Santiago Jr. y Maggie se casaron en una noche de copas en Las Vegas. Ella desapareció después de la noche de bodas y Santiago Jr. comenzó a buscarla para corregir su error y divorciarse. Pero Maggie después de esconderse por meses viene dispuesta a sacarle a Santiago Jr. hasta el último dólar a cambio de darle su libertad.
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CAPÍTULO 6
Un nuevo día comenzó y Maggie trataba de librarse del oso koala que dormía con ella.
Derek se aferraba al cuerpo de Maggie con fuerza con la esperanza de que no lo dejara solo durante la madrugada.
Maggie sonrió al ver que la tierna escena se repetía una y otra vez. El brazo de su pequeño alrededor de su cuello y una manito apuñada sosteniendo un mechón de su cabello.
Maggie besaba el rostro de su pequeño y él sonreía dormido. Así ella lograba zafarse de sus cadenas de amor.
Ella se vistió a oscuras y tomó su bolso para salir de la habitación.
—¿Ya te vas? —se escuchó una voz detrás de ella.
Maggie sonrió y regresó a la cama, para besar la frente de su pequeño que estaba sentado frotando sus ojos.
—Si, amor. Voy a trabajar. Pórtate bien, Derek y cuida a tu abuela.
El pequeño le dio a su titi una tierna sonrisa, mientras asentía con la cabeza. Maggie salió de su habitación y caminó hasta la cocina. Ese delicioso aroma a café le indicaba que su madre estaba preparando el desayuno.
—Buenos días, Male. ¿Cómo amaneciste? —le preguntó la joven mientras tomaba una manzana de la nevera y le daba una pequeña mordida.
Magdalena observó a su hija con orgullo. Era su pequeña, pero también era una mujer incansable, luchadora. Capaz de todo por mantener a su familia a salvo.
—Buenos días. Maggie, ¿y tu koala?
Maggie no pudo evitar sonreír.
—Se quedó dormido. Cuídalo mucho.
—Sabes que no tienes que pedirlo. Daría mi vida por él.
Maggie abrazó a su mamá y besó su frente.
—Gracias por apoyarme siempre. No sé qué haría sin ti.
—No, Maggie. Yo soy quien le agradece a Dios por darme una hija tan maravillosa. Lástima que...
—Shhhh. No pienses en eso. Nosotros tres somos lo que queda de la familia Silver y los demás que se vayan al infierno.
Magdalena solo asintió con la cabeza y abrazó a su hija.
—Gracias, Maggie.
Maggie se despidió de su madre y salió hacia la calle. Ahí había un auto esperándola.
Mientras tanto, en la mansión Santoro un grupo de hombres se burlaban de uno de sus integrantes.
Santiago Jr. estaba realmente arrepentido de haberle contado a estos dos demonios la hazaña de su esposa.
—Ja, ja, ja. Pero, ¿te mostró el dedo del medio? Ja, ja, ja. De verdad que esa fea se las trae —le dijo el mafioso de juguete en un tono de burla.
—No es fea. —Susurró Santiago Jr. entre dientes y las carcajadas fueron más fuertes.
—¿Qué dijiste? —le preguntó Máximo Jr. entre risas. —Yo creo que aquí no va a ver divorcio. Más bien, deberíamos preparar una confirmación de votos o una boda por la iglesia.
—Ja, ja, ja! Par de idiotas. Dejen de burlarse, o ¿no se acuerdan de que sus víboras los tuvieron guindados por las bolas por más de un año?
Los dos menores borraron las sonrisas de sus rostros y se miraron entre sí.
—¡Víbora, tu abuela por parte de papá! —le gritó Christine que venía llegando, caminando tan rápido como su prominente barriga se lo permitía.
Santiago Jr. se acercó a ella y se agachó para besar su barriga.
—Ja, ja, ja. No seas grosera, Chris, ¿eso lo aprendiste en el convento? Ah no, verdad que ahora eres mundana.
—¡Ja, ja, ja! Eres un idiota. Ojalá y Maggie te deje desnudo.
Santiago Jr. sonreía y su piel se erizaba nada más de pensar que su altanera esposa se juntara con estas dos víboras y las brujas de Salem.
—Ustedes, deberían cooperar conmigo para pagar ese divorcio —dijo Santiago Jr. señalando a los menores —. O no. Mejor dicho, el vaticano debería pagarlo todo. Porque si se juntan estas mujeres, serían el apocalipsis.
—¡Ja, ja, ja! No seas tan malo con nosotras cuñis. —le dijo Luna que venía entrando—. No somos tan malas. Además, nosotras nos éramos a nosotras nos convirtieron —dijo Luna susurrando y señalando un retrato de Genoveva cuando era modelo, que estaba en la pared.
Todos comenzaron a reír y Santiago Jr. levantó sus manos en señal de rendición y salió hacia la calle.
Dimitri corrió tras él y lo alcanzó en su auto.
—Espera. Santi. Recuerda no firmar el divorcio hasta confirmar tus sospechas.
Santiago Jr. solo asintió mientras abrochó su cinturón, para encender su auto y salió de la mansión.
—¿Crees que debemos decirle a la abuela? —le preguntó Máximo Jr. al mafioso de juguete.
Dimitri negó con la cabeza.
—No, le prometimos a Santi guardar su secreto. Además, ya la abuela hizo bastante al quitar a Mara de su camino. Es hora de que Santiago Jr. se haga cargo de su vida.
—Sí, tienes razón. Además, Santi dijo que Maggie no es fea. Yo creo que van a ser una pareja muy divertida.
—Sí, lo compadezco. Ni con todo, su instructivo de Casanova va a poder luchar contra ella.
Los amigos se burlaron un poco más del ingenuo Santiago Jr. antes de regresar al interior de la mansión para reunirse con sus esposas.
Mientras tanto, Santiago Jr. fue al aeropuerto; ya tenía el nuevo destino de su escurridiza esposa. Ya tenía un hombre detrás de ella.
El celular de Santiago Jr. sonó y él sonrió al ver el número desconocido.
—Me extrañas. Esposa mía —dijo en un tono divertido.
—¿Esposa? ¿Ya me olvidaste, amor? —le preguntó la mujer al teléfono.
Santiago Jr. sintió un frío recorrer su espina dorsal. Hace más de un año que no escuchaba esa voz y se sentía tranquilo con eso. Se había acostumbrado a la ausencia de esa mujer en su vida. Pero al parecer su tranquilidad estaba en riesgo de desaparecer.
—¿Quién eres? —le preguntó, fingiendo desconocer su voz.
—¡Ja, ja, ja! Tan divertido como siempre. Ven a verme, o te quedarás viudo muy pronto, y créeme Santi que esta vez no fallaré.
Santiago Jr. miró la pantalla del teléfono como tratando de entender las palabras de la mujer. ¿está vez no fallaré? ¿A qué se refería?.