Cambio De Vida

Dejé que Richard se alejara unos pasos más y lo seguí en silencio, con precaución. Crucé la puerta después de él y caminé con delicadeza, para que no escuchara mis pasos y no delatara mi presencia, aprovechando el estrecho pasillo oscuro. En un momento, me quite los tacones que me hacían doler los pies y suspire de alivio, y me los lleve en la mano sin dejar de observarlo para no perderlo de vista.

Poco a poco el pasillo se fue aclarando. Note por la luz que emanaba una ventana desde una sala de estar que aun seguía de día, la ventana pertenecía a una pequeña sala de estar adornada con muebles, cuadros de frutas y una pequeña mesa donde habían unas copas vacías y una botella de vino, acelere mis pasos para no perder de vista a Richard y vi que abrió una puerta de madera y salió. Camine lo más rápido que pude y pase al otro lado de la puerta.

Richard ¿dónde se habia metido? Lo perdí de vista.

Mire al rededor y pronto me percate de un enorme jardín lleno de flores de todo tipo de colores; amarillo, azul, rojas, blancas. Caminé un poco por el lugar y pronto un aroma se me hizo conocido, sentí un déjà vu, como si hubiera estado aquí antes.

Sentí un sobresalto que me hizo recordar el porqué estaba aquí; había seguido al chico de pelo cobrizo, pero se me había perdido.

Empecé a buscarlo. Empecé a ver a todos lados, pero no lo veía. Me sentí frustrada al ver que había perdido la oportunidad de quizás poder salir de este lugar. Así que, no me desanimé a seguir explorando por mi cuenta y empece a buscar la salida de aquel lugar.

Avance más hacia el interior del jardín, vi varias especies de pájaros merodeando el lugar. Un colibrí iridiscente se posó en una flor roja, bebió el néctar de la flor y luego se fue, dejando que el sol permitiera apreciar su maravilloso plumaje. Embelesada al colibrí no me di cuenta de que había llegado al límite del jardín, viendo lo alto de una pared blanca donde colgaban macetas de flores moradas.

Pronto di la vuelta para volver, pero un rostro de cejas fruncidas, estaba tan cerca del mi que me sorprendió. Me asusté y mi cuerpo se congeló.

—¿Qué haces aquí? ¿Te perdiste? —dijo.

Mi corazón se detuvo un instante. El rostro era... Richard. Su expresión era intensa, como si estuviera estudiándome. Mi cuerpo seguía congelado, incapaz de reaccionar.

—¿Yo... me perdi? —pregunté. Pero ¿por qué pregunté?.

—¿Te perdiste mientras me seguías? —pronunció en un susurro.

Sus ojos miraban fijamente los míos. No había notado el color miel de sus ojos que combinaban a la perfección con su cabello cobrizo que cubría su frente. Era tan perfecto.

Me sentí atrapada en su mirada. No podía negar que lo había seguido.

—¿Cómo... cómo lo supiste? —pregunté, mi voz apenas audible.

Richard sonrió ligeramente, y su expresión se suavizó.

—Eres bastante obvia —dijo—. Pero ¿por qué? —Su mirada se intensificó de nuevo —¿Qué quieres de mí?.

—Te seguí porque buscaba una salida —dije—. Necesito salir... —Me detuve.

No puedo confiar en nadie. Eso está claro, pero ¿por qué le estoy dando explicaciones a un desconocido?.

—¿Una salida? —bufo él— ¿Pensaste que si me seguías encontrarías una salida? ¿Qué intenciones ocultas?.

—No oculto nada —dije, mi voz temblorosa ya que Richard seguía mirándome de cerca.

—Mira, señorita Blaire, no estoy para nada feliz con que me hayas seguido —dijo, apretando sus dientes. Él estaba enojado.

No soporte la idea de dejarme intimidar; lo empuje, y alce mi tono de voz dirigiéndome a él.

—Mi nombre no es Blaire Gardner, mi nombre es Alexandra Flynn. Estoy aquí en contra de mi voluntad y por eso te seguí. Quería escapar. Estás feliz con la explicación —dije.

Él se sorprendió ante mi reacción. Yo estaba furiosa, no solo por el hecho de que me molesto que él se molestara, y con razón, sino porque le había gritado mi plan.

—¿Dijiste Alexandra Flynn? —dijo, su expresión era de sorpresa.

—Sí, eso dije, idiota —lo insulté.

Su mirada seguía en una expresión de sorpresa ¿por qué? No lo sé, pero desvió su mirada y se dio la vuelta.

—¿A dónde vas? Ayúdame a salir de aquí.

Lo seguí, pero él caminó más rápido. Empecé a correr para alcanzarlo y justo cuando estaba por alcanzarlo me tropecé con una rama que había en el suelo y me caí. Un dolor agudo hizo que gritara.

—¿Estás bien? —escuché su voz en un tono tranquilo.

—Ayúdame —le dije—. Quiero salir de aquí, por favor.

—Tu vida no será igual aunque huyas —respondió—. Luego de este día todo cambiará para ti.

—¿A que te refieres? —pregunté, mientras me levantaba del suelo.

—¿En serio no lo sabes? —dijo.

_¿Sabes algo que yo no sé? —pregunté.

—Si acaso vuelves a ver a tu madre, preguntárle por tu padre no estaría mal.

—¿Qué sabes tú? Dime —le dije.

—Creí al verte en la sala que estabas consciente del por que estabas aquí —dijo, su rostro se suavizó y su mirada parecía ser de una persona preocupada.

—¿Qué quieres decir? —di un paso hacía él—¿Porque estoy aquí?

—No puedo ayudarte —dijo—. Tengo que volver a la sala y tú también, si no quieres que tu padre sospeche. Y por favor, lávate los pies o ponte tus tacones. Parece que estás a punto de convertirte en indigente.

—¿Qué? —dije, para luego verlo irse sin decir más con una mirada extenuante.

De pronto, me miré los pies y los tenía sucios, llenos de tierra. El jardín en sí era la única cosa que me hacía sentir tranquila, pero tener que volver a esa sala llena de gente desconocida, me daba terror y ver a ese señor que dice ser mi padre era aun más aterrador.

Caminé sin ánimos, para volver a la puerta por la que llegué a este bello jardín.

Mi cabeza estaba llena de preguntas sin respuesta. El hecho de que Richard, se sorprendiera con mi verdadero nombre me dio mucho de que pensar, pero iré lento. Voy a enfrentar a mi padre.

—¿Qué haces aquí? —una voz femenina, me saco de mis pensamientos.

Era la mujer extravagante. Seguro se dio cuenta de que no estaba en la sala.

—Solo quise salir a caminar —dije, mi voz firme.

—Tu padre te busca —dijo, mientras su mirada se dirigía a mis pies descalzos y sucios— ¿por qué te quitaste los tacones?. Sígueme, pareces una niña abandonada.

¿Qué? ¿Primero Richard me llama indigente y ahora ella me llama niña abandonada? ¿Qué les pasa? Mi madre me espera en casa.

Seguí a la mujer extravagante. Sus pasos seguían siendo ligeros y concisos, mientras que yo aun tengo que caminar más rápido para seguirle el paso. Me daba la impresión de que ella era comandante de un ejército o algo parecido, ya que su forma de hablar gritaba "orden".

Llegamos a una habitación de baño. Me sorprendí al ver que era similar al tamaño de mi sala. Tenía una tina enorme, la ducha tenía puertas de cristal y en la parte del lavamanos había un espejo enorme. Todo era hermoso, como de ensueño.

—Lava tus pies, aquí está todo lo necesario. Te espero afuera —dijo.

—Espera —dije, antes de que cerrara la puerta.

—¿Qué? —dijo, su cara sería.

—¿Puedo saber tu nombre? —pregunté.

—Lina —respondió y sin más cerró la puerta.

—Que fría —dije, para mi misma.

Continuará...