OH! MÍ GENERAL

Lale iba caminando por el lugar cuando de pronto sintió un golpe en la nuca y se desmayó. Cuando despertó se encontraba sentada y atada a una silla, viéndose rodeada de varios hombres.

—Así que está es la maldita niña que le ganó a mi hermano en un enfrentamiento... y por eso lo expulsaron de nuestras filas.— Comentó el líder de ese grupo.

Lale estaba asustada, su cuerpo había reaccionado por el simple hecho de sentirse acorralada. Nunca había estado en una situación tan peligrosa desde que llegó a ese mundo. —¿Quién se supone que eres tú?,— dijo Lale de forma molesta. —¿Acaso sabes quién soy yo?, ni siquiera tienen idea de con quién se están metiendo. Si valoran sus vidas y quieren conservarlas es mejor que me dejen ir.— Mencionó Lale de manera amenazante.

—Por favor, solo eres un niña pequeña que no sirve para nada, de seguro hiciste trampa para llegar hasta este lugar y hacer quedar en ridículo a mi hermano.— grito el líder de aquel grupo.

Lale agachó la cabeza y comenzó a llorar. —Lo siento, no quería que nadie saliera lastimado y mucho menos perjudicado por mi desempeño, pero era necesario ganar para poder estar a lado del general Edmond.

—Estás loca si crees que el general se va a fijar en ti, eres solo una plebeya que no sirve para nada. Tú jamás podrás estar a la altura de nuestro señor.— Concluyó el hombre.

—¿Qué harán conmigo?, estarán de acuerdo que quizás al general no le guste que traten así a su mejor soldado ahora, ¿verdad?.

—Por favor, pretendes creerte importante para nuestro señor, si solo eres un ser sin importancia que a nadie le importaría si desapareces.— Menciono aquel hombre, pero antes de que continuará hablando fue interrumpido por su general.—¿Que demonios significa esto?— pregunto el general muy enojado, pues le habían comentado que la nueva soldado no había regresado a su habitación y decidió ir a buscarla, claro que no estaba preocupado por ella sino que le preocupaban sus otros soldados.

—Señor, lo lamento es solo que está chica lo insulto y solo le estábamos dando una lección.— Se excuso de manera nerviosa el hombre.

Lale mantuvo la cara y vista agachadas dando a entender que ella no era culpable de lo que se le estaba acusando. Entonces...

—¡Liberenla ahora!. Y queda terminantemente prohibido atacar de alguna forma a esta chica. Es mi mejor soldado y ni ustedes ni nadie debe ponerse por encima de su rango a partir de hoy.— Replicó el general.

—Pero, señor eso no está bien. Darle un rango alto a una recién llegada lo hará ver cómo alguien que tiene favoritismo con las chicas.— El hombre mencionaba, pero no pudo terminar de reclamar pues el general le volteo la cara con un fuerte golpe en la misma.

—Que quedé claro que nadie debe cuestionar mis decisiones, además no creo que haya otro estúpido que se atreva a decir algo parecido a lo que acabo de escuchar.— Grito el general. —Soy el más poderoso de este imperio y quién se atreva ponerlo en duda, deberá enfrentarse a mí irá.

Nadie más dijo nada porque de pronto comenzó a hacer un frío insoportable y sí, era el poder del general lleno de irá. Lale ya liberada lo único que pudo hacer fue tocar la mano de su general para tratar de calmar ese enojo que sentía y fue tan sorprendente, ya que nadie había podido calmar al general cuando utilizaba su poder, incluso el mismo general se sorprendió porque en las manos de Lale encontró la calidez que el no podía sentir por si mismo.

—Te agradezco, pero si tan solo no te hubieras retrasado en ir a tu habitación y si lo hubieras hecho a tiempo, nada de esto habría sucedido.— Menciono el general algo disgustado. —Hay horarios que debemos cumplir y tú sobrepasaste el tiempo permitido entrenando. Debes de saber que eres la única mujer que se encontrará en mis filas, pero si sigues causando problemas no te voy a necesitar más. Quiero a gente que aporté solo cosas positivas, no problemas. Consideralo y decide.

El general se retiro y pidió que todos los presentes también se fueran a sus respectivas habitaciones, mientras que Lale solo pudo quedarse callada porque no se le permitió hablar y para ella era mejor porque no le gustaba dar excusas y no tenía manera de defenderse, pues su general tenía razón en todo lo que le dijo. Solo le quedó irse a su habitación y esperar a que llegara el día siguiente.

—Se supone que debo demostrar mi valía como soldado y lo primero que causó son problemas. No puede ser que ya me haya hecho de enemigos apenas llegué, pero esto no se quedará así. Nadie volverá a intimidarme de esa manera y haré que mi general este orgulloso de tenerme en sus filas.— Pensó Lale mientras caminaba para llegar a su habitación. —¡Ahora a dormir!, que ya mañana habrá otra oportunidad.