Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.
NovelToon tiene autorización de Zoilo Fuentes para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 6: UNA POSIBILIDAD ILÓGICA
—¡NOOOOOOOOO…! —gritó desesperadamente con su voz llena de angustia y confusión.
Horacio se despertó de un sueño vívido, con el corazón acelerado y la frente perlada de sudor. Se incorporó en la cama, respirando profundamente mientras intentaba calmarse. A su lado, en la mesita de noche, descansaba el antiguo reloj de bolsillo que le había regalado Don Irvin. Lo tomó en sus manos, observándolo con detenimiento bajo la tenue luz del amanecer que se filtraba por la ventana. Desde el día en que reparó ese reloj, sus sueños habían cambiado drásticamente. Cada noche, se encontraba en lugares y tiempos distintos, pero siempre con una sensación de realidad que lo dejaba perturbado al despertar. No podía ser una simple coincidencia.
Con sus manos temblorosas, Horacio abrió el reloj y fijó la vista en la inscripción del mismo. Las palabras parecían susurrarle secretos que él aún no podía comprender, entonces, se inclinó hacia adelante, acercando el reloj a su rostro.
—¿Qué eres realmente? —murmuró, como si el reloj pudiera responderle—. Desde el día que te encontré, mis sueños han cambiado. No puede ser una coincidencia.
Para su sorpresa, el reloj emitió un leve brillo dorado, como si respondiera a sus palabras. Horacio sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Podía ser que el reloj lo escuchara? ¿Era el causante de esos sueños tan vívidos?
—Sé que hay algo especial en ti —dijo con voz más firme—. Cada vez que sueño, siento que estoy en otro tiempo, en otro lugar. ¿Por qué?
El brillo del reloj se intensificó por un momento antes de volver a su estado normal. Horacio sintió una conexión profunda y una extraña sensación de déjà vu. Era como si ya hubiera vivido esos momentos antes, como si el reloj estuviera tratando de comunicarle algo importante.
—No sé cómo, pero estoy seguro de que tienes un propósito —continuó, decidido—. Encontraré la verdad.
Con cuidado, cerró el reloj y lo colocó de nuevo en la mesa de noche. Se levantó de la cama, decidido a continuar su investigación.
...🕰️🕰️🕰️...
Horacio emprendió su camino hacia el taller, donde las herramientas y los relojes aguardaban su experta atención, allí, su concentración le resultaba esquiva. Su mente vagaba incesantemente, buscando una estrategia que le permitiera desentrañar el misterio de sus sueños. ¿Existía alguna conexión entre esos sueños y el reloj? Necesitaba hallar una solución que le devolviera la paz nocturna, esa tranquilidad que tanto anhelaba recuperar.
En una esquina del taller, Irvin y Sofía estaban inmersos en una conversación seria. Irvin había estado leyendo una noticia en el periódico con un titular que afirmaba “Misteriosa enfermedad afecta a miles de homosexuales”.
—Mira esto, Sofía —dijo Don Irvin, frunciendo el ceño—. Parece que esa enfermedad está afectando principalmente a los homosexuales. No me sorprende, con su estilo de vida… La verdad, no entiendo cómo dos hombres pueden gustarse e irse a la cama.
Sofía, visiblemente incómoda, lo interrumpió:
— Irvin, no creo que sea justo hablar así. Nadie merece sufrir una enfermedad, sin importar su orientación sexual. Además, no sabemos lo suficiente sobre el SIDA como para culpar a alguien. Y en cuanto a que dos hombres se gusten, el amor y la atracción son sentimientos complejos que no siempre podemos entender, pero eso no los hace menos válidos.
En ese momento, Horacio, que se acercaba hacia ellos, no pudo evitar escuchar el comentario de Irvin y mostrar su desagrado al respecto. Decidió intervenir con calma pero con firmeza:
—Don Irvin, entiendo que pueda ser difícil comprender algo que es diferente a lo que estamos acostumbrados, pero todos merecemos respeto y dignidad, sin importar a quién amemos. La enfermedad no discrimina, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
Sofía asintió, agradecida por el apoyo de Horacio, mientras Irvin, visiblemente afectado por las palabras de ambos, reflexionaba sobre sus propios prejuicios.
—Tienen razón. Supongo que es fácil dejarse llevar por los prejuicios. Es importante recordar que todos somos humanos y merecemos compasión y apoyo, especialmente en tiempos difíciles.
Horacio, después de haber defendido su punto de vista, tomó un respiro y dijo:
—Don Irvin, también quería pedirle un favor. Necesito ausentarme esta tarde para resolver una situación personal. ¿Sería posible?
Irvin, aún reflexionando sobre la conversación anterior, asintió lentamente.
—Claro, Horacio. Tómate el tiempo que necesites. Además, te lo mereces por ser un trabajador tan dedicado y responsable.
Sofía sonrió, feliz de haberle regresado la cordura a su “gruñoncito”, como cariñosamente le decía a Irvin.
Horacio agradeció a Irvin y se dirigió a su estación de trabajo para terminar algunas tareas antes de irse. Mientras trabajaba, sus pensamientos volvían a la situación que debía resolver. Decidió que era hora de investigar más a fondo y, para ello, necesitaba consultar algunos libros antiguos y registros en la Biblioteca local de Villa Real.
...🕰️🕰️🕰️...
Esa tarde, Horacio caminaba hacia la biblioteca con el corazón lleno de expectativas y la mente absorta en pensamientos. El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, bañando las calles de Villa Real con una cálida luz dorada. Al entrar, el aroma a libros antiguos y el suave murmullo de las páginas al pasar lo envolvieron, dándole una sensación de paz.
En la sección de historia, Isabella estaba de pie en una escalera, organizando unos libros en los estantes superiores. Su cabello oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con la luz del sol que se filtraba por las ventanas. Al escuchar los pasos de Horacio, se giró y le sonrió.
—¡Hola, Horacio! —dijo Isabella, bajando de la escalera—. ¿Qué te trae por aquí hoy?
Horacio, con una mezcla de emoción y urgencia en su voz, respondió:
—Hola, Isabella. Necesito tu ayuda. Debo investigar sobre un reloj antiguo que me ha regalado Don Irvin. Creo que podría estar relacionado con los sueños extraños que me torturan cada noche, pero necesito más información para confirmarlo.
Isabella arqueó una ceja, intrigada.
—Vamos, creo que sé exactamente dónde buscar. Sígueme.
Guiando a Horacio a través de los pasillos de la biblioteca, Isabella lo llevó a una sección de libros antiguos y manuscritos. Los estantes estaban llenos de volúmenes encuadernados en cuero y pergaminos amarillentos por el tiempo. Isabella comenzó a buscar entre los libros, sacando algunos que parecían prometedores.
—Aquí tenemos algunos libros sobre relojeros famosos de la región —dijo, entregándole un par de volúmenes a Horacio—. Y estos manuscritos podrían contener información sobre técnicas de relojería antigua.
Horacio tomó los libros con gratitud.
—Gracias, Isabella. No sé qué haría sin tu ayuda.
Isabella sonrió y se sentó a su lado.
—No hay de qué, Horacio, me encanta ayudarte. Además, siempre es un placer verte por aquí.
Pasaron las siguientes horas inmersos en los libros, leyendo sobre la historia de la relojería. De repente, Isabella exclamó:
—¡Mira esto! Encontré una referencia a relojes similares creados por un alquimista del siglo XVIII, conocido por sus experimentos con el tiempo. Parece que este alquimista, llamado Eldric Thalmar se hizo famoso por haber creado relojes que eran capaces de sincronizarse con los sueños de su portador, permitiéndole viajar a través del tiempo en sus sueños. Según leo, esos relojes solo se activaban cuando encontraban a alguien con una conexión especial con el tiempo.
Isabella continuó leyendo en voz alta, con un tono lleno de curiosidad y asombro.
—Aunque el libro menciona que no hay pruebas documentadas que respalden esta teoría, sugiere que podría ser una posibilidad. Quizá sea una idea difícil de creer, pero no deja de ser una posibilidad —dijo, con sus ojos brillando con la emoción del descubrimiento.
Horacio se inclinó sobre el libro, leyendo con avidez.
—Esto es increíble. ¿Crees que podríamos encontrar más información sobre él?
Isabella asintió.
—Mi padre tenía un libro sobre Eldric Thalmar. Estoy segura de que podría contener más detalles sobre sus relojes y sus experimentos. Prometo buscarlo en casa y llevártelo mañana al taller.
Horacio sonrió, sintiendo una oleada de gratitud.
—Gracias, Isabella. Esto significa mucho.
Esa tarde, en la biblioteca, se había abierto una puerta a un mundo de posibilidades y, aunque lo leído en aquel libro le parecía una idea absurda y carente de toda lógica, Horacio decidió mantener su mente abierta en su afán por encontrar respuestas que le permitieran esclarecer su destino, comprendió que a veces las soluciones más inesperadas podían surgir de las teorías más inverosímiles.
Que emoción