Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capitulo 8
.Miguel estaba pensativo, sentado en su oficina mientras observaba el reloj. Carlos acababa de irse, dejándole claro que necesitaba ir acompañado de Carolina a la reunión. Pero su mente estaba ocupada en otro lugar. Emely había sido su amante durante los últimos meses, pero su situación con ella se había complicado. La veía a menudo, no solo en su tiempo libre, sino en ocasiones, también en reuniones de trabajo, y se había convertido en un constante recordatorio de la mentira en la que vivía.
¿Cómo iba a manejar esta reunión con Carolina, sabiendo que Emely estaría por su cuenta? Miguel se sentía atrapado entre dos mundos: su esposa, con quien compartía su vida y su hija, y su amante, con quien había encontrado una emoción que hacía mucho tiempo había perdido.
En ese preciso momento, la puerta de su oficina se abrió y Emely apareció en el umbral, con su mirada seductora y su sonrisa acostumbrada. Ella no se molestó en llamar, ya que sabía que Miguel siempre la recibía.
—Hola, amor —dijo Emely con voz suave, acercándose a su escritorio.
Miguel la miró, algo desconcentrado, pero forzó una sonrisa.
—Hola. ¿Qué haces aquí? Pensé que tenías cosas que hacer.
Emely dejó una carpeta en la mesa y se sentó en el borde del escritorio, manteniendo una postura relajada.
—Vine a decirte que hoy tenemos una reunión social donde habrá muchas oportunidades. —Hizo una pausa, su mirada se volvió un tanto juguetona.
—Pero… no puedo ir sola a esa reunión y quiero que tú vayas conmigo.
Miguel frunció el ceño. Esto lo complicaba aún más. El evento al que Carlos lo había invitado era importante, y el hecho de que Emely no pudiera acompañarlo no era algo que esperaba. Pero aun así, sabía que no podía llevarla. Estaba comprometido con su esposa, y su presencia en esa reunión con Carolina era crucial para la imagen que querían proyectar como familia.
—Lo sé, lo sé —respondió Miguel, pasando la mano por su rostro, pensativo—. Pero las cosas han cambiado. Necesito que Carolina me acompañe hoy, lo cual no es lo que esperaba. Había pensado en ti, en que podríamos ir juntos... pero ahora no sé qué hacer.
Emely lo miró, algo confundida, pero sin perder la calma.
—Entiendo —respondió Emely, aunque no ocultó un destello de celos en sus ojos—. Ya veo cómo es la situación. Entonces, no puedo estar contigo esta noche.
Miguel se quedó en silencio un momento, mirando a Emely. La realidad de su vida comenzó a apoderarse de él. Estaba atrapado entre su obligación hacia su esposa y sus propios deseos hacia Emely.
—No es que no quiera —dijo él finalmente, con un tono de voz más suave—. Es solo que tengo que ir con Carolina. Es lo correcto.
Emely estaba de pie frente a Miguel, observando cómo él permanecía pensativo. Ella sabía que algo no estaba bien, que las cosas entre ellos se habían complicado, y no podía evitar sentirse frustrada. Habían hablado muchas veces sobre su futuro juntos, sobre el divorcio de Miguel y cómo pronto estarían juntos de manera oficial. Pero ahora, él parecía estar dudando.
—¿Hasta cuándo vas a seguir con este juego, Miguel? —dijo Emely con tono serio, cruzando los brazos. Sus ojos, normalmente suaves y seductores, ahora reflejaban una mezcla de enojo y desilusión.
Miguel levantó la mirada, algo incómodo. La realidad de sus palabras con Emely no le era fácil de afrontar. Sabía que había creado expectativas que ahora no podía cumplir.
—¿A qué te refieres? —preguntó, con una ligera sonrisa forzada, como si intentara desviar la conversación.
—A que tú mismo me dijiste que te ibas a divorciar, que pronto sería el momento de empezar una nueva vida juntos. —Emely dio un paso hacia él, acercándose un poco más—. Yo le dije a mi padre que pronto pondríamos la fecha de nuestro matrimonio. ¿Y ahora qué? ¿Todo eso fue solo una mentira?
Miguel se quedó en silencio unos segundos. La presión de su vida con Carolina y la relación con Emely lo estaba aplastando. No había sido su intención crear falsas expectativas, pero las palabras de Emely lo hicieron pensar en lo que había dicho.
—No es que no quiera estar contigo —respondió él, tratando de darle una explicación, pero sus palabras salían sin convicción—. Solo que… necesito más tiempo. Mi vida con Carolina no es tan fácil de dejar atrás. Es complicado, ¿sabes?
Emely frunció el ceño, claramente decepcionada.
—¿Más tiempo? ¿Para qué? —su tono se tornó más frío—. ¿No te das cuenta de que esto ya no es solo un juego? —mirando fijamente a Miguel—. Yo también he esperado, pero ya no puedo seguir esperando por alguien que nunca tiene tiempo para mí. O tal vez ya entendí que el problema no es tu esposa, Miguel, sino que tú no te decides.
Miguel sintió un nudo en el estómago, y por un momento se quedó callado, incapaz de darle una respuesta. Sabía que había fallado, que había prolongado algo que ya debería haber resuelto. La promesa del divorcio y un futuro con Emely comenzaba a desmoronarse frente a él, pero no estaba listo para enfrentar la decisión. El peso de su matrimonio con Carolina y su hija, Andrea, seguía presionando en su conciencia.
—Te lo prometí, y sé que te he fallado —dijo, finalmente, mirando a Emely a los ojos, su tono más suave, pero lleno de culpa—. Pero necesito más tiempo para pensar en todo esto. No quiero arruinar todo lo que he construido contigo. Sabes muy bien que te amo y eso no lo pongas en duda; solo dame tiempo.
Emely lo miró unos segundos, y aunque el dolor en sus ojos era evidente, no dejó que se le notara demasiado. Solo asintió levemente, sabiendo que esa respuesta no era lo que ella quería escuchar, pero también comprendiendo que Miguel estaba atrapado en su propia contradicción.
—Está bien —dijo, con voz firme, mientras comenzaba a alejarse—. Pero no sé por cuánto tiempo más podré seguir esperando, Miguel. Si no tomas una decisión pronto, tal vez yo también tenga que hacerlo por ti.
Miguel la observó alejarse, con la sensación de que las palabras de Emely eran un ultimátum que no podía ignorar. Mientras se quedaba solo, sintió una mezcla de angustia y resignación. Sabía que las decisiones que tomara en las próximas semanas cambiarían su vida por completo.