Un sexy genio y su mejor amigo. Pondrán el mundo de cabeza para conquistar a sus amores. Esas dos hermosas jóvenes fueron escogidas por ellos desde su niñez, pero no están dispuestas a ceder tan fácilmente y lucharán por cambiar el rumbo de su destino. Sin contar que estos dos leones territoriales no están dispuestos a dejarlas escapar.
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CAPÍTULO 8
Las puertas del ascensor se abrieron y la mujer fijó su mirada en ellas, llena de esperanza, pero solo llegaron dos hombres de seguridad.
Dimitri caminó hacia la puerta de su oficina y se giró para ordenar a los hombres.
—¡Saquen a esta mujer de aquí!, y les advierto que no quiero volverla a ver aquí, ni en los alrededores.
Los hombres asintieron y caminaron detrás de la mujer, que caminaba cabizbaja, maldiciendo a su ex jefe.
Mientras tanto, Dimitri entró a su oficina y se sentó en su gran sillón, abrió su laptop y ahí encontró una foto de su amada.
—Te amo Luna —susurro, mientras besaba la pantalla.
Unos ligeros toques en la puerta, lo hicieron cerrar su laptop y fijar su mirada en el intruso.
—Vaya, vaya. Por fin apareces. ¿Dónde estabas? —le preguntó Máximo Jr. y Dimitri se recostó para atrás en su sillón antes de responder.
—Estaba de Luna de miel.
Máximo Jr. soltó una pequeña risa.
—Eres un desgraciado. No solo interrumpiste la boda, sino que, ¿te robaste a la novia?
Dimitri negó con la cabeza
—No te diré nada más. Mejor dime ¿Cómo vas con Christine?
Máximo Jr. bajó la guardia y se sentó frente a su tío.
—No lo sé, mi padrino me prohibió acercarme a ella. Sin embargo, fui hasta el internado y no me dejaron verla. Estará internada por dos años y yo me muero sin verla.
—Bueno, eso te pasa por idiota, pero me uno a tu dolor. Luna y yo decidimos separarnos y dejar que el destino siga su curso.
Máximo Jr. levantó sus cejas en señal de sorpresa. Conocía perfectamente a su amigo y sabía que no mentía. Aunque le parecía imposible que su tío haya dejado ir a Luna de una manera tan civilizada, pero tal vez era lo mejor para ambos.
Máximo Jr. fijó la mirada en su tío, era algo contradictoria la actitud de su amigo. Supuestamente, se había separado del amor de su vida, pero lucía radiante, se podía decir, que lucía feliz.
Dimitri estudió cada expresión de su sobrino y soltó una pequeña risa.
—Idiota, estoy feliz. Porque Luna es mía, solo mía. Ella me demostró con cada caricia y cada beso que me ama tanto como yo a ella. Así que aunque estemos separados físicamente, nuestros corazones están unidos para siempre.
Máximo Jr. entendió que su tío, tenía un buen punto, pero apostaría que esa libertad de Luna sería ficticia. Dimitri es y será posesivo siempre, más ahora que Luna fue suya.
Pero Máximo Jr. decidió darle el beneficio de la duda. Ahora él tenía asuntos más importantes en que ocupar su tiempo. Como buscar la manera de hablar con Christine y recuperar su amor.
—Ok, digamos que te creo. Entonces, necesito que me ayudes a recuperar a Christine.
Dimitri se sonrió y levantó una ceja en una expresión interrogativa.
—¿Ayudarte yo? Pero si tú siempre has criticado mis métodos.
Máximo Jr. se acarició la cara en señal de frustración. Sabía perfectamente que merecía todos estos reproches, pero no tenía importancia para él, aguantaría todo con tal de encontrar la ayuda de su desquiciado amigo.
Dimitri se levantó de su silla y caminó hacia la ventana. Ahí podía ver la hermosa ciudad.
Máximo Jr. Se levantó y fue tras su amigo.
—Di lo que quieras, pero necesito un poco de tu locura para recuperar a mi amada Christine.
—Ja, ja, ja. ¿Qué necesitas? Volar el maldito internado o lo incendiamos. De cualquiera de las dos maneras ella saldrá de ahí.
Máximo Jr. soltó una sonora carcajada, definitivamente. Dimitri era todo un Tarásov de corazón.
—Definitivamente, tu madre hizo mal en leerte esas novelas para que te durmieras. Debió ponerte una canción de cuna. Tal vez, así fuese un poco más normal. Ja, ja, ja.
Dimitri se unió a la risa de su sobrino y lo abrazó.
—Es broma, idiota. Déjame pensar en una solución menos radical.
Máximo Jr. asintió y miró su reloj.
—Es hora de almorzar. Hoy servirán pasticho en mi casa ¿Te anotas?
Dimitri corrió hacia su sillón y tomó su saco.
—Por supuesto, no me lo perdería por nada del mundo.
Los dos amigos salieron juntos del edificio. No existían los rencores, ni los problemas entre ellos.
Dimitri sabía que el Coronel Santibáñez no dejará escapar la oportunidad de reprenderlo por el escándalo de la boda, pero el delicioso platillo lo valía.
Celina sonrió al escuchar el auto de su hijo entrar por el gran portón.
Las gemelas ya eran unas adolescentes y corrieron felices a recibir a su hermano, pero su felicidad fue mayor al ver a su joven tío.
—Tío Dim. —gritaron las dos y se refugiaron en los fornidos brazos de su joven tío.
—Tío Dim, tío Dim ¿y qué hay de mí? —les dijo Máximo Jr. en un tono de reproche.
Las gemelas soltaron a su tío y corrieron hacia su hermano.
Después de los efusivos saludos, todos al fin terminaron de entrar a la mansión.
Celina recibió con besos a su hijo y a su cuñado. Mientras el Coronel los miraba desde el umbral de la puerta.
—¡Sargento Dimitri! Al despacho.
Dimitri bajó los hombros en señal de reproche, pero sabía bien que no podía desobedecer a su hermano.
—Entre más viejo, más gruñón. —se burló Dimitri antes de caminar detrás de su hermano.
Todos los presentes rieron con disimulo y caminaron hacia el comedor.
Mientras tanto, Dimitri se ponía cómodo para oír el sermón de su hermano.
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