Graciela Sáenz una joven de 20 años que despierta en la cama de un extraño y años después tiene que volverlo a enfrentar con una realidad que unirá sus mundos.
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por dos
La historia de mi embarazo estaba como aquel día que me di cuenta. Yo estaba en la habitación de un hospital, lejos de saber cómo llegué allá y con un vago recuerdo de unos minutos antes de que me desmayara. La única diferencia era que la primera vez estaba en la habitación solo Fiorella y éramos dos desconocidas. Ahora mi habitación se encontraba llena de gente reclamándose por no haber estado en el momento y preguntándose qué pasó. Estaban tan inmersos en su conversación que ninguno se había dado cuenta de que había despertado hasta que carraspeé. En ese momento todos se dieron vuelta. Fiorella con ojos llorosos, Damián y Lebrin con cara de preocupación, y por supuesto, la Nana, que desde que se dio cuenta de mi gestación, no ha hecho más que consentirme. Y sin mediar palabras, me encontraba envuelta en tantos brazos, en aquel nido de amor que me hacía sentir plena y amada.
Lo que se veía venir ya lo sabía. Miles de reclamos de Fiore por ponerme a atender mesas, que si era que no había comido bien y hasta amenazó en acompañarme a mis citas con la psicóloga de nuevo. Pero fue hasta ese momento en que me di cuenta de que ese hombre había regresado a mi vida, bueno literalmente nunca se fue, su hijo crece en mi vientre. De todos los lugares, jamás pensé en volverlo a encontrar, o tal vez fueron solo mis nervios y ese señor tuviera un parecido. Sí, debió ser solo eso, pero fuere lo que fuere, no me gustó y tenía que hablarlo con ellos. Hasta el momento, ninguno sabe sobre el padre de mi hijo y es hora de que les cuente todo, desde que mi nombre real es Gabriela.
Cuando estaba tomando un pequeño atisbo de valor para contarles la otra parte de mi historia por qué siempre les he hablado con la verdad, se acerca mi ginecóloga Carla. Como doctora, es hermosa y tiene la paciencia de lidiar con Fiore, que es la que más preguntas formula acerca de mi embarazo y ya ha visitado dos veces la casa por petición de ese cuarteto, cuando me he sentido algo baja de nota.
Llevaba con ella un ecógrafo, pues al parecer, según me contaron, alcancé a golpearme. No muy fuerte, ya que uno de los comensales alcanzó a sostenerme, pero era de importancia saber sobre el bienestar del bebé, a lo que no me negaría. Pero la verdad es que desde que desperté, siento como si dentro de mí hubiera un equipo de fútbol, y mi espalda ha comenzado a doler un montón. Pero debe de ser debido al golpe, dicen que fue leve, pero el dolor que siento en mi espalda no lo es. Pero me tranquiliza poder sentir sus patadas, que son muy evidentes ante los ojos de los demás.
Mientras la doctora da las explicaciones, no me pasa desapercibido cómo mira a Lebron. La verdad es que, aunque él dice sentir algo más que amistad por mí, debería de abrir su corazón a alguien que lo pueda llegar a amar. Yo soy una persona con un bebé en camino, un futuro por reorganizar, una carrera pendiente por ejercer y muchas inseguridades. No soy la persona adecuada para él. Solo pienso en mi bebé y nuestro futuro juntos. Mi corazón no tiene cupo para alguien más. Ya amé y me lastimaron. Deberían de darse una oportunidad y, si yo soy la herradura para que eso se dé, estaré encantada de hacer que estos tengan más encuentros y quizás así Carla sea parte de la familia algún día. Y espero no muy lejano.
Fue imposible para la doctora sacar a alguno de ellos de la habitación. Todos se negaban a irse, a pesar de que ella velaba por mi privacidad. Yo sabía que no se irían y, además, no me incomodaba en absoluto que estuvieran en ese momento conmigo. Es más, me llenaba de fuerzas porque en los momentos más difíciles, ellos estuvieron ahí sosteniendo mi mano y sí que necesitaría de esas manos en este momento. Después de la aplicación del gel en mi vientre, sucedió algo que nos dejó a todos en shock.
Ahí frente a nosotros, se presenciaban no uno sino dos bebés, como si yo estuviera participando en un truco de magia y el mago hubiera multiplicado a mi bebé. Ahí frente, un golpe a mi realidad.
La cara de asombro de todos no creo que superara la mía y, con los gritos de felicidad de Fiore, mi conmoción no terminaba. Pero quería una explicación. ¿Cómo es posible que hasta hace unas horas detrás de mi hubiera solo un bebé? Esto tenía que ser una mala broma.
Isabella: ¿Cómo es posible, doctora? ¿Por qué? Dígame que es una broma.
Carla: No, Isabela. Es posible que estés embarazada de mellizos o gemelos. Es más común de lo que piensas que un bebé se esconda detrás de su hermano o hermana y las madres no se den cuenta hasta el momento del parto. Ahora, aprovechemos que estas preciosuras se están dejando ver bien y dime si deseas saber el sexo de los bebés.
De mi boca no salía palabra alguna por la conmoción, pero las voces de los demás no se hicieron esperar, pidiendo saber el sexo de los bebés.
Carla: Felicidades, Isabela. Serás la madre de dos hermosos y saludables niños.
Y ahí estaba yo con el drama de mi vida, mi cambio de identidad, embarazada y ahora por dos. Mi vida por dos.