Liv está ansiosa por su 18º cumpleaños, pues ese día finalmente conocerá su verdadero destino: su alma gemela. Lo que no sabe es que, al cruzar ese camino, será marcada por tres posesivos Alfa que cambiarán su vida para siempre.
Ahora, Liv deberá lidiar con la inesperada obsesión de estos tres hombres enamorados de ella y descubrir la manera de domar esa pasión descontrolada, antes de que se convierta en algo más peligroso de lo que jamás imaginó.
NovelToon tiene autorización de Kai D'angel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 7
Liv narrando:
Con lágrimas corriendo por los ojos, salí de la habitación caminando hacia la cocina, con rabia. Al llegar allí, me apoyé en la pared y sollocé fuerte. ¿Por qué diablos tenía que ser ellos?
Estaban destinados a torturarme todos los días de mi vida, y ni siquiera me harían un favor aceptando mi rechazo.
Además de estar rabiosa con la naturaleza por haber hecho de ellos mis compañeros, también estaba irritada conmigo misma. Sabía que, aunque estuviera llena de rabia ahora, no tardaría mucho en enamorarme de toda su gentileza, cuando, en realidad, no lo merecían.
Así funciona el vínculo de compañerismo. Como ya estábamos conectados de alguna forma, era inevitable que eso sucediera.
Si me rodeaban y decidían marcarme contra mi voluntad, entonces habría terminado: estaría oficialmente atrapada. No había segunda oportunidad de compañero para mí hasta que ellos estuvieran muertos. Pasé las manos por mi cabello. Nunca me sentí tan atrapada en mi vida.
Quería tanto hacer que pagaran por todo lo que me hicieron, pero sabía que no podía. Otra cosa que ellos tampoco entendían es que, por más que intentaran conquistarme, yo estaba decidida a seguir mi mente, y no mi corazón. No era tan estúpida.
Después de llorar hasta quedarme sin lágrimas, continué con mi trabajo, que incluía limpiar y preparar el almuerzo para algunos de los miembros de mayor rango en la manada, ya que su desayuno ya había sido provisto.
Lavé los platos, limpié las ventanas y quité el polvo de todo lo que encontré sucio.
Al final de largas, cansativas horas de trabajo, estaba exhausta. Lo único en mi cabeza era abrazar mi cama. Sabía que no tendría dificultades para descansar, la Sra. Yvonne estaba de buen humor, con tal de que todas mis tareas estuvieran hechas.
Arrastré mi cuerpo de vuelta a los alojamientos de los empleados. Todo lo que podía pensar era en mi cama, pero, al llegar a la habitación, me di cuenta de que había desaparecido.
¡No solo mi cama, sino también mis cosas!
¡Todo!
Mi corazón dio un vuelco. ¿Acaso hice algo malo? ¿Me estaban echando?
Corrí fuera de la habitación, con el sueño completamente saliendo de mis ojos. Fui directo a la oficina de la Sra. Yvonne.
Mientras golpeaba la puerta, continué rezando al cielo para que no me estuvieran expulsando. ¿A dónde diablos iría? No conocía lugar alguno, a nadie.
La única persona que aún estaba viva en mi vida era mi padre, pero ¿dónde diablos podría encontrarlo después de que huyó años atrás, tan pronto como supo que mi madre estaba embarazada de mí?
—Entre —respondió, y yo giré el pomo, empujando la puerta inmediatamente.
—¿Hay un problema, Liv? —preguntó, mirando de vuelta a su mesa.
—¿Hice algo malo? —pregunté lentamente, esperando que dijera que no.
Su expresión cambió a un ceño fruncido.
—¿Terminaste tu trabajo hoy?
—Sí, terminé.
—Entonces, no hiciste nada malo. Si eso es todo, puedes irte. Tengo mucho que hacer en este momento —informó, nuevamente, mirando a su mesa.
—Acabo de descubrir que mis cosas fueron removidas de mi habitación, y me pregunté si hice algo malo. ¿Estoy siendo castigada por eso?
Sus ojos brillaron en comprensión al mirarme.
—Ah, no eres tú. No hiciste nada malo. Fue una orden de los hijos del Alfa —respondió.
—¿Que fuera expulsada?
Ella sacudió la cabeza.
—Pensé que ellos habían discutido eso contigo primero. De cualquier forma, pidieron que tus cosas fueran llevadas a una habitación en la mansión. Es allí donde vas a vivir ahora.
—¿Qué? —Mi mandíbula cayó.
¿Lo estaban tomando en serio ahora?
—No tienes idea de lo afortunada que eres. Una omega en la mansión.
Esa fue la primera cosa que ella notó: su expresión no dejó de mostrar lo extraño que encontró todo aquello.
—Pero yo no quiero eso. ¿Cómo puedo hacer para que mis cosas vuelvan a su lugar?
—Lo siento, Liv, pero tu habitación está siendo dada a nuestra nueva empleada.
—Espera, eso quiere decir...
—Sí, ya no necesitas trabajar tan duro. Lo único que debes preocuparte es en cuidar de los trillizos, ya que eres su empleada personal —dijo, brevemente.
Apreté los puños de rabia. ¿Realmente creían que, solo porque percibieron que podría estar sufriendo aquí abajo, me estaban haciendo un favor trayéndome a la mansión? No pensaron en eso cuando me hicieron sufrir durante años.
—Gracias —logré murmurar.
Se estaba haciendo tarde, pero me convencí a mí misma de que no volvería a la mansión, debido a lo que sucedió la última vez. Lo que planeaba hacer era dormir allí mismo en el suelo. Entonces, a la mañana siguiente, volvería y preguntaría por qué diablos hicieron eso.
Al llegar a la puerta de mi habitación, giré el pomo, pero no se abrió. Estaba cerrada. Sonreí frustrada. En ese momento, sentí que alguien debería tomar un arma y dispararme en la cabeza para acabar con todo.
Entré en frustración, pateando la puerta. No fue una, ni dos veces, sino varias, no con la intención de derribarla, sino de desahogar mi rabia.
—¡Puedes, por el amor de Dios, quedarte quieta, omega maldita! —gritó una de las empleadas de su habitación.
Suspiré, dándome cuenta de que estaba perturbando el sueño de otras personas. Fue ahí que percibí que realmente no tenía dónde dormir. El pensamiento me hizo rechinar los dientes de rabia.
Con esa irritación, salí de los alojamientos y me dirigí al campo abierto, sentándome en él. Parecía que el frío ya estaba esperando a que me acomodara, porque no tardó en comenzar a temblar.
No estaba bien vestida para el frío, y no tenía cómo hacer nada, tenía miedo de ir a la mansión, y nadie me prestaría un suéter en los alojamientos, por el odio que tenían por mí.
Envolviendo mis brazos con las manos, bufaba aire con los dientes cerrados. Sabía que pronto tendría que levantarme del monte y arrastrar mi trasero perezoso de vuelta a la mansión, derrotada.
—Sabes que no vas a conseguir dormir aquí, ¿verdad? —dijo mi loba.
Ignoré. No necesitaba a nadie más sumando a mi frustración.
—No entiendo. ¿Por qué diablos los... odias tanto?
Un nudo se formó en mi garganta, pero intenté al máximo no llorar.
—No tienes idea de lo que hicieron conmigo —hablé para mi loba.
—Pero siempre puedes perdonar.
—Olvida tu obsesión por ellos y comienza a prepararte para una segunda oportunidad de compañero, porque no hay cómo yo acabe con esos demonios.
—Pero no puedes tener una segunda oportunidad de compañero si ellos no aceptan tu rechazo, Liv —me recordó el hecho que yo ya sabía, lo que hizo que mi sangre hirviera.
Suspiré.
—Lo sé exactamente —murmuré en un susurro.
Miré hacia la mansión. No estaba tan lejos de ella, pero parecía estar tan distante de mí. Tuve dificultad incluso para salir de allí, aunque me estuviera muriendo de frío.
Estaba asustada, tengo que admitir, aún muy asustada de ellos. No podía confiar en ellos. Cada intento solo me hacía creer que era imposible que cambiaran algún día.
Me levanté del monte en el que me había escondido.
—Voy a intentar —dije alto, al contrario de lo que sentía por dentro.
Miré hacia la mansión como si fuera una cosa completamente nueva, una cosa que tenía miedo de enfrentar.
—Esa es mi chica —mi loba celebró animadamente.
—No porque quiero aceptarlos, sino porque necesito un lugar para dormir esta noche —solté, entonces, comencé a caminar en dirección a la mansión, con la esperanza de no cruzarme con ninguno de ellos esa noche.