Ayelen lo entrego todo por amor, pero termino marcada por la humillación y el rechazo.
Expulsada de su manada, tuvo que criar sola a sus gemelos. Mientras el mundo licantropo la señala como traidora.
El destino la lleva a encontrarse con el rey lobo frío y maldito, cuya herida no solo está en su cuerpo, también en su alma. Entre tratamientos y silencios empieza a descubrir un lazo entre él y sus gemelos.
Lo que parecía un nuevo comienzo se convierte en un juego de poder, secretos familiares y tradiciones.
¿Podrá renacer como la gran luna, frente a las manadas o volverá a ser destruida por quienes mas odian verla brillar?
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una vida dura
El sol se filtraba tímidamente por las ventanas de la pequeña habitación, iluminando con destellos dorados las paredes, en el interior, u. concierto de llantos infantiles resonaba como un himno cotidiano. Ayelen, con el cabello suelto y revuelto los ojos hinchados por la falta de sueño y el corazón desbordante de amor, trataba de calmar a sus gemelos.
--- Ya, mis pequeños, ya...,--- susurraba con ternura, acusando a uno en brazos mientras que con la otra mano intentaba mover la cuna donde lloraba su hermanito.
Los bebés eran voraces, insaciables, tres meses habían pasado desde aquella noche mágica en que nacieron y en ese tiempo Ayelen había descubierto que la maternidad no era un sendero de rosas, sino un camino lleno de espinas qué solo el amor podía suavizar, sus hijos, tan adorables como exigentes, parecían reclamar cada segundo de su tiempo. Elides, la ayudaba cuando podía, ero era la madre quien llevaba la mayor carga.
Los llantos de madrugada, los pañales que parecían multiplicarse, las pequeñas manitas que reclamaban su calor, todo se entretejía en una rutina extenuante. A veces, mientras los alimentaba, sentía que el mundo entero se reducía al calor de esos cuerpos diminutos, al olor de la leche y piel suave.
Sin embargo, la realidad golpeaba cada día con más fuerza.
Una mañana, mientras Ayelén luchaba por dormir apenas unos minutos, Elides se sentó frente a ella con una taza de té humeante entre las manos.
--- Hija, no puedes vivir solo para ellos,--- comenzó Elides con vos suave pero firme.
Ayelén abrió los ojos, sorprendida
--- ¿Cómo dices eso?,--- pregunto Ayelén en un murmullo acariciando la mejilla de su hijo.
--- Lo que oíste, eres madre, si, y eso ya es un milagro, pero sigues siendo Ayelén, no puedes olvidar quien eres, si lo haces, un día despertarás y descubrirás que te perdiste a ti misma, ---respondió Elides.
Ayelén frunció el ceño,--- no puedo dejar de cuidarlos, Elides son todo lo que tengo, ---
La anciana asintió, comprendiendo,--- por eso mismo necesitad pensar en ellos, dale a esos niños una madre fuerte, preparada, con un futuro, retoma tus estudios, termina lo que empezaste,---
Las palabras de Elides quedaron flotando en el aire, esa noche, mientras acunaba a su hijo menor y miraba a su hijo mayor dormir, Ayelén lloró en silencio, Lloró por lo que había perdido, por lo que había sufrido, pero también porque en lo más profundo sabía que la anciana tenía razón.
Con esfuerzo y sacrificio, Ayelén encontró la manera de reorganizar su vida, las mañanas las dedicaba a los bebés, sus cuidados eran una coreografía caótica de pañales, biberones y arrullos. Las tardes, cuando los pequeños dormían, se convertían en sus horas de estudio, con los apuntes sobre las rodillas y un bebé en brazos, repasaba los temas que había dejado pendiente de fisioterapia.
Elides se convirtió en su mayor aliada, la anciana cuidaba de los niños por ratos, los entretenía con canciones antiguas y juegos sencillos, dándole a Ayelén pequeñas burbujas de tiempo para concentrarse.
El paso de los días fue tejiendo un equilibrio precario, pero posible, los llantos nocturnos siguieron, las noches en vela se multiplicaron, pero la joven se aferraba a su propósito. Se prometió que daría a sus hijos una vida mejor, que no permitiría que crecieran con la sombra de la vergüenza que su exmarido había arrojado sobre ellos.
Los meses se transformaron en años cadi sin que ella lo notara, dos años volaron como un suspiro y cada día trajo consigo nuevos desafíos y pequeñas victorias.
Los gemelos, de ojos grises brillantes y cabello negro, se convirtieron en el centro de su mundo ,el varón mayor al que llamó Madox, tenía una mirada intensa que parecía escudriñar todo a su alrededor, el menor Lenox era más inquieto siempre buscando descubrir lo que había más allá de las mantas y juguetes.
Ayelén aprendió a leer mientras los arrullaba, a escribir apuntes con una mano mientras con la otra sostenía un biberón, a memorizar páginas enteras entre canciones de cuna, sus días eran una batalla constante, pero también una muestra de resiliencia.
Había noches en las que caía rendida, sin fuerzas siquiera para cambiarse de ropa, pero al despertar y ver los rostros de sus pequeños, todo cobraba sentido.
--- Por ustedes, todo esto es por ustedes,--- les susurraba Ayelen cada mañana.
El día en que recibió el título en fisioterapia, Ayelen sintió que el mundo se abría nuevamente a sus pies, no hubo flores ni celebración fastuosa ,solo estaban ella, Elides y sus hijos, pero para Ayelén era suficiente.
Su vida no había sido fácil, desde la difamación y el rechazo hasta el nacimiento bajo lla luna roja, cada paso había estado marcado por el dolor y la lucha. Pero ahí estaba, de pie, con dos hijos que eran su fuerza y un título que le daba un futuro.
A veces, en la quietud de la noche, recordaba a Darien, a su suegra, a su familia, el dolor todavía estaba ahí, como una cicatriz imposible de borrar, pero ya no la consumía. Ahora lo veía como un pasado lejano, una sombra que no podía arrebatarle lo que había construido.
Elides, con su sabiduría serena, le repetía que la vida siempre pone pruebas más duras a quienes están destinados a grandes cosas. Y cada vez que veía a Madox y Lenox dormir, con la luz de la luna entrando por la ventana, Ayelen sentía que esa afirmación era cierta.
Su vida era dura, si, pero también era suya y lo más importante, había aprendido a vivirla no solo con lágrimas, sino también con sonrisas.
En la tarde cuando Ayelén llegaba del hospital donde trabajaba, se encontró con el cartero dejando correspondencia.
---- Mi niña, tendré que dejarlos y regresar a mi pueblo natal, ---- dijo Elides
--- ¿Elides todo está bien?,--- pregunto Ayelén
---- Mi hermana esta con problemas de salud, Ayelén tendré que vender la florería, --- respondió Elides
---- Elides ya has hecho mucho por nosotros, tengo un poco de dinero ahorrado, ---- respondió Ayelen
Así fue que Ayelén con el dinero que su hermano le dio compro un pequeño apartamento cerca del hospital donde trabaja y de una guardería para los gemelos.
Un mes después Elides partió, dejando a Ayelén y a los gemelos, al llegar al bosque sintió como esa energía recorría su cuerpo llenándola de fuerza.
Ya empiezan con la cizaña..... a qué Señora es que llaman ??? .... La Luna de Hendrix está viva ???
y confíe en ella y la proteja ahora vien esa ama de llaves a quien llamó espero no sea otra piedra en el zapato si a si ya tienen bastantes enemigos como para que salgo otro más