Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Necesitamos hablar.
Salgo y el secretario me llama:
—Mañana, a esta misma hora, queda su cita, señorita Mía.
—Gracias, buen día.
La recepcionista me sonríe al pasar.
—Que le vaya bien, señorita.
—Gracias.
Salgo directo a mi carro, lo enciendo y... ¿qué es lo que acaba de pasar? Conduzco hacia mi departamento. Al llegar, escucho música fuerte; al entrar, Karla está en la cocina, bailando mientras cocina.
Miro hacia la ventana. Ya no está rota.
—Vinieron a repararla —me grita desde la cocina.
Dejo las cocas en el sillón y me siento, pasándome las manos por la cara.
—¿Qué ocurre? —me pregunta, preocupada.
Por primera vez siento que no tengo el control. No salió como lo planeé. Tomo una almohada del sillón y entierro la cara en ella.
—Mis padres quieren que vayas a la casa. Habrá una reunión y quieren que estés ahí esta noche. Ellos querían decírtelo, pero les dije que yo te avisaría... Creo que mejor les diré que no puedes. Nos quedamos viendo películas.
—Sí iré —respondo, y ella se sienta a mi lado.
—Mía, a veces me preocupa cómo te enfocas tanto en estas cosas. Te vas a enfermar.
—¿Qué cocinaste? —le pregunto, cambiando de tema.
—Mejor ordenamos comida... Se me quemó —dice, bajándole a la música.
La escucho hacer el pedido por teléfono. La comida llega, y comemos viendo una película. Mis ojos están en la pantalla, pero mi cabeza en otra parte.
Se hace tarde y Karla se va a su casa a arreglarse para la noche. Subo a mi cuarto, busco un vestido en el armario, me baño, me cambio y me arreglo. Cuando mi amiga me manda mensaje diciendo que ya me espera, salgo y abordo mi carro.
Llego, estaciono. Hay muchos autos afuera.
Entro, y todos voltean a verme.
—¡Llegó mi hermana! —grita Karla, corriendo a presentarme con varias personas. Sus padres también me saludan y me presentan con algunos invitados.
—La mitad de los invitados son arquitectos reconocidos, así que pueden compartir ideas —me dice su padre, y le sonrío amablemente.
Converso con uno de ellos cuando Karla corre a recibir a Miguel que acaba de llegar.
—No sabía que el señor Mauricio tuviera dos hijas —comenta el arquitecto con el que hablaba.
—Solo tiene una.
—Disculpe, escuché a la señorita Karla decir que es su hermana.
—Supe que usted dirigió el orfanato antiguo.
—Sí, así es, señorita. Fue cuando apenas empezaba y esta ciudad aún se regía por sí sola. No como ahora, que dependemos del empresario William Walker.
—Yo pienso lo contrario. Las obras antiguas no tienen buena estructura. Las actuales están más actualizadas.
—Eso no lo discuto, solo que esta ciudad le dio el poder a ese hombre... y ahora no saben cómo quitárselo.
—En fin, ¿acaba de llegar? Porque no la había visto antes —dice, y al voltear, veo a William rodeado de gente. Ahora entiendo por qué cambió tan bruscamente de tema.
—Sí, apenas llegué.
—¿De dónde es, señorita?
—Soy de...
No termino de responder porque Karla llega corriendo.
—¡Llegó el señor William! Recuerdas que querías hacer negocios con él, quizás puedas convencerlo —me dice, tomándome del brazo.
El señor con el que hablaba me mira con vergüenza por lo que había dicho de William.
—Mira quién vino —dice el padre de Karla.
Cuando volteo, es William, parado a unos pasos.
El señor con el que conversaba se disculpa y se aleja, pero noto la mirada que cruza con William al pasar a su lado.
—¿Cómo va la campaña y las votaciones para quitarme del puesto? —le pregunta William, irónico.
—Ya casi lo logro.
—Suerte con eso —le responde. Hay tensión entre ellos. William desvía la mirada hacia mí.
—Señor William, le presento a Mia. Es como una hija para nosotros —dice el padre de Karla.
—Mucho gusto, señorita Mia —dice él, con ese tono cínico que tanto le gusta usar.
—Mucho gusto, señor William —respondo con tono profesional.
—Los dejo. Seguro tienen mucho de qué hablar —dice el padre de Karla, alejándose.
—¿Por qué el señor con el que hablaba quiere quitarlo del puesto?
—Cuando no pueden controlar algo... ¿qué hacen? —me dice, y no sé si se refiere a él o a mí.
—Ok, ya entiendo.
—Así que la que estaba dormida en tu departamento esa vez... es la hija de Mauricio.
—Sí. Baja la voz —le digo, mirando que nadie haya escuchado.
—¿Cuál es el miedo?
—No es miedo, solo no quiero que la gente piense cosas que no son.
Se acerca más y me pone nerviosa.
—Señor William, quería comentarle sobre la construcción que haremos.
—Mía, no estoy aquí por negocios. Me gusta separar las cosas.
Desde lejos, Karla levanta los pulgares dándome ánimos. Miguel camina hacia nosotros, lo cual solo me pone más nerviosa.
—Con Miguel iremos al club. ¿Por qué no vienen ustedes también? —dice Karla, y le hago señas para que no insista. Ella solo se ríe.
—Yo puedo acompañarlos. El señor William, imagino, tiene muchos temas que tratar aquí —digo, buscando excusas.
—Como te dije, sé separar las cosas. Y ahora no estoy en la empresa para hablar de negocios.
—Bien, vamos —dice Karla, abrazándome. Nos despedimos de sus padres, que nos despiden contentos.
—Amiga, háblale. Tienes una oportunidad, no lo dejes ir. ¡Sáltale encima! ¿Sabes que se parece mucho al bombón de seguridad del día que Miguel me dio la cadera? Estaba oscuro, no lo vi bien…
—Karla, quiero trabajar con él profesionalmente. No quiero que la gente piense que me metí con él para que me eligiera.
—¿Era él… esa vez que festejamos?
—Sí.
Salimos y él camina hacia su carro.
—¡Mierda, era él! ¡Mira esos autos! —me dice Karla.
—Cierren la boca, se les cae la baba —dice Miguel, divertido.
—¡Ay, mi celosito! Primera vez que te veo así. ¿A poco no es hermoso? —le dice Karla, besándolo.
—El señor William los espera —dice un hombre trajeado, señalando el auto.
Caminamos hacia un carro que parece limosina. Karla entra con Miguel. Yo entro después... y no me queda más que sentarme junto a William.
—Señor William, mi amiga Mia es la mejor arquitecta. Siempre habla de usted. Es como su fan número uno —dice Karla, y yo le hago señas para que se calle.
—No lo sabía. Pero es bueno saberlo —responde él, con una sonrisa inflada de ego.
—Eso es mentira —le digo, negando con la cabeza.
—Es cierto, ¿verdad, Miguel? —dice Karla, y él asiente.
—Qué mentirosos son —respondo entrecerrando los ojos.
El auto se detiene. Abren la puerta para que mis amigos bajen. Yo intento seguirlos, pero William me sujeta del brazo, impidiéndolo.
—Necesitamos hablar —me dice, serio.
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