De Señora Davenforth A Montgomery

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... 𝐔𝐍𝐀 𝐑𝐄𝐀𝐋𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐀𝐌𝐀𝐑𝐆𝐀...

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Volví a casa con el corazón latiendo descontrolado y una sombra de frustración en mi mente. La entrevista con Cassius había sido un desafío inesperado, pero lo que más me atormentaba era haberme topado de nuevo con ese rostro que creía haber dejado atrás. Mientras que el eco de nuestra conversación resonaba en mis pensamientos como un parásito que se negaba a morir.

Al abrir la puerta de mi hogar, todo se sentía extraordinariamente pesado. La luz cálida del atardecer se filtraba a través de las ventanas, iluminando los rincones de un espacio que solía sentir como mío, pero que ahora parecía estar invadido por un aire de desdicha. Llevaba mi alma en el borde de un precipicio y, cuando crucé la puerta de mi casa, el mundo exterior pareció desvanecerse. La alegría de haberme enfrentado a Cassius en su propio juego se fue desbordando como agua que se escapa entre los dedos. Con cada paso que daba hacia el sofá, una sombra de frustración me envolvía. Había sido valiente, pero el eco de su mirada fría seguía resonando en mi mente, recordándome que aunque había luchado, no sabía si había ganado realmente. Al llegar al sofá, Me dejé caer en su abrazo, entregando mis pensamientos a la penumbra del lugar.

Fui a dejar mis cosas sobre la mesa de centro cuando algo atrapó mi mirada. Un papel blanco bajo la luz del sol caía casi en un contrapunto siniestro. Era una revisión de embarazo. Fui incapaz de sostenerlo sin un escalofrío de horror. Las palabras estaban impresas sin ningún tipo de delicadeza: “Prueba de Embarazo”. Lo levanté entre temores y dudas, y leí en voz baja: “Resultados positivos. Tiempo de gestación: 2 meses”.

Una línea negra parecía dibujar un futuro que no quería ni imaginar. Mis manos temblaron mientras el papel se deslizaba peligrosamente entre mis dedos. Me sentía atrapada en una red de decisiones que no eran mías. Sin embargo, antes de que pudiese procesar lo que esa noticia realmente significaba, la puerta se abrió y entró Dahlia, la querida mejor amiga de Seth.

—¡Oh, Grayce! —exclamó con una dulzura que no sentí genuina—. Pensé que tu entrevista duraría más de lo previsto. ¡Qué sorpresa verte aquí tan pronto! — Dijo, con una expresión que parecía demasiado brillante para la situación

Con la prueba de embarazo todavía en la mano, traté de encontrar palabras que no quisieran escapar de mi boca. Pero mi mano se aferraba al papel con tal fuerza que casi me dolía. Intenté ocultar la confusión y la desesperación que sentía, pero Dahlia parecía captar todo. Se acercó a mí, su mirada se detuvo en el documento que sujetaba. Pero ella, siempre tan persuasiva, se acercó más y sus ojos se iluminaron al ver el papel nuevamente.

—¿Qué tienes ahí? —inquirió, con una curiosidad que rascaba en el fondo de mi malestar. —¿Esa es mi prueba de embarazo? —preguntó, su tono tan alegre y directo que hizo que los ecos de mi mente se intensificaran.

Apreté el papel fuertemente, tratando de ocultar mi nerviosismo. ¿Por qué estaba sintiendo esta vulnerabilidad frente a ella?. No podía hablar. Solo lo miré, aterrorizada y confirmada, sin saber cómo reaccionar.

—Sí, lo es —respondí finalmente, esforzándome por sonar tranquila.

Dahlia, como si la curiosidad la motivara, inclinó la cabeza. Dando a entender que no se iba a dejar engañar tan fácilmente. Su sentido de triunfo era notable.

—¿Sabes? Seth ha estado hablándome mucho sobre lo hermoso que sería tener un hijo. Él está tan emocionado por la posibilidad… —Sus palabras eran como cuchillos, cortantes y egoístas, buscando darme donde más dolía. — Se lo he escuchado decir a menudo; eso lo haría tan feliz...

Su comentario cortante me atravesó como una lanza. Con cada palabra, Dahlia tejía una tela espesa de malicia que podía sentir envolviéndome. No pude evitar fruncir el ceño. No sabía si mi reacción era por la rabia o por el miedo a que una idea de ser madre pudiera tornar mi vida de cabeza.

—¿Seth? ¿Hablando de eso contigo? —dije, intentando mantener la voz firme, aunque mi interior ansiaba gritar.

Mi estómago se revolvió. ¿Desde cuándo Seth había compartido esos deseos conmigo? Esos anhelos que parecían florecer en su corazón, mientras el mío se marchitaba en el silencio. Miré a Dahlia con incredulidad. Ella no podía estar hablando en serio, ¿o sí?

Dahlia continuó hablando, su voz resbalando como aceite por una hoja. —Sería un gran paso para ti… podría ayudarte tanto… Te imaginas, ¿verdad? Tener a Seth involucrado y…

Pero no podía soportar más. Atrapada entre mis pensamientos y la imagen de un futuro que no deseaba, le interrumpí. —Dahlia, no creo que sea tan fácil como lo pintas…

En ese instante, la puerta se abrió de nuevo, y vi a Seth entrar, vestido de traje, con su cabello ligeramente despeinado. No entendía cómo podía existir algún tipo de alegría en sus ojos después de todo lo que había pasado. Pero antes de que lo pensara dos veces, Dahlia se precipitó hacia mí y, con una agilidad sorprendente, de una actriz entrenada, se lanzó al suelo, como si hubiera sido derribada por un golpe invisible, llevándome con ella.

—¡Ay! —gritó, poniéndose una mano en la cabeza como si yo hubiese sido quien la empujó.

La situación se transformó en un torbellino. Seth corrió a su lado, su preocupación era evidente mientras se agachaba a su lado.

Seth se detuvo en seco, su mirada llena de incredulidad y preocupación. —¿Dahlia? —lanzó una pregunta al aire, su tono de voz denotando confusión. —Dahlia, ¿estás bien? —preguntó, su rostro lleno de inquietud, ignorando por completo mi presencia.

Mientras él corría hacia su amiga, yo me quedé estática, observando la escena con un torbellino de emociones en el pecho. Sus ojos se movieron entre ambas, yo en pie y ella tirada en el suelo, fingiendo dolor. Me mordí el labio, cada palabra hiriente de Dahlia fluyendo en mi mente; era obvio que tenía un plan en marcha que iba más allá de lo que entendía.

—¿Estás bien, querida? —preguntó Seth, arrodillándose junto a Dahlia, su preocupación por ella dejándome en un estado de asombro herido.

El tiempo pareció detenerse. Observando aquella escena, un frío glacial recorría mis venas. La incredulidad se mezclaba con la rabia, y las palabras que no quería decir estaban listas para estallar.

—¿Te has hecho daño? —Seth le preguntaba, mientras yo deseaba que el suelo se abriera y me tragara por la vergüenza de su distracción.

—Solo un poco, —respondió ella, con lágrimas fingidas brillando en sus ojos—. Pero me alegro de que estés aquí.

La ironía de ser ignorada por él realizándose en un momento tan frágil desgarró mi interior. Sentí que el mundo giraba a mil por hora y yo estaba atrapada en un instante de confusión tremenda. Su mirada me evitaba como si yo fuese la raíz de toda la calamidad que había intervenido en su vida.

Dahlia, aún en el suelo, colocó su mano sobre el brazo de Seth, mirándome apenas como una sombra. —No te preocupes, Seth. Solo me resbalé… Grayce solo no vio lo que hacía... —su voz sonó tan dulce y despreocupada que me molestó.

Era como si un nudo se formara con cada respiración que tomaba. La burla en la atmósfera era notable. Mi corazón palpitaba en mi pecho, lleno de una mezcla de ira, inseguridad y una confusión abrumadora.

Mientras veía esa interacción escena tras escena, una idea comenzaba a cristalizar en mi mente: esta vez, no permitiría que la historia de mi vida fuera la misma. «Quiero más que ser solo una opción». Esa verdad resonaba en mi interior, potente como un trueno, y sabía que, independientemente de lo que sucediera, esta vez iba a luchar por hacerla realidad.

—Tú siempre estás aquí, ¿verdad, Seth? —dije en un tono que no dejaba espacio para dudas—. No apareces justo cuando más te necesito… Y sí, cuando menos lo espero.