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Oh ¡Doctor! Arregla Mi Corazón

Oh ¡Doctor! Arregla Mi Corazón

Status: Terminada
Genre:Completas / Doctor / Amor a primera vista / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Polos opuestos enfrentados / Mujeriego enamorado
Popularitas:9.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Soy Bárbara Pantoja, cirujana ortopédica y amante de la tranquilidad. Todo iba bien hasta que Dominic Sanz, el cirujano cardiovascular más egocéntrico y ruidoso, llegó a mi vida. No solo tengo que soportarlo en el hospital, donde chocamos constantemente, sino también en mi edificio, porque decidió mudarse al apartamento de al lado.

Entre sus fiestas ruidosas, su adicción al café y su descarado coqueteo, me vuelve loca... y no de la forma que quisiera admitir. Pero cuando el destino nos obliga a colaborar en casos médicos, la línea entre el odio y el deseo comienza a desdibujarse.

¿Puedo seguir odiándolo cuando Dominic empieza a reparar las grietas que ni siquiera sabía que tenía? ¿O será él quien termine destrozando mi corazón?

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Mi nuevo compañero de trabajo, es mi vecino.

El sonido estridente de la alarma me saca del sueño como un martillazo. Miro el reloj: 4:00 a. m. Otro maldito día comienza. Maldigo internamente mientras apago el maldito despertador. Todo el mundo dormido y aquí estoy yo, a punto de arrastrarme al hospital.

"¿Por qué elegí esta vida?", pienso mientras me lavo la cara con agua fría. Me encantaría quedarme cinco minutos más en la cama, pero los huesos rotos y las emergencias no esperan. Me recojo el cabello en un moño, tomo mi bata, y me echo un último vistazo en el espejo: impecable, como siempre. Bárbara Pantoja, cirujana ortopédica y modelo a seguir, lista para conquistar el día.

Por fuera, soy una profesional perfecta. Por dentro, me maldigo a mí misma, al reloj, al sistema de salud y a la existencia de los lunes.

Llego al Hospital St. Francis y camino hacia la sala de descanso, mi santuario antes de enfrentar el caos. Pero apenas pongo un pie dentro, me topo con el doctor Michael Reed, el director. Lo respeto mucho, pero a las 4:30 a. m., no quiero hablar con nadie.

—Bárbara, justo la persona que buscaba. —Tiene esa sonrisa que siempre logra inquietarme.

"¿Qué he hecho ahora?", pienso, pero por fuera sonrío.

—Buenos días, doctor Reed. ¿Todo en orden?

—Perfectamente. Quería informarte algo: en dos días llega un nuevo cirujano cardiovascular.

—¿Otro? —pregunto con una leve mueca que rápidamente oculto.

—Es alguien con experiencia y excelentes referencias. Estoy seguro de que trabajarán bien juntos.

"Claro, porque lo único que necesito es otro cirujano egocéntrico imponiendo sus reglas en mi quirófano", pienso mientras sonrío y asiento con profesionalismo.

—Entendido, doctor Reed. Estoy segura de que será un gran aporte al equipo.

Salgo de la sala con la noticia rondándome la cabeza. Algo en mi interior me dice que este "nuevo talento" traerá más problemas que soluciones.

Tras un turno interminable, decido pasar por el supermercado. Mis gatos, Cleo y Max, me esperan con sus miradas hambrientas, y yo necesito reabastecer mi nevera. Mientras camino por los pasillos, mis pensamientos divagan hacia mi vida. Siempre tan ordenada, siempre tan controlada… aunque últimamente, siento que algo falta.

De regreso a casa, me encuentro con una escena inesperada: un camión de mudanza estacionado frente a mi edificio. Los vecinos nuevos siempre son un tema delicado, y más cuando mi apartamento es un santuario de silencio.

Al llegar a mi puerta, escucho ruidos al otro lado de la pared. Alguien está moviendo muebles y hablando en voz alta. Me asomo por la ventana y veo a un hombre con una guitarra al hombro. Es alto, musculoso y con un aire despreocupado. Su cabello rubio desordenado le da un aspecto rebelde, casi atractivo… hasta que lo escucho gritar:

—¡Cuidado con esa caja! Si rompes algo, lo pagas.

"Perfecto", pienso. Arrogante y ruidoso. Exactamente lo que no necesito.

Al día siguiente, en la reunión matutina del hospital, estoy tratando de mantenerme despierta cuando el doctor Reed se levanta para dar su discurso.

—Es un honor presentarles a nuestro nuevo cirujano cardiovascular, el doctor Dominic Sanz.

Levanto la mirada, curiosa, y mi corazón se detiene por un segundo. Es él. El tipo del camión de mudanza.

Entra en la sala con una sonrisa arrogante, como si el hospital entero le perteneciera. Su bata blanca está impecable, y lleva un café en la mano. Su mirada recorre la sala hasta que se encuentra con la mía.

—¿Nos conocemos? —pregunta, inclinando ligeramente la cabeza.

—No —respondo, tensa. "Por favor, que no sea mi vecino. Por favor, que no sea él", pienso, aunque ya sé la verdad.

Cuando Dominic toma la palabra para presentarse, se explaya con historias de su experiencia en grandes hospitales y su enfoque innovador en la cirugía. Mientras habla, mis pensamientos corren: "Un narcisista con una guitarra. Esto va a ser un infierno".

Pero lo peor llega al final del día, cuando me cruzo con él en el pasillo.

—Entonces… ¿vas a invitarme a un café, vecina? —me dice, apoyándose despreocupadamente contra la pared.

Lo miro, incrédula.

—¿Perdón?

—Vivo al lado. Lo de anoche fue mi mudanza, por si no te diste cuenta con tanto ruido.

Siento que me arde la cara de la rabia, pero me contengo.

—Lo noté perfectamente. —Mi tono es cortante.

—Relájate, Barbie. Seguro nos llevaremos bien.

Se aleja antes de que pueda responder, dejándome con una mezcla de irritación y… algo que no quiero admitir.

"Esto va a ser un infierno", pienso mientras lo veo desaparecer por el pasillo. Pero, por primera vez en mucho tiempo, no estoy segura de si eso es algo malo.

Es increíble cómo alguien puede arruinarte el día con solo existir. Dominic Sanz, el nuevo cirujano, mi vecino, y la encarnación misma de lo que odio en un hombre: egocéntrico, ruidoso, y encima guapo. Me paso el turno entero pensando en nuestra breve interacción. ¿Barbie? ¿De verdad? Nadie me llama así desde que tenía seis años.

"Tranquila, Bárbara. Ignóralo y todo estará bien", me repito mientras conduzco de vuelta a casa. Pero al llegar al edificio, mi mantra de calma se desmorona.

La música comienza incluso antes de abrir la puerta de mi apartamento. Los graves retumban en las paredes y los gritos de una conversación se filtran a través de la delgada pared que separa nuestros hogares.

Dejo mis bolsas en la mesa de la cocina y suspiro. "No puede ser. Apenas lleva un día aquí".

Intento ignorarlo. Me cambio, me preparo una taza de té, me acomodo en el sofá con un libro… pero cada página que leo es interrumpida por los gritos y la risa de sus amigos.

Al final, mi paciencia se agota. Me levanto, camino hacia su puerta, y golpeo con fuerza.

Dominic abre casi al instante, sosteniendo una lata de cerveza. Lleva una camiseta negra ajustada que deja al descubierto sus brazos musculosos y un par de jeans rasgados que parecen hechos a medida para él. Pero lo que más me irrita es su sonrisa. Esa sonrisa arrogante que ya parece ser su marca registrada.

—¿Vecina? ¿Te nos unes? —pregunta, señalando hacia el interior, donde un grupo de personas está sentado en el suelo, riendo y bebiendo como si no tuvieran responsabilidades en la vida.

—No, gracias. —Cruzo los brazos y lo miro directamente a los ojos. —Pero me encantaría que bajaras la música. Algunos de nosotros trabajamos mañana.

Dominic se ríe, como si acabara de contarle un chiste.

—Oh, vamos. Es solo música. Relájate un poco, Barbie.

Ahí está de nuevo, ese maldito apodo.

—¿Sabes qué? Llámame Bárbara. Y si no puedes ser un buen vecino, al menos finge serlo.

Dominic ladea la cabeza, aparentemente intrigado por mi actitud.

—Vale, Bárbara. Tranquila, bajaremos el volumen.

Cierra la puerta antes de que pueda responder, y segundos después la música sigue exactamente igual de fuerte. Resoplo, frustrada, y vuelvo a mi apartamento.

A la mañana siguiente, llego al hospital todavía cansada. Las pocas horas de sueño que logré conseguir no fueron suficientes para borrar el cansancio acumulado. Al menos tengo un par de operaciones programadas, lo cual significa que podré evitar a Dominic.

O eso creía.

Justo antes de entrar en el quirófano, lo veo en el pasillo. Está revisando un expediente, completamente concentrado, hasta que levanta la mirada y me ve. Su sonrisa se extiende como si todo lo que pasó anoche no hubiera ocurrido.

—Buenos días, vecina. ¿Dormiste bien?

—Perfectamente. —Mi tono es tan seco que casi podría prender fuego. Si existiera algún pozo cerca lo lanzaría de cabeza, lo juro.

Él ríe entre dientes.

—Me alegra escuchar eso. Nos vemos en la junta de casos esta tarde.

Lo observo alejarse, con esa seguridad que parece seguirlo como una sombra, ¿Desde cuándo los hombres tienen un culo tan perfecto? También me encuentro preguntándome cómo alguien tan irritante puede ser tan endemoniadamente atractivo.

La tarde llega más rápido de lo que esperaba, y con ella, la junta de casos que el doctor Reed había mencionado. Estoy sentada en la sala de conferencias, revisando las notas del paciente que voy a presentar, cuando Dominic entra con su habitual aire despreocupado, una taza de café en la mano.

—Bien, colegas —empieza el doctor Reed—, vamos a discutir un caso complicado. El doctor Sanz y la doctora Pantoja trabajarán juntos en esto.

Mi corazón se detiene por un segundo. ¿Juntos? ¿Acaso me robe el pan de la santa cena? ¿O fui quien entregó a Jesús?

—Será un placer, doctor Reed —dice Dominic, inclinando la cabeza hacia mí con una sonrisa que me hace querer lanzarle mi libreta o mejor aún, mi zapato.

El caso es un paciente joven con fracturas múltiples y complicaciones cardíacas. Mientras el doctor Reed explica los detalles, siento la mirada de Dominic sobre mí. Finalmente, al terminar la reunión, se acerca.

—Bueno, parece que estamos destinados a trabajar juntos, Barbie.

—Bárbara. —Recalco mi nombre con toda la paciencia que puedo reunir.

—Claro, claro. —Me guiña un ojo. —Esto va a ser divertido.

Lo veo alejarse mientras reprimo un suspiro. Dominic Sanz no es solo un patán, es el infierno con bata blanca. ¿Acaso se le habrá escapando al mismo demonio del infierno?

Esa noche, después de un turno largo, decido nadar. Es mi escape, mi forma de desconectarme del mundo y calmar mi mente. La piscina comunitaria del edificio está vacía, como me gusta. Dejo que el agua fría me relaje mientras nado de un extremo al otro.

Cuando salgo y envuelvo mi cuerpo en una toalla, oigo una voz detrás de mí.

—Vecina, no sabía que eras sirena.

Me giro para encontrar a Dominic apoyado en la barandilla, con una botella de agua en la mano.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, exasperada.

—Vivo aquí, ¿recuerdas?

—Esto es increíble. —Resoplo mientras recojo mis cosas. Mi traje de baño es de cuando iba a la universidad, pequeño y casi translúcido. Espero que no se haya fijado.

—Relájate, Barbie. Te ves más linda cuando no estás a la defensiva.

Lo ignoro y me dirijo hacia mi apartamento, jurando que voy a encontrar la manera de mantenerlo fuera de mi vida. Pero mientras cierro la puerta tras de mí, no puedo evitar una pequeña sonrisa.

Este infierno promete ser interesante.

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mar rodriguez
es el finsl??
Mckasse Escritora: primera parte
total 1 replies
Emérita Soledad Briones Oyarce
ah se me olvidó decirle que quité todos los me gusta
Emérita Soledad Briones Oyarce
no lo puedo creer pensé que la autora era más seria pero es tan fome dejar el final o lo mejor en blanco no me atraen así siempre pensando en ella que a los lectores
Marcela
5 capítulos van pasando y sigue comenzando a escribir la historia le voy a prestar una lapicera se ve que no le anda. Así la escriben de una vez
Marcela
Excelente
Eret Lopez
Dominic te dicen MI ALMA y YA QUIERES LA RECIDENCIA
Eret Lopez
Bárbara EL TE VA A CONQUISTAR A TI
Eret Lopez
Las PERSONAS LLEGAN a NUESTRA VIDA PARA DISFRUTAR y VALORAR LA VIDA
Eret Lopez
Bárbara está GUAPO y TIENE BUEN CULO AHORA FALTA que TE SEPA CONQUISTAR
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