El Renacer De Sofia

¿Por qué siempre estás donde yo estoy?- Le pregunto tratando llevar la fiesta en paz.

- Querida que yo recuerde estaba aquí primero y la vez anterior también estaba primero, así que la pregunta es porque siempre llegas a donde yo estoy, ¿acaso me estás siguiendo?.

Me dice el desgraciado y aunque en parte tiene razón, yo solo quiero ahorcarlo, porque no es mi culpa, que siempre esté en el lugar al que llego.

- Acaba con tus ínfulas que no eres tan importante como para hacer algo como eso, ni siquiera sé quien eres, ¿para qué te seguiría?- Aunque gran parte es mi culpa, no le voy a dar el gusto de avergonzarme.

- Yo no te creo, mínimo eres como esas mujeres que solo buscan llamar mi atención.

Ya me canso este tipo, quien se cree que es, con toda la fuerza que tengo le pego una cachetada tan fuerte que mi mano termino doliendo, me sobo un poco para disminuir el dolor y trato de actuar como si nada, no quiero que vea que el golpe me lastimo la mano también, no creí que su rostro fuera tan fuerte casi puedo asegurar que a él no le dolió para nada.

Después de golpearlo decidí devolverme para la casa y dejarlo ahí solo, ya no tenía humor para nada y mi mano dolía mucho, apenas llegue mi nana al ver mi mano busco lo necesario para curarme y fuimos a mi habitación, ella hizo todo y me vendo la mano sin preguntarme nada, supongo que aún tenía mi cara de enojada y la verdad no quería hablar del tema por lo que agradezco que ella no hiciera preguntas.

- Listo mi niña, esperemos que tu mano se recupere rápido, recuerda que en tres días debes ir al palacio a reunirte con la emperatriz.

- Si nanita no te preocupes, esto seguramente para mañana ya se me quita.

- Esperemos que si mi niña, que descanses.

- Gracias nanita tú también descansa.

Cuando salió de mi habitación me cambie y me acosté, necesitaba descansar, la salida a la ciudad no salió como esperaba y por andar haciendo coraje ya ni pude comprar un vestido y tendré que volver a salir.

- AAAAAA, ¡todo es culpa de ese desvergonzado!

*Esteban*

Mi vida es un completo estrés, tengo 25 años, mi padre enfermo hace un año y para cuidar su salud decidió dejarme a cargo del ducado y hago muy bien mi trabajo, pero mi madre no se cansa de buscar señoritas para que me case, mantengo huyendo de mi casa cada que puedo, pero no logro evitar que las traiga, sabe que no me puedo ausentar por mucho tiempo y siempre que llego una nueva señorita me espera en la sala y como siempre solo puedo ahuyentarla.

- Buenos días señorita, si lo que quiere es un esposo rico y que cumpla todos sus caprichos, debe ir y buscarlo en otro lado, si me llegase a casar con usted no sería más que una esposa olvidada y sin dinero porque de mí no recibirá más que comida, no soy tan malo como para matarla de hambre.

- Ni siquiera me conoce, mi familia tiene.... (No la deje terminar, realmente me molesta su presencia)

- No necesito saber quien es usted ni que tan adinerada es su familia, yo soy un duque, mis padres son amigos de los emperadores, no necesito de su familia como se podrá dar cuenta.

- Esto lo sabrá mi padre.

- Sabe, eso es lo que más me molesta de las señoritas como usted, se valen de amenazas y cuando no les funciona van a llorarle a sus padres para que solucionen sus problemas, realmente no veo que pueda ofrecerme una mujer como usted.

Vi como se ponía a llorar y salía corriendo, su llanto no me produce más que fastidio, ni siquiera maduran y ya quieren buscar un marido, solo para que las mantenga. Al salir veo como mi madre me mira con desaprobación.

- Esteban, esa señorita salió corriendo mientras lloraba, no puedes ser un poco más sensible con las mujeres.

- Madre, si sabes como soy para qué las expones, ya te dije que no me voy a casar.

- Entonces tendré que hacerme cargo del ducado de nuevo, no pienso dejar que sigas de mujeriego y no sientes cabeza, además tu madre y yo ya queremos nietos.

No me di cuenta en que momento llego mi padre, pero lo que me dijo me dejo helado, qué demonios voy a hacer, no me pienso casar con una de esas interesadas y si no me caso me dejan sin nada.

Salgo echando chispas, necesito relajarme un rato y nada mejor que nadar en la laguna, ese es mi lugar favorito, siempre que puedo voy y descanso de todas las responsabilidades y los reclamos de mi familia.

Llevó un rato nadando, nunca viene nadie, entonces lo hago desnudo, es más relajante para mí, pero cuando salgo y me cambio me doy cuenta que alguien está escondido, me acerco más y noto que es una mujer, estaba por reclamarle cuando noto que no se ha dado cuenta de que la descubrí, parece sumida en sus pensamientos, por alguna razón es gracioso verla así, es que está acurrucada tratando de no ser visible.

En un momento nota que no hay nadie en el lago y respira profundo, decido llamar su atención tocando su hombro y casi pierdo mis tímpanos.

-¡AHHHH!

Parecía un conejo asustado y me dieron ganas de molestarla un poco

- ¿Puedo interpretar que a la señorita le gusta espiar a los hombres?

Su mirada dejó de ser la de un conejo asustando a ser la de un gato rabioso

- ¿Yo puedo interpretar que le gusta desnudarse en público?

Qué interesante, al parecer en su afán de defenderse, no se da cuenta que está en mi propiedad.

- Claro que no me desnudo en público, es usted la que se coló en mi propiedad y me observaba desnudo, yo no estoy en ningún lugar público.

Se pone roja automáticamente y yo solo la miro divertido

- Me perdí y llegué aquí, así que si me disculpas debo volver a mi casa.

Cuando vi que se daba la vuelta para irse, sentí el impulso de detenerla, cuando lo hice la acerque tanto a mí que no me pude contener y la bese, no puedo creer que se me ocurriera besarla, pero no me arrepiento, jamás me arrepentiré de este beso.

Como no me rechazo la seguí besando hasta que me tuve que separar por falta de aire.

- Ya me cobré el que me vieras desnudo.

Fue la única excusa que se me ocurrió y seguido de eso sentí una cachetada, realmente no dolió, pero qué osadía tiene de golpearme, acaso no sabe quién soy.

- Eres un imbécil, para que lo tengas claro, verte desnudo no es lo más interesante del mundo, sé que hay mejores cosas afuera para mí.

La vi irse muy enojada mientras yo pienso en ese maravilloso beso, definitivamente valió la pena ese golpe.

Al día siguiente me levanto pensando en ese beso, pero como siempre se arruina todo con la cantaleta de mi madre, salgo enojado y decido ir a visitar a la emperatriz, tengo una relación muy buena con la familia imperial, además la emperatriz es como una segunda madre para mí y tal vez me ayude a encontrarle una solución a este problema.