Patricia Álvarez siempre ha creído que con trabajo duro y esfuerzo podría darle a su madre la vida digna que tanto merece. Esta joven soñadora y la hija menor más responsable de su familia no se imaginaba que un encuentro inesperado con un hombre misterioso, tan diferente a ella, pondría su mundo de cabeza. Lo que comienza como un simple encuentro se convierte en un laberinto de secretos que la llevará a un mundo que jamás imaginó.
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Novia o amante
Punto de vista de Alejandro
Richard Meléndez era un hombre peligroso. Lo había mandado a investigar y lo que descubrí de él y su familia no era nada bueno. Aunque el padre era un hombre al que no le gustaba meterse en problemas, a su hijo eso le daba igual. No tenía sentido de prudencia y si algo se le metía en la cabeza no había forma de sacarlo de ahí. En realidad, lo que ese hombre hiciera me daba igual. El problema era que esta vez su obsesión era con Patricia, y eso sí era un inconveniente.
Di órdenes claras: mantener a ese tipo vigilado. No tenía tiempo para perder con un niño de mami y papi.
Después de una larga espera, los doctores finalmente salieron del quirófano. Tal como había ordenado, la información se la dieron directamente a Patricia. Al saber que su madre había salido bien y que el peligro había pasado, la emoción la desbordó y las lágrimas finalmente cayeron.
—¿Cuándo podré pasar a verla? —preguntó, con la voz quebrada.
—Por ahora está en recuperación. Cuando la pasemos a una habitación te informaremos —respondió el doctor.
La confianza del médico me pareció extraña. Sabía que él había llevado el caso por muchos años, pero esa familiaridad no era normal.
—Gracias, Enrique. Gracias por todo —respondió Patricia, dándole un abrazo.
El doctor fijó su mirada en mí, y pude ver preocupación en sus ojos.
—No sé qué tuviste que hacer para que tu mamá tuviera esta cirugía en un lugar tan exclusivo, pero quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que necesites. Eres como esa hija que nunca tuve y te quiero mucho.
Patricia se alejó del doctor, volteó a verme y sonrió con dificultad. Era evidente que se sentía apenada por mi presencia.
—No se preocupe por mí, encontré a un ángel que me está ayudando.
Sus palabras me hicieron sentir culpable. Yo no era ningún ángel; más bien, era un demonio que quería robar el alma y el corazón de una mujer tan pura como ella.
Sentí la necesidad de intervenir en su conversación y presentarme.
—Un gusto. Soy Alejandro Montenegro y soy el novio de Patricia —dije, estrechando la mano del doctor.
—El gusto es mío, señor Montenegro. No sabía que Patricia tuviera novio, siempre la había visto sola con su mamá —respondió el doctor con una mirada de advertencia.
—Me disculpo por eso, pero de ahora en adelante estaré a su lado para apoyarla en lo que necesite.
Fue un momento incómodo, pero me daba igual. No conocía de escrúpulos y este no era el momento de aprender. El doctor se despidió, dejándonos solos a Patricia y a mí, mientras la tal Alicia nos miraba desde lejos.
—¿Por qué dices que somos novios? —preguntó Patricia, confundida.
—Es mejor que decir que eres mi mujer. Pero si prefieres que lo diga de esa manera, lo haré —respondí con cinismo.
—No somos novios. Lo de nosotros solo fue una noche. Y como te dije, no tienes que hacerte responsable. —A pesar del cansancio reflejado en sus ojos, Patricia mantenía su firmeza y determinación.
—Entonces serás mi amante. Pero de cualquier forma, eres mía y no te dejaré ir tan rápido. —Estaba frustrado; nadie me había rechazado tanto como esta hermosa mujer.
—Tampoco seré tu amante. Sé que te debo mucho dinero, pero no pienso vender mi dignidad para pagarte —dijo, sus ojos fijos en los míos.
—No me interesa el dinero. No te estoy pidiendo que lo pagues, tómalo como un regalo.
—No puedo aceptar semejante regalo. Ya veré la forma de pagar hasta el último centavo. Ahora, por favor, déjame disfrutar de esta felicidad efímera. Aunque dure poco, quiero vivirla.
Sabía que se refería a su mamá, al fin podría descansar de la enfermedad. Pero ahora estaba en deuda conmigo, y aunque no quería presionarla, ella me estaba obligando a exigir mi pago. Por ahora no la molestaría más con eso; dejaría que disfrutara de esa falsa tranquilidad.
Punto de vista de Patricia
Estaba agobiada. Todo me había ocurrido en menos de veinticuatro horas: la traición de mi hermana, la desfachatez de Richard, la enfermedad de mi mamá y ahora Alejandro. Estaba a punto de volverme loca. Me sentía acorralada, y aunque ese hombre me encantaba, no podía empezar una relación con él. Sentía que me estaba vendiendo, y eso no podía permitirlo. No podía perder mi dignidad.
Después de una hora, por fin pude pasar a ver a mi mamá. Aunque estaba dormida, saber que su salud regresaría me hizo sentir feliz.
—Te amo, mami. Eres lo más importante en mi vida. Y aunque tenga que trabajar día y noche para pagar esa deuda, lo voy a hacer.
Las lágrimas brotaron de mis ojos. El dolor y el estrés que había sentido hace apenas unos minutos desaparecieron al saber que ella podría llevar una vida normal. El tiempo que me habían dado para verla terminó, así que me tocó dejarla sola en aquella habitación. Una vez afuera, tropecé con Alicia, quien me miraba con ojos acusadores.
Decidí no enfrentarla ni cruzar palabra con ella, pero no me dejaría ir tan fácil.
—Ni yo, con todo lo que he hecho, me atrevería a venderme por dinero —dijo en tono burlón.
—Déjame en paz, no quiero discutir contigo —dije, sin ánimos.
—Sabía que detrás de esa actitud de mujer digna no había más que una z**** promiscua que solo buscaba hombres con dinero para resolver sus problemas.
—Te dije que me dejaras en paz. —Agarré a Alicia del cuello y la pegué contra la pared. —Sí, soy una z****, pero al menos no soy una desleal como tú. Ahora vete y busca algo que hacer, porque no estoy dispuesta a seguir aguantando tu estupidez.
Solté a mi hermana, dejándola caer al suelo, jadeando por aire. No sabía que tenía tanta fuerza, y mucho menos que algún día reaccionaría así, pero Alicia había colmado el vaso y ya no aguantaba más.
Que buena está la novela