Nunca imaginé que una simple prueba de embarazo cambiaría mi vida para siempre. Mi nombre es Elizabeth, y hace unos meses, mi vida era completamente diferente. Trabajaba como asistente ejecutiva para Alexander, el CEO de una de las empresas más importantes del país. Alexander era todo lo que una mujer podría desear: inteligente, carismático y extremadamente atractivo. Nuestra relación comenzó de manera profesional, pero pronto se convirtió en algo más. Pasábamos largas horas juntos en la oficina, y poco a poco, la atracción entre nosotros se volvió innegable.Nuestra relación terminó abruptamente cuando Alexander decidió que era mejor para ambos si seguíamos caminos separados. Me dejó con el corazón roto y una promesa de no volver a cruzar nuestros caminos. Pero ahora, con un bebé en camino, mantener ese secreto se vuelve cada vez más difícil.Decidí no decirle nada a nadie, especialmente a él. No podía arriesgarme a que esta noticia se filtrara y arruinara su carrera.
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EL CONFLICTO [NO CONSEGUIRÁN LO QUE QUIEREN]
Elizabeth
El día del velorio de Daniel llegó con una profunda sensación de tristeza y una palpable tensión en el ambiente. La sala se encontraba repleta de amigos íntimos y algunos familiares que realmente lo apreciaban y lamentaban su partida. En ese momento tan difícil, María estaba a mi lado, apretando suavemente mi mano, brindándome su apoyo mientras juntos recibíamos las condolencias de aquellos que se acercaban.
Cada vez que una persona se aproximaba, me esforzaba por mantener la calma y la compostura, aunque el dolor era difícil de ocultar.
—Gracias por venir —le decía a cada uno de ellos, tratando de proyectar una fortaleza que en el fondo no sentía. Sus palabras de aliento y los abrazos reconfortantes eran un recordatorio del cariño que Daniel había cosechado en vida.
De manera inesperada, la puerta se abrió violentamente de par en par, y los familiares de Daniel hicieron su entrada. Era la primera vez que lo visitaban durante toda su enfermedad; únicamente se presentaban en momentos de necesidad económica. La simple visión de ellos me provocó un nudo en el estómago, una mezcla de ansiedad y desconfianza.
—Mira quiénes son —exclamó uno de ellos, esbozando una sonrisa cargada de sarcasmo—. La viuda desconsolada.
—¿Qué hacen aquí? —les pregunté, esforzándome por mantener la calma en mi voz a pesar de la creciente tensión que sentía.
—Venimos a despedirnos de Daniel, por supuesto —replicó otro, con un tono que dejaba ver claramente su desprecio.
—Nunca mostraron interés por él mientras estaba vivo —contesté, notando cómo la ira iba aumentando en mi interior—. Solo aparecían cuando querían algo de él.
—¡Ten cuidado con cómo nos hablas! —exclamó uno de ellos, acercándose a mí de manera amenazante—. Ahora todo lo relacionado con Daniel es de nuestra propiedad.
—Eso no es cierto, señor Mark —intervino María, colocándose entre nosotros—. Ella es la esposa legítima de Daniel. Todo lo que él poseía ahora le pertenece a ella.
—¿Esposa legítima? —se burló, con una sonrisa sarcástica en su rostro—. Me parece que será interesante ver la opinión de un abogado al respecto.
—No tienen nada que hacer aquí —respondí, alzando la voz con firmeza—. ¡Salgan de aquí!
—No estamos aquí para quedarnos —replicó, mientras se cruzaba de brazos, mostrando una actitud desafiante—. Estamos decididos a luchar por lo que nos pertenece.
—¿Acaso les pertenece algo de esto? Jajaja. ¡Lárguense de aquí! —exclamé, sintiendo cómo la ira comenzaba a apoderarse de mí—. ¡No tienen ningún derecho a estar aquí!
—Relájate, querida —intervino María, intentando calmarme—. No merece la pena que te alteres.
—¡No voy a calmarme! —respondí, con lágrimas de furia en los ojos—. ¡No dejaré que manchen la memoria de Daniel!
—Ya veremos quién tiene la razón —dijo uno de ellos antes de salir de la sala con una mirada desafiante.
María me abrazó mientras las lágrimas caían por mi cara. Sentía una mezcla de dolor y rabia que no podía controlar.
—Lamento mucho lo que estás sintiendo —comentó María, mientras acariciaba suavemente mi cabello con ternura—. No mereces atravesar por algo así.
—No puedo entender cómo pueden ser tan crueles —respondí entre sollozos, con la voz entrecortada—. Daniel no merece pasar por esto.
—Lo sé, querida —contestó María con un tono compasivo— Pero recuerda que estamos aquí a tu lado para brindarte nuestro apoyo. Le prometí a mi niño que cuidaria de ti.
En ese momento, Laura se acercó y me envolvió en un abrazo reconfortante.
—Estoy aquí contigo —dijo clara con firmeza—. No estás sola en esto.
—Gracias —respondí, sintiendo un leve alivio gracias a sus palabras.
El resto del velorio se desarrolló en un ambiente cargado de tensión y tristeza, pero al menos contaba con la compañía de mis amigos y de María, quienes se mantenían a mi lado en esos momentos tan difíciles. Tenía claro que, a pesar de las complicaciones que pudiera traer la batalla legal que se avecinaba, no estaba sola. A mi alrededor estaban las personas que realmente se preocupaban por mí y estaban dispuestas a brindarme su apoyo incondicional. Su presencia me proporcionaba un rayo de esperanza en medio del dolor.
Una vez que concluyó el velorio, decidimos reunirnos en casa para discutir qué acciones tomar después. María, Laura y yo nos acomodamos en la sala, buscando la mejor manera de afrontar esta difícil situación.
—Es indispensable que contemos con un buen abogado —comentó Laura de manera seria—. Necesitamos a alguien que sepa defender tus derechos y que nos guíe en este proceso.
—No te preocupes —respondió María de manera tranquilizadora—. Daniel se anticipó a esta situación y dejó todo preparado por si llegara a ocurrir. Su abogado tiene en su poder todos los documentos necesarios para que estés protegida.
—¿De verdad? —pregunté, sintiendo una mezcla de sorpresa e incredulidad.
—Sí —continuó María, con una mirada firme—. Daniel se esforzó por asegurarse de que tu bienestar estuviera garantizado. No tienes nada de que temer. Él sabía que algo como esto podría suceder, conocía perfectamente el tipo de personas que tiene como familia.
—Vamos a luchar por lo que es justo —dijo Laura, con determinación—. No permitiremos que esos buitres se salgan con la suya.
—Sí —respondí—. Le hice una promesa a Daniel y no tengo intención de romperla.—dije, sintiendo cómo una nueva fuerza brotaba en mi interior—. Vamos a luchar por Daniel y por su memoria.
La noche concluyó dejando en mí una sensación de esperanza renovada. Era consciente de que se avecinaban desafíos, pero también sabía que no estaba sola en este camino. Con el respaldo incondicional de María y Laura, me sentía preparada para afrontar lo que el futuro me deparara.
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