León es un reconocido diseñador de modas, famoso por su elegancia y su estilo impecable, un hombre dandi que vive rodeado de lujo y sofisticación. Su reputación como un hombre delicado y perfeccionista lo ha llevado a ser considerado gay .
Todo cambia cuando Sophia, una joven asistente recién llegada, entra en su vida , que cautiva a León de una manera que jamás había experimentado. Aunque ella parece un "bombón " su encanto va más allá de lo físico, y su aura de frescura e ingenuidad pone a León al borde de la desesperación.
A medida que trabajan juntos, la tensión entre ambos crece, una mezcla de deseo reprimido y una conexión que desafía las expectativas de ambos.
NovelToon tiene autorización de Pretty Savage 19 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4: La Sorpresa de Emperatriz
León estaba inmerso en una reunión importante con varios de sus colaboradores. Las discusiones sobre la nueva colección de primavera estaban en su punto más álgido, y aunque su mente estaba completamente enfocada en los detalles de los diseños, algo le rondaba en la cabeza. Había algo en la atmósfera que lo mantenía inquieto, como si algo estuviera fuera de lugar, pero no sabía exactamente qué.
Mientras tanto, en el estudio, Sophia se encontraba sola, observando las telas y los bocetos que León había dejado sobre la mesa. Había algo en ese lugar que la inspiraba, una energía creativa que la hacía sentirse más conectada con la moda de lo que jamás imaginó. Estaba tan concentrada en su trabajo que no se dio cuenta de que Emperatriz, la gata persa de León, la observaba desde una esquina, con sus ojos grandes y penetrantes, como si estuviera evaluando si Sophia era digna de su atención.
De repente, Emperatriz saltó sobre la mesa, caminando con esa elegancia característica, y se posó cerca de Sophia, mirando su taza de café con una ligera desconfianza. Sophia, sorprendida por la presencia de la gata, la miró con curiosidad.
—¿Qué pasa, Emperatriz? —preguntó en tono suave, aunque sabía que no esperaba respuesta. La gata, sin embargo, parecía inquieta, moviendo sus patas como si no estuviera segura de qué hacer.
Al ver que la gata no se apartaba, Sophia decidió tomarla en brazos. La gata, acostumbrada a que León la cargara, se mostró algo reacia al principio, arqueando su espalda con una actitud altiva. Sin embargo, ante la calma de Sophia y su gesto suave, Emperatriz se dejó llevar, resignándose a la situación.
—No te preocupes, no te haré daño —murmuró Sophia, sonriendo mientras acariciaba el suave pelaje blanco de la gata. Emperatriz, aunque claramente no encantada con la situación, se acomodó en sus brazos con un suspiro casi imperceptible.
Para distraer a la gata, Sophia miró alrededor y, al ver un pequeño juguete de ratón en la mesa, lo tomó y lo agitó suavemente frente a Emperatriz. La gata, con su mirada distante y altiva, observó el juguete por un momento, y luego, algo increíble sucedió: sus ojos brillaron con una chispa de interés. De repente, y sin previo aviso, Emperatriz saltó de los brazos de Sophia y comenzó a jugar con el ratón de juguete, persiguiéndolo con una agilidad que sorprendió a la joven.
Sophia observaba fascinada cómo la gata, usualmente tan digna y tranquila, se transformaba en una felina juguetona, correteando por el estudio, saltando y moviéndose como cualquier gato común. Sophia no podía evitar reírse al ver a Emperatriz comportándose de una manera tan… normal. La gata, que siempre había sido una figura de autoridad en el estudio, ahora parecía un gato de lo más común, jugando con su juguete con una energía y entusiasmo que no se esperaba de ella.
El sonido de la puerta del estudio se abrió y León entró, justo en el momento en que Emperatriz, con su juguete entre las patas, se tumbaba sobre el suelo para descansar, mirando a Sophia con una expresión de satisfacción.
León, al ver la escena, se detuvo en seco, sorprendido. Emperatriz, su gata persa, estaba jugando como un gato común y corriente. No podía creer lo que veía. La gata, que siempre había sido tan seria, tan reservada, ahora estaba recostada sobre el suelo, jugueteando felizmente.
Sophia, al notar la presencia de León, levantó la vista, y con una sonrisa traviesa, le dijo:
—Parece que Emperatriz se ha dejado llevar por el momento.
León frunció el ceño, sin poder evitar una sonrisa. Se acercó lentamente, observando a su gata con una mezcla de asombro y diversión. No estaba acostumbrado a ver a Emperatriz tan… relajada. Era como si todo su mundo de elegancia y perfección se hubiera desmoronado por un momento, dejándola ser simplemente una gata juguetona.
—Nunca la había visto así —admitió León, su tono de voz ligeramente sorprendido. —Es… inusual.
Sophia se encogió de hombros, todavía riendo suavemente mientras observaba a Emperatriz.
—Supongo que todos tienen un lado oculto, incluso las reinas.
León la miró, sus ojos oscilando entre la gata y Sophia. Había algo en ella, algo que parecía romper las barreras que él había construido a su alrededor. No solo había transformado su estilo, sino que ahora parecía tener la capacidad de hacer que incluso Emperatriz, la gata más orgullosa y distante, se relajara.
Emperatriz, al ver que León se acercaba, dejó caer el ratón de juguete y se levantó, caminando hacia él con una actitud majestuosa, como si todo lo que había sucedido fuera parte de un plan maestro. León la miró con una sonrisa pequeña, acariciando su cabeza.
—Bueno, parece que has encontrado a tu nueva amiga —dijo, mirando a Sophia con una mirada que, por un momento, parecía más cálida de lo habitual.
Sophia, aunque aún sonriendo por la sorpresa, sintió una pequeña chispa de satisfacción. Había logrado algo con Emperatriz, y eso, de alguna manera, le hizo sentirse un poco más cerca de León.