El Laberinto De Los Sueños

Los días siguientes fueron una mezcla de confusión y revelación. Emma despertaba cada mañana con el peso de la inquietud aún en su pecho, como si las palabras de la mujer de ojos dorados no fueran suficientes para despejar la tormenta que rugía dentro de ella. La barrera invisible, esa barrera de miedo que la mantenía atrapada en un limbo, seguía siendo un misterio. ¿Cómo podía romperla? ¿Cómo podía despertar de una vez por todas?

Cada vez que caminaba por el hospital, o miraba a las personas que la rodeaban, sentía como si estuviera observando un mundo ajeno, uno que ya no le pertenecía. El amor y el apoyo de su familia eran constantes, pero aún se sentía sola, como si estuviera en una burbuja, aislada de todo. La conexión con los demás se desvanecía, y solo quedaba el eco de la mujer de ojos dorados y la visión de las sombras que la acechaban.

Una tarde, después de una sesión de fisioterapia que la dejó exhausta, Emma decidió salir nuevamente al jardín del hospital. No podía seguir ignorando el peso de sus pensamientos, no podía dejar de preguntarse qué era lo que realmente tenía que hacer para enfrentar su miedo y romper la barrera que la mantenía atrapada. El jardín era su único refugio, un lugar en el que, de alguna manera, sentía que podía encontrarse a sí misma, aunque las respuestas parecieran estar siempre fuera de su alcance.

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de colores cálidos. El aire fresco del atardecer le acariciaba el rostro mientras caminaba por el sendero, sus pasos resonando en la quietud del jardín. De repente, algo extraño ocurrió: las sombras entre los árboles comenzaron a alargarse y a distorsionarse, como si el espacio mismo se estuviera retorciendo.

Emma se detuvo en seco, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. Recordó las palabras de la mujer de ojos dorados: "La barrera está dentro de ti. No puedes huir de lo que eres." Pero, ¿qué significaba eso? ¿Por qué las sombras se volvían más intensas, como si estuvieran invitándola a adentrarse más en la oscuridad?

Fue entonces cuando vio un objeto brillante entre los árboles. Al acercarse, notó que era un espejo, pero no un espejo cualquiera. Su superficie era oscura, como si estuviera hecha de cristal negro, y reflejaba algo distinto a su propia imagen. En lugar de ver su rostro, vio una versión distorsionada de sí misma, como si el espejo estuviera mostrando no solo su apariencia, sino también su alma, sus miedos, sus inseguridades.

Emma se acercó al espejo, su reflejo retorciéndose en las aguas oscuras del cristal. Había algo extraño en la forma en que se veía, como si estuviera viendo no solo su rostro, sino también las sombras que la acechaban, los miedos que había intentado ignorar durante tanto tiempo.

Se quedó allí, inmóvil, mirando su reflejo. ¿Era esa la versión de sí misma que estaba atrapada en el coma? ¿Era esa la imagen que había estado evitando todo este tiempo? Emma no sabía cómo reaccionar, pero una sensación de incomodidad la envolvía. El espejo parecía conocerla, como si estuviera sacando a la luz sus más oscuros temores.

Fue entonces cuando, por primera vez en mucho tiempo, una voz resonó en su mente. No era la voz de la mujer de ojos dorados, ni la de la figura en la oscuridad, sino la suya propia. Esa voz estaba llena de dolor, de miedo, pero también de una verdad que no podía negar.

"No puedo seguir huyendo," pensó Emma, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. "No puedo seguir negando lo que soy. Tengo que enfrentarme a mis sombras."

Las imágenes del espejo comenzaron a cambiar, y una nueva figura apareció frente a ella: la versión de sí misma que había temido ver. Estaba rodeada de oscuridad, su rostro vacío, despojado de emoción. Emma reconoció esa figura: era la parte de sí misma que había renunciado, la parte que había quedado atrapada en el coma, en el miedo, en el dolor.

La figura la miró con ojos vacíos, como si estuviera esperando que Emma se acercara y la aceptara. La sombra de su propia desesperación estaba ante ella, y no podía seguir huyendo. Pero, al mismo tiempo, Emma sabía que enfrentarse a esa sombra era la única manera de romper la barrera que la mantenía atrapada.

—Eres parte de mí —dijo Emma en voz baja, mirando a la figura frente a ella. —No puedo seguir ignorándote.

La figura no respondió, pero su presencia se volvió menos amenazante. Emma dio un paso hacia ella, un paso hacia la oscuridad que tanto había temido. A medida que se acercaba, la figura comenzó a desvanecerse, como si estuviera aceptando que Emma estaba lista para enfrentarse a lo que representaba.

Cuando finalmente se desvaneció por completo, el espejo comenzó a brillar, pero no de manera aterradora. La oscuridad en su superficie se desvaneció, y por primera vez, Emma vio su propio reflejo de una manera clara y tranquila. El miedo que había sentido comenzó a disolverse, como si algo dentro de ella se hubiera liberado.

El reflejo que vio ya no era una versión distorsionada ni una sombra de lo que había sido. Era ella misma, pero más fuerte, más decidida. La barrera invisible, la que había mantenido atrapada entre dos mundos, comenzaba a desmoronarse. Emma entendió que no se trataba de huir de sus miedos, sino de aceptarlos, de reconocer que esas sombras formaban parte de ella, y que solo aceptándolas podría despertar por completo.

Emma se alejó del espejo, sintiendo una paz interior que no había experimentado en mucho tiempo. El jardín parecía más luminoso ahora, como si la oscuridad que había estado presente se hubiera disipado, dejándola respirar más libremente.

Cuando regresó a su habitación, ya no sentía la angustia que la había acompañado durante tantos días. Sabía que el despertar no era solo físico, sino un proceso interno de aceptación. La barrera que la mantenía atrapada estaba comenzando a desmoronarse, y lo único que necesitaba ahora era dar el siguiente paso: seguir adelante.

Desafío: Emma entendió que enfrentarse a su sombra interna era el primer paso para romper la barrera del miedo. Había aceptado lo que representaba la oscuridad dentro de ella, y ahora sabía que solo a través de esa aceptación podría continuar su camino hacia el despertar.