En un mundo donde las tradiciones patriarcales dictan el poder, Arya Eryndor, la hija menor de una familia noble, lucha por demostrar que es digna de liderar su clan. Tildada de inútil y subestimada por sus tres hermanos mayores—Aric, Magnus y Kael—, Arya enfrenta conspiraciones internas y externas mientras intenta consolidar su posición como líder legítima.
Su vida da un giro inesperado cuando hereda una vasta fortuna y propiedades tras la muerte de un benefactor secreto, lo que le da los recursos para enfrentarse a sus enemigos y reconstruir la posición de su familia. Sin embargo, la traición dentro de los Eryndor no tarda en surgir, con Aric liderando los esfuerzos para desacreditarla y Magnus y Kael urdiendo planes que pondrán en peligro no solo su reputación, sino también su vida.
En medio de estas tensiones, Arya invita a Darian Arkavian, un enemigo histórico de los Eryndor, a un festival con la esperanza de negociar la paz y desarmar las hostilidades. Pero la llegada de Darian
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Prólogo: "El eco de los ausentes"
La mansión de los Eryndor se alzaba como una sombra majestuosa en el horizonte, testigo silenciosa de siglos de intriga, poder y sangre derramada en su nombre. Dentro de sus muros, los retratos de antiguos patriarcas miraban con severidad a todo aquel que se atreviera a cruzar sus puertas. No había espacio para la debilidad en una familia que dominaba un vasto territorio y cuya influencia llegaba incluso al trono.
Pero no todos los Eryndor compartían el privilegio de esa herencia.
A una niña, relegada al olvido, la llamaban "El error". Arya Eryndor, la más joven de los cuatro hermanos, había sido tildada de inútil desde su infancia. Nacida con una enfermedad que casi la mató en sus primeros años, su madre murió durante el parto, y su padre, un hombre obsesionado con el linaje, nunca perdonó su existencia. Creció entre sirvientes, escuchando susurros sobre su "maldición" y viendo cómo sus hermanos, Aric, Kael y Magnus, eran entrenados para ser guerreros y estrategas.
Una noche, sin embargo, el destino cambió las reglas.
El anciano patriarca, Lord Eryndor, falleció repentinamente durante una reunión familiar. Su última voluntad, contenida en un documento que ardía con el sello de su linaje, reveló algo que nadie esperaba: Arya, la hija despreciada, heredaría la fortuna, las tierras y el título principal de la familia.
El salón estalló en gritos.
—¡Esto es una burla! —rugió Magnus, el mayor, golpeando la mesa con su puño.
—Debe haber un error —dijo Kael, con una sonrisa cínica—. No puede ser que un anciano enloquecido otorgue todo a alguien que ni siquiera sabe montar un caballo.
Arya, sentada en la esquina más oscura, alzó la mirada. Por primera vez en años, sus ojos brillaban con algo más que resignación.
No dijo una palabra, pero en su mente comenzó a formarse una idea peligrosa: Quizá el destino me dio esta oportunidad para devolverle al mundo cada golpe que me ha dado.
La noticia de la herencia corrió como pólvora, no solo entre los Eryndor, sino también entre las familias rivales. En las tierras vecinas, los Arkavian, una casa cuyos ancestros habían jurado destruir a los Eryndor, veían la situación con una mezcla de diversión y curiosidad.
En la gran sala de los Arkavian, Darian, el heredero de la familia, escuchaba a su madre hablar con furia.
—Es una debilidad que no podemos permitir
—dijo Lady Arkavian, moviéndose como una fiera enjaulada—. Los Eryndor están fracturados. Es el momento perfecto para tomar lo que nos pertenece.
—¿Y qué sugieres? —preguntó Darian, con una sonrisa ladeada—. ¿Que declaremos la guerra porque una niña ahora lleva un título?
—No es una niña —replicó su madre—. Es la llave para destruirlos desde dentro.
Darian alzó una ceja, intrigado.
Mientras tanto, en la mansión Eryndor, Arya se encontraba en el centro de una tormenta. Sus hermanos no perdieron el tiempo y comenzaron a conspirar para despojarla del poder. Su nuevo estatus la colocaba en peligro, y lo sabía. Con la herencia llegaban enemigos, pero también aliados inesperados.
Esa noche, Arya se acercó al despacho de su difunto padre. Los documentos, sellados y escritos con precisión, le revelaron más de lo que imaginaba. No solo había heredado tierras y riquezas; había obtenido una llave a secretos que su familia había guardado durante generaciones. Entre ellos, el motivo de la caída de sus propios padres y la conexión con una guerra que aún ardía entre bastidores.
"Si voy a sobrevivir", pensó, "necesito algo más que dinero. Necesito aliados. Y si no puedo encontrarlos... los crearé".
Y así, comenzó a forjar un plan.