¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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Copas de Champagne
Eran las 4 de la tarde. Sali a caminar un rato. Estaba un Maid café cerca del departamento. Seguramente ese pervertido era cliente fijo de aquí, por eso viene con tantas ideas locas.
Me duele la pierna. Quiero una bebida que refresque hasta mis pensamientos. Seguí caminando y encontré una refresquería. Entré, pedí mi orden. Y allí estaba mi grandioso hermano Louis con una fulana que parecía una prostituta barata, terminando de gastar el dinero de mi padre.
Me puse de pie y fui donde él.
— Así es como derrochas el dinero de mi papá.
— Esto no debería de molestarte hermanita. Espero que no estés durmiendo en algún parque.
— Eres el peor hermano que puedo tener. Dime de dónde sacaste ese testamento falso.
Apenas dije falso y él se puso nervioso.
— No es falso, mi padre me lo dio antes de morir. Siendo su primogénito él me dio todo.
—Nadie te cree, maldito mentiroso.
Tomé mi bebida y se la eché en la cara. Estaba tan enfadada por todo lo que él hacía.
— Estúpida mocosa— me levantó la mano para pegarme.
Cuando una mano la detuvo.
— ¿Qué crees que haces? A ella no la tocas— dijo Alejandro— No es de caballero pegarle a una dama.
— Este es tu nuevo amante. Eres igual que tu madre— grito Louis.
— No le grites a mi novia— Le dijo Alejandro.
— ¿Quién te crees tú pedazo de mierda? Yo la trato como quiera, porque está mocosa caprichosa es mi media hermana.
Alejandro tomó mi mano y me sacó de la tienda de refresco.
— ¿Es tu hermano? y ¿por qué te trata así?
— Es una larga historia que si la cuento ahorita con todas las emociones encima, seguramente voy a llorar. Estoy molesta.
— Vamos a cenar. Tal ves así tu mente se despeja un rato. Pero primeramente vamos al departamento y te cambias, el restaurante es de etiqueta.
— ¿De etiqueta? No quiero ir. Mi pierna me duele y no estoy acostumbrada a vestir tan sofisticada solo para comer.
— Vamos y punto.
— Nunca te han dicho que eres un mandón, chasqueas los dedos y todo mundo te obedece, no te aburre eso.
— No soy mandón. Solo se que te conviene o que le conviene al negocio.
Regresamos al departamento y me cambié.
— Como no te conocí antes— dijo Alejandro.
— No seas payaso. ¿Cuantos años tienes? 28, 29 o 30. Yo solo tengo 19 años. Si me hubiese conocido antes, era una niña. Pervertido.
— Tengo 25. No soy tan viejo como dices. La diferencia es poca, 6 años.
Estando en las puertas del restaurante, sentí esa sensación que abusaba de la gentileza de Alejandro, a penas nos conocíamos y ya hasta salía a cenar con él.
— ¿Qué sucede Megan?
— Siendo honesta, creo que no debo estar aquí, siento como que me estoy aprovechando de ti.
— No digas no tontería. Entremos que muero de hambre. Además ya renté todo el restaurante para que podamos cenar tranquilos.
— No encuentras en que gastar el dinero. Mala maña la de los millonarios gastando el dinero sin necesidad.
Nos sirvieron una deliciosa cena, todo era lujoso, desde los cubiertos hasta las copas. Nunca en mi vida había cenado tan elegante. Y eso que con mi padre vivíamos muy cómodos, la textilera nos permitía lujos. Pero comparado con Alejandro, todo se queda muy corto.
Bebí un par de copas de champagne y senti que todo se me subió a la cabeza. Era mi primera vez tomando.
— ¿Acaso nunca habías bebido? Lo tomaste como que fuera agua.
— No, es mi primera vez tomando— sonreí.
— Que vida la que llevabas. Cuántas primeras vez más tienes.
— Soy virgen— grité.
— Gracias a Dios renté el restaurante si no ya mañana estaríamos en los medios de comunicación. Estas borracha. Te llevo a casa.
— Sabes que tú eres un hombre muy atractivo pero muy egocéntrico y eso me molesta.
— Y sigues con eso. No soy egocéntrico. Solo cuido mis intereses. No voy a discutir con una borracha.
Me cargó en sus brazos y me llevó al carro.
— Y cuidado vomitas mi Ferrari. Que ni con el sueldo de toda tu vida lograrás pagarme uno nuevo.
Llegamos al departamento. Me llevó en brazos.
— Bajame, si yo puedo caminar. No soy ningún bebe.
— Pero te comportas como tal.
— Déjame ver cómo sigue tu pierna. Con tanto movimiento creo que te lastimé.
— Vete. Solo quiero dormir.
— Que chica más terca e infantil. Me voy. Porque si me quedo la tentacion por hacerte mía es grande. Y esperaré que tú misma te entregues a mi.