Bajo La Luz Del Amanecer

La confesión de Eryx la noche anterior había cambiado algo en Ariadna. Ahora entendía el peso que cargaba y el motivo detrás de su actitud reservada. Sin embargo, eso no le quitaba la inquietud que sentía, especialmente al saber que el mundo de Eryx era mucho más oscuro y peligroso de lo que había imaginado.

Esa mañana, mientras Ariadna se preparaba para la escuela, Nikos llamó a la puerta de su habitación.

—¿Estás lista? —preguntó, entrando sin esperar respuesta.

Ariadna, que estaba frente al espejo, se giró hacia él con una ceja levantada.

—¿Para qué?

—Para hablar de ese chico con el que andas.

Ella suspiró, dejándose caer en la cama.

—Nikos, no quiero discutir contigo.

—No estoy aquí para discutir, Ari. Pero Theo me contó que te preocupa algo de él. ¿Qué pasa?

La mirada de Nikos era seria, pero también había un rastro de preocupación genuina. Eso hizo que Ariadna dudara. Podía pelear con Nikos todo el día, pero sabía que él siempre buscaba protegerla, incluso cuando su forma de hacerlo era molesta.

—No puedo decirte mucho —admitió finalmente—. Solo que Eryx tiene problemas en su familia, y no son fáciles de resolver.

Nikos frunció el ceño.

—¿Qué tipo de problemas?

—Problemas de los que no puedo hablar. Y antes de que lo digas, no, no estoy en peligro.

—Eso no me tranquiliza en lo más mínimo, Ariadna. Si ese chico está metido en algo peligroso, no quiero que te arrastre con él.

—Eryx nunca haría eso —replicó ella con firmeza—. Está intentando alejarse de todo.

Nikos la observó por un momento antes de asentir lentamente.

—Bien, no insistiré... por ahora. Pero si algo pasa, Ari, quiero que me lo digas de inmediato.

Ella asintió, agradecida de que Nikos no presionara más, aunque sabía que su preocupación no desaparecería tan fácilmente.

En la escuela, Ariadna esperaba encontrarse con Eryx, pero él no apareció en todo el día. A medida que pasaban las horas, su inquietud crecía. Sabía que algo lo estaba reteniendo, algo relacionado con lo que le había confesado.

Finalmente, al salir de clases, decidió ir al parque donde siempre se encontraban. El sol ya comenzaba a ocultarse, pintando el cielo de tonos naranjas y rosas. Caminó por los senderos, buscando alguna señal de Eryx, pero el parque estaba prácticamente vacío.

Estaba a punto de darse por vencida cuando vio una figura familiar apoyada contra un árbol, con la chaqueta de cuero colgando despreocupadamente de un hombro.

—Te estaba buscando —dijo Ariadna, acercándose.

Eryx alzó la vista, y algo en su expresión hizo que se detuviera. Parecía más cansado, como si no hubiera dormido en días.

—No deberías estar aquí, Ariadna —dijo con voz tensa.

—¿Por qué no?

Él miró alrededor, como si temiera que alguien los estuviera observando. Luego dio un paso hacia ella, manteniendo la voz baja.

—Las cosas se están complicando. Mi padre ha comenzado a sospechar que no quiero seguir con sus planes.

—¿Y eso qué significa?

Eryx apretó la mandíbula.

—Significa que está vigilando mis movimientos, mis relaciones... todo. No puedo arriesgarme a que te vean conmigo.

Ariadna lo miró fijamente, sintiendo que algo en su interior se rebelaba contra esa idea.

—No me importa si me ven contigo.

—Pues a mí sí. No entiendes lo peligroso que puede ser, Ariadna. Mi padre no es alguien con quien se pueda razonar.

Ella dio un paso más cerca, mirando directamente a sus ojos.

—No tienes que enfrentar esto solo, Eryx. Estoy aquí para ayudarte, si me lo permites.

Por un momento, él pareció debatirse entre apartarla y rendirse ante sus palabras. Finalmente, suspiró, llevando una mano a su cabello.

—Eres increíblemente testaruda, ¿lo sabías?

—Es una de mis mejores cualidades.

A pesar de todo, Eryx sonrió, aunque la preocupación seguía en sus ojos.

—No puedo prometerte que todo saldrá bien, Ariadna.

—Entonces tendremos que asegurarnos de que lo haga.

Esa noche, mientras Ariadna se preparaba para dormir, su teléfono vibró con un mensaje. Era de Theo.

"¿Estás en casa? Vi algo extraño cuando regresaba del trabajo. Llámame."

Ariadna frunció el ceño, marcando su número de inmediato. Theo contestó al segundo timbre.

—¿Qué pasó? —preguntó ella.

—Vi a un tipo merodeando cerca de la casa. No parecía perdido, más bien como si estuviera vigilando.

El corazón de Ariadna dio un vuelco.

—¿Cómo era?

—Alto, con chaqueta negra. No pude verle bien el rostro, pero definitivamente no era alguien del vecindario.

Ariadna mordió su labio, tratando de conectar las piezas. ¿Podría ser alguien enviado por el padre de Eryx?

—¿Crees que sea algo relacionado con Eryx? —preguntó Theo, como si leyera sus pensamientos.

—No lo sé... pero no creo que sea una coincidencia.

Theo suspiró al otro lado de la línea.

—Voy a estar atento. Si vuelvo a ver a ese tipo, lo reportaré a la policía.

—Gracias, Theo.

—Cuídate, Ari. Y por favor, no tomes riesgos innecesarios.

—Lo prometo.

Pero incluso mientras decía las palabras, sabía que no podría cumplirlas si algo ponía en peligro a Eryx.

A la mañana siguiente, Ariadna decidió enfrentarlo. Lo encontró cerca de su escuela, donde siempre la esperaba.

—Necesito hablar contigo —dijo, su voz más firme de lo habitual.

Eryx frunció el ceño, claramente confundido por su tono.

—¿Qué pasa?

—¿Tu padre tiene a alguien vigilándome?

El rostro de Eryx se endureció de inmediato.

—¿Por qué preguntas eso?

—Theo vio a un hombre extraño cerca de mi casa anoche. Estaba vigilando.

Eryx maldijo en voz baja, llevándose una mano a la frente.

—Lo siento, Ariadna. No tenía idea de que haría algo así.

—Entonces, es cierto.

—Mi padre debe estar intentando intimidarte, para que te alejes de mí.

—Pues no va a funcionar.

Eryx la miró con incredulidad.

—Ariadna, esto no es un juego. Si mi padre cree que eres una amenaza para sus planes, no dudará en actuar.

—¿Y qué se supone que haga? ¿Esconderme?

—No. Pero debes tener cuidado.

Ariadna asintió, sabiendo que no iba a ser fácil, pero también decidida a no dejar que el miedo la dominara.

Eryx dio un paso hacia ella, colocando una mano en su mejilla.

—Prométeme que serás prudente.

—Lo prometo, si tú prometes que me mantendrás al tanto de todo.

—Trato hecho.

Sus ojos se encontraron, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Eryx inclinó la cabeza ligeramente, pero antes de que pudiera dar el siguiente paso, el sonido de una moto acercándose los interrumpió.

Eryx reaccionó de inmediato, apartándose y mirando hacia el camino con el ceño fruncido.

—Tenemos que irnos.

—¿Quién es?

—Alguien con quien no quiero cruzarme ahora.

Ariadna no hizo preguntas, confiando en su juicio. Mientras se alejaban, no pudo evitar sentir que algo grande estaba por suceder, algo que cambiaría todo para siempre.