Griselda murió… o eso cree. Despertó en una habitación blanca donde una figura enigmática le ofreció una nueva vida. Pero lo que parecía un renacer se convierte en una trampa: ha sido enviada a un mundo de cuentos de hadas, donde la magia reina… y las mentiras también.
Ahora es Griselda de Montclair, una figura secundaria en el cuento de “Cenicienta”… solo que esta versión es muy diferente a la que recuerdas. Suertucienta —como la llama con mordaz ironía— no es una víctima, sino una joven manipuladora que lleva años saboteando a la familia Montclair desde las sombras.
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capítulo 9
Un nuevo baile real se avecina
La noticia llegó como granizo en primavera: la corte anunciaba un segundo baile, esta vez con un objetivo claro y definitivo. El príncipe Lionel debía escoger esposa. Oficialmente. Con testigos, decreto… y posible drama incluido.
La familia Montclair, por supuesto, fue invitada. Esta vez no por cortesía, sino porque todos querían ver qué nuevo escándalo podrían protagonizar.
Griselda se enteró de la noticia mientras intentaba hacer flexiones y no morir en el intento.
—¿¿Otro baile?? —preguntó, aplastada contra la tierra.
—Sí —respondió Lilith, parada como una diosa del apocalipsis con una rama a modo de látigo—. Es hora de cerrar círculos… y abrir escotes.
—¿Y si finjo tener paperas?
—Cállate y baja ese trasero. Este es tu momento.
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La duquesa Evelyne, por su parte, había notado que su hija caminaba diferente, sonreía distinto y ya no rompía sillas con tanta facilidad.
—Irás al baile —declaró con tono resignado—. Pero no te hagas ilusiones. Filip puede tener mil razones para visitarte, y ninguna de ellas es el amor.
—Ajá, madre —respondió Griselda, estirándose frente al espejo—. Gracias por el voto de confianza. Como siempre, tan alentadora.
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El gran día llegó con más brillo del necesario. El palacio parecía un pastel de bodas cubierto en azúcar y luces. Carrozas se acumulaban, damas bajaban con vestidos que desafiaban la lógica y los corsés, y entre todas… apareció Griselda.
Lilith había hecho su magia. El vestido era de un azul oscuro que contrastaba con su piel como un cielo justo antes de la tormenta. El cabello recogido, los labios en un tono suave, y los ojos… brillaban.
—Solo quienes te miren con el corazón podrán reconocerte —le susurró Lilith mientras le ajustaba un broche invisible—. Pero los demás… también se van a atragantar de envidia.
Cuando Griselda entró al salón, el murmullo fue inmediato.
Lionel, desde su trono improvisado, casi se atragantó con el vino.
—¿Quién…? —preguntó en voz baja, incapaz de articular más.
—Griselda Montclair, Alteza —respondió su edecán.
—¿¿Ella?? ¡¡Eso no puede ser!! —soltó Lionel, más escandalizado que cuando su peluquero renunció.
Filip, que hasta ese momento había estado charlando con un embajador aburridísimo, sintió una alarma interna. Miró a su primo. Luego miró a Griselda. Luego al salón. Y actuó.
Cruzó el salón como si llevara alas. Antes de que Lionel pudiera moverse, ya tenía a Griselda tomada del brazo.
—Mi lady, ¿le gustaría dar un paseo conmigo?
Griselda solo asintió. Y en cuanto estuvieron lejos, habló:
—Gracias por eso... ¿acaso tengo algo raro en la cara?
—Lo raro es que no te veas —respondió Filip—. Eres hermosa. Exótica. Fuerte. Es como si... encantaras sin darte cuenta.
Griselda bajó la mirada, sonrojada. No estaba acostumbrada a tantos halagos... ni a sentir que los merecía.
—¿Y tú? —preguntó, alzando la mirada—. ¿Por qué lo haces? ¿Por qué me miras así?
—Porque te veo. Y cuando te veo... todo lo demás desaparece.
—¿Bailas conmigo? —preguntó entonces, sin dar tiempo a réplicas.
Griselda, abrumada por las emociones, asintió. Y mientras bailaban, Filip murmuró:
—Es que no lo sabes… aún no sabes el efecto que provocas en todos ellos. El efecto que provocas en mí.
Ella lo miró, con el corazón latiéndole como tambor tribal. Filip se acercó más, y con voz baja, preguntó:
—Si te beso… ¿estaría haciendo mal?
Griselda sonrió. Alzó la mano y la posó suavemente en su mejilla.
—Tendrías que besarme para averiguarlo.
Y lo besó. Sin más. Porque a veces no hace falta permiso… cuando el alma ya dijo que sí.
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En un rincón, Lionel observaba con la mandíbula tensa. No solo por sorpresa… sino por celos. La mujer que había desdeñado como “error mágico” ahora era deseada por todos. Y su primo se la había robado.
Se reprochaba, una y otra vez, haberla ignorado.
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Griselda sintió que todo su mundo temblaba. Ese beso era la confirmación que necesitaba para dejarse llevar y dejar de malinterpretar los acercamientos del príncipe.
Filip la quería... y eso, a ella, le bastaba.
Justo cuando iba a separarse, Filip lo hizo primero. Luego susurró:
—No quiero que nadie más te mire así. Ni mi primo. Ni ningún idiota de sangre azul.
—¿Celoso?
—Aterrado.
Ella rió.
—Eso te hace ver más humano… y más guapo.
Filip entrelazó sus dedos con los de ella.
—Dime una cosa, lady Griselda. ¿Te gustaría que empezara a cortejarte?
Ella pensó. Largo. Honesto.
—Sí. Porque tú me hiciste verme distinta… pero desde adentro.
Entonces, Lilith, escondida entre las plantas, sonrió satisfecha.
—Ya era hora. Bueno… mi trabajo aquí terminó.
A su lado, Lucifer la miraba con falsa molestia y dijo:
—Eso mismo digo yo. Este trabajo te tuvo ocupada día y noche... yo también te necesito.
Lilith sonrió y, acercándose a su esposo, susurró:
—Ya... deja de quejarte. Esta noche te lo compensaré.
Sin más, se acercó a Lucifer, le susurró algo al oído —algo que lo hizo sonreír como diablo satisfecho— y agregó:
—Así que deja de llorar… y vamos. Yo también te extrañé.
Lucifer sonrió, la tomó en brazos y la besó, mientras el suelo bajo sus pies se abría, regresándolos al Inframundo.
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La noche terminó con fuegos artificiales y más de un noble preguntando por “la dama del vestido azul”. Lionel buscó su oportunidad, pero cada vez que se acercaba, Filip estaba allí. Como una muralla amable y elegante.
—¿Así que era ella? —susurró Lionel a su sombra—. Maldita sea… era ella.
Pero ya era tarde.
Porque el corazón de Griselda no latía por un príncipe en busca de un pie perfecto.
Latía por quien había sabido ver su alma… antes que su figura.
Y mientras bailaban una última vez, bajo la luna, Griselda pensó que, después de todo, quizá… solo quizá… valía la pena creer en cuentos de hadas.
Aunque fueran un poquito torcidos.
y de Griselda ni que decir un cambio al 💯 y como ella dijo no todo lo que vale la pena es fácil,lo logro y es feliz 😊
había olvidado a lucifer,que en la historia de la reina del inframundo se quedó a lado de lilith,y fueron felices para siempre /Joyful//Joyful//Joyful//Joyful/