Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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La gran ruta de la niebla
El sol apenas se levantaba sobre el horizonte, proyectando tonos dorados y anaranjados en las aguas del océano. El puerto del Consejo de los Siete Mares bullía de actividad mientras Doria, Dolía, Uriel y Kora ultimaban los preparativos para zarpar en el nuevo barco que les había proporcionado el Consejo. Era una embarcación impresionante, con velas negras que ondeaban con majestuosidad al viento y un casco reforzado que podía soportar los embates más duros del mar. Daniel, ahora en el cuerpo de Steven, observaba desde la cubierta con una mezcla de inquietud y emoción.
El Consejo había sido claro: tenían que encontrar a Naou (Josh) antes de que los ex tripulantes del verdadero Naou lo utilizaran como pieza clave en sus propios planes. La Gran Ruta de la Niebla era peligrosa, una extensión de océano perpetuamente cubierta por densas neblinas donde la visión se reducía a casi nada, y donde se decía que criaturas misteriosas acechaban en la penumbra.
—¿Estamos listos para zarpar? —preguntó Daniel, tratando de sonar como el imponente capitán Steven, aunque el tono de su voz temblaba ligeramente.
—Listos, capitán —respondió Uriel, hombre de expresión divertida, con un parche en el ojo izquierdo y una daga siempre al alcance de su mano. Era un reparador eficaz, y aunque no lo decía en voz alta, siempre tenía miedo de Steven desde su regreso.
—El barco está en óptimas condiciones, las armas listas, y tenemos provisiones para semanas —agregó Dolía, la joven de cabello amarillo que siempre se movía con una mezcla de eficiencia y elegancia.
Kora, el rival de Naou, permanecía en silencio, apoyado contra el mástil principal con los brazos cruzados. Su figura intimidante y su constante expresión de desprecio no pasaban desapercibidas. No estaba allí por lealtad, sino por su propio interés: si alguien iba a derrotar a Naou, sería él, aunque algo en su mirada delataba que todavía no confiaba en el resto de la tripulación.
—Zarpamos entonces —ordenó Daniel, tratando de mantener la fachada de autoridad.
El barco se deslizó fuera del puerto, internándose en aguas cada vez más profundas.
La Preparación para la Ruta de la Niebla
Horas después de zarpar, el ambiente se volvió tenso mientras se acercaban a la Gran Ruta de la Niebla. La temperatura descendió, y una bruma espesa comenzó a cubrir el horizonte. Dolía y Doria trabajaban juntas revisando los mapas y las instrucciones proporcionadas por el Consejo.
—Este es el punto donde comienza la ruta —dijo Dolía, señalando un lugar marcado con un símbolo de advertencia en el mapa—. A partir de aquí, dependemos del instinto y la navegación. La brújula no funciona en esta zona.
—Y tampoco la lógica —añadió Uriel, mirando al frente—. Hay relatos de barcos que han entrado y nunca han salido.
Mientras tanto, Daniel se encontraba en la proa del barco, observando las aguas con una mezcla de fascinación y temor. No podía dejar de pensar en lo que había dicho Doria sobre el uso del aura, Un capitán era reconocido por su fuerza física, sino también por su dominio del aura, al igual que sus tripulantes
Había escuchado historias de cómo el aura podía ser usada para intimidar, proteger o incluso atacar, pero no tenía idea de cómo canalizar ese poder. Trató de concentrarse, cerrando los ojos e imaginando que su energía fluía a través de su cuerpo, pero no sintió nada más que frustración.
—¿Qué estás haciendo, capitán? —preguntó Kora, acercándose sigilosamente.
Daniel se sobresaltó y trató de disimular.
—Nada importante, solo... pensando en nuestra estrategia.
Kora arqueó una ceja.
—Pensé que Steven no necesitaba estrategias. Él siempre confiaba en su fuerza y en su aura. ¿Qué pasa? ¿Acaso temes enfrentarte a los ex tripulantes de Naou?
El tono desafiante de Kora hizo que Daniel apretara los puños. Sabía que no podía admitir su ignorancia, pero también sabía que no podía engañar a alguien tan perspicaz como Kora por mucho tiempo.
—No temo a nadie —respondió Daniel finalmente, con la voz firme, aunque su interior temblaba.
Kora lo observó en silencio durante unos segundos, luego sonrió de manera sarcástica y se alejó.
La Entrada a la Niebla
Cuando finalmente llegaron al borde de la Gran Ruta de la Niebla, la tensión era palpable. La visibilidad se redujo a unos pocos metros, y el silencio se rompía solo por el crujir de la madera del barco y el sonido de las olas.
—Manténganse alerta —ordenó Daniel, aunque él mismo no sabía exactamente qué esperar.
Mientras navegaban, sombras extrañas parecían moverse entre la bruma, pero nunca lo suficientemente cerca como para distinguir qué eran. A veces, se escuchaban ruidos que parecían risas o susurros, pero cuando la tripulación se giraba para buscar la fuente, no encontraban nada.
—Esas son las criaturas de las que hablan las leyendas —susurró Doria, aferrándose a su espada—. No se acercan a menos que detecten miedo.
—Pues entonces no tengas miedo —respondió Dolía, tratando de sonar segura, aunque su tono temblaba ligeramente.
El Primer Encuentro
Horas después, mientras atravesaban un estrecho corredor entre densas formaciones rocosas, el barco se detuvo de repente.
—¿Qué ocurre? —preguntó Daniel, corriendo hacia la cubierta.
—Algo está bloqueando el timón —informó Uriel, quien había descendido a revisar.
Antes de que pudieran reaccionar, una figura apareció entre la niebla. Era un hombre de mediana edad, con una barba descuidada y un parche en el ojo derecho. Su sonrisa era maliciosa, y sus ropas estaban gastadas pero aún mostraban signos de haber pertenecido a la tripulación de Naou.
—Así que ustedes son los que buscan a nuestro antiguo capitán, ¿eh? —dijo, su voz resonando en la niebla como un eco siniestro.
Doria dio un paso al frente, desenvainando su espada.
—¿Dónde está Naou?
El hombre rio, un sonido que envió escalofríos por la columna de todos.
—¿Creen que simplemente se los entregaríamos? Si quieren llegar a él, tendrán que enfrentarse a nosotros primero.
De las sombras surgieron más figuras, cada una con una expresión feroz y armas en mano. La tripulación de Naou estaba allí, lista para proteger su territorio.
—¡Prepárense para luchar! —gritó Kora, desenvainando su propia espada con una mirada decidida.
Daniel tragó saliva, sabiendo que este era el momento en el que debía demostrar su capacidad como Steven.
La Batalla Comienza
La batalla fue caótica desde el inicio. Las sombras de la niebla dificultaban distinguir amigo de enemigo, y los gritos y el choque de espadas resonaban en todas direcciones.
Doria y Dolía luchaban espalda con espalda, sus movimientos coordinados mostrando la experiencia que tenían como guerreras. Uriel se movía con precisión, utilizando su daga para desarmar a sus enemigos antes de derribarlos.
Mientras tanto, Daniel se enfrentaba a un oponente que claramente lo subestimaba. Aunque su cuerpo era fuerte, sus movimientos eran torpes, y cada golpe que daba parecía descoordinado.
—¿Qué te pasa, Steven? —gritó Kora mientras luchaba contra dos hombres al mismo tiempo—. ¿Acaso olvidaste cómo luchar?
Daniel apretó los dientes, tratando de concentrarse. Sabía que debía encontrar una manera de usar el aura, pero el miedo y la inseguridad lo paralizaban.
De repente, sintió una mano en su hombro. Era Dolía.
—Capitán, confíe en su instinto. El aura no es algo que se piensa, es algo que se siente.
Sus palabras resonaron en su mente, y por primera vez, Daniel dejó de intentar forzar el poder. Cerró los ojos y se concentró en su respiración, dejando que la energía fluyera naturalmente.
Cuando abrió los ojos, una luz tenue lo rodeaba, y sus movimientos se volvieron más fluidos. Con un solo golpe, desarmó a su oponente, enviándolo al suelo con facilidad.
La batalla continuó, pero ahora la tripulación tenía la ventaja. Al final, los enemigos restantes huyeron, perdiéndose en la niebla.
—Bien hecho, capitán —dijo Uriel, aunque su tono aún tenía un dejo de duda.
Daniel sentía algo caliente recorrer su cuerpo, no sabia como lo había logrado, pero no duró mucho, al instante se desapareció el aura pero por lo menos ya se habían acabado los rivales