequeño resoplido, entendiendo perfectamente el tono.
—Me alegra que estés “bien”.
—Idiota —dijo Ember, riendo entre dientes.
En ese momento, Lily corrió hacia ella, claramente alterada.
—Y-yo te ayudo —dijo, arrodillándose frente a Ember.
Colocó sus manos con cuidado sobre su pecho y comenzó a usar magia de curación. Una luz suave la envolvió, disipando poco a poco el dolor.
Ember cerró los ojos un instante.
No había salido como planeó.
Pero seguía viva.
Y eso, por ahora, era suficiente.
Tras unos minutos, la luz de curación de Lily se disipó y Ember pudo ponerse de pie.
—Gracias —dijo, sacudiéndose el polvo.
Se acercó al cuerpo del escorpión y lo observó con atención.
—Este monstruo no está en la lista… ¿vale puntos o solo intentó matarme gratis?
—No debería estar en estos bosques —respondió Daniel, serio—. Lo mejor será llevarlo y reportarlo al consejo.
—Perfecto, yo me encargo —dijo Ember sin dudarlo.
—¿Tú? —Daniel arqueó una ceja—. Es enorme.
Ember no respondió. Simplemente abrió su caja de objetos.
Daniel la observó un segundo y luego suspiró, resignado.
—Claro… eso servirá.
Abrió también su propia caja y sacó una pila considerable de plantas medicinales.
—Supongo que gané —dijo con orgullo mal disimulado.
—Ni lo sueñes —interrumpió Ember.
Daniel giró la cabeza… y se quedó en silencio.
A su lado, Ember estaba de pie junto a una auténtica montaña de plantas recolectadas.
—…eso es trampa —murmuró.
Luego miró a Lily.
—Aún no has ganado. ¿Y tú? ¿Qué recolectaste, Lily?
Lily se tensó ligeramente, apretando su bolsa con ambas manos.
Lily abrió su bolsa, medio vacía, y bajó la mirada.
—Perdón…
—Da igual —respondió Ember, señalando sin pudor la enorme montaña de plantas a su lado—. Creo que tenemos suficiente para compensar.
—Recojamos todo y vayamos al punto de encuentro —dijo Daniel.
Caminaron juntos y llegaron justo a tiempo. El profesor estaba revisando y sumando los puntos de los demás grupos. Cuando por fin les tocó el turno, los tres abrieron sus cajas de objetos.
El profesor parpadeó.
Y volvió a parpadear.
Contó con paciencia. Mucha paciencia. Había demasiadas cosas.
Al terminar, levantó la vista con una sonrisa forzada.
—¿Eso es todo? —preguntó, claramente en tono de broma.
Ember dudó un segundo.
Ah, cierto.
—Disculpe, profesor… hay algo más.
Abrió su caja una vez más y dejó caer el enorme cuerpo del escorpión negro frente a él.
El profesor se quedó helado.
—¿Ustedes… derrotaron eso?
Ember asintió con total tranquilidad.
—Pero no estaba en la lista, así que… —inclinó la cabeza, fingiendo inocencia— ¿vale puntos o no vale puntos?
—Esto… se supone que no debería estar en este bosque —dijo el profesor, masajeándose la sien—. Hablaremos de ello más tarde.
Suspiró, resignado.
—Pero para no desperdiciar su esfuerzo, les otorgaré quinientos puntos por el escorpión. En total… ciento sesenta millones cuatrocientos mil puntos.
Ember sonrió, satisfecha, y se alejó junto a su grupo.
—Eso es más que suficiente.
Regresaron al colegio y los enviaron directamente a los dormitorios. Daniel se despidió de Lily y de Ember con un gesto relajado antes de tomar otro camino.
Ember, en cambio, no volvió con Lily.
Giró en dirección contraria y fue a la biblioteca.
Al entrar, el lugar estaba completamente vacío. El silencio era perfecto. Se sentó en una silla y, desde las sombras entre los estantes, apareció Isha.
—¿Te divertiste? —preguntó, claramente molesta.
—Muchísimo —respondió Ember sin remordimiento alguno.
Isha frunció el ceño.
—Eres una mala persona.
—Lo sé —dijo Ember con una sonrisa.
—Tú te diviertes y yo me quedo encerrada haciendo nada.
Ember soltó una breve risa, abrió la mochila y, sin ceremonias, metió a Isha dentro.
—Vamos. Ya es hora de volver al dormitorio.
Isha protestó, pero fue inútil.
Ember salió de la biblioteca con paso tranquilo, más satisfecha que en todo el día.