La Gavia una emblemática hacienda llena de historia cerca de la capital del país, la cual solo puede ser heredada por un Sámano. A veces pensamos que es solo casualidad que sucedan los mismos infortunios para el heredero, terminando solo y consagrado a favor de mantenerla en pie. Es la segunda parte de La gavia, aquí conoceremos el destino de Matías Sámano. Sobre todo las decisiones y el cambio de Cecilia. También la traición y el engaño de parte del esposo de Cecilia, creando una enemistad con otra familia importante de la comunidad. En la guerra y el amor todo es posible, es ahí donde nace el amor entre Matías y Paulina. Sin saber el porqué de la rivalidad entre sus familias. Poco a poco quedará al descubierto la causa del conflicto entre ellos.
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Se terminó lo nuestro
Capítulo 4
Alejandro fue sometido a cirugía, días después volvía a su casa. Junto a su esposa e hijos, en ese momento se dio cuenta que se había equivocado al tener una relación extramarital. Cecilia demostró con hechos que era su esposa y su fiel compañera, se pasó día a día cuidando de el. En cuanto a Cecilia el saber que estaba a punto de perderlo como a Said, la hizo reflexionar sobre su matrimonio. Así que le dio un voto de confianza a su esposo. Ella ignoraba que su esposo había tenido una segunda vida.
—¿Cómo te sientes? Me alegra verte listo para tus actividades.—preguntó Cecilia
—Ya mejor cariño.—respondía Alejandro mientras Cecilia lo besaba
—Me alegra saber que estás bien, tuve tanto miedo de perderte. Aunque sigo sin entender ¿cómo sucedió?—pregunto
—Venía de regreso de Ojo de Agua cuando sentí el disparo aún así cabalgué pero no observé a nadie.—respondió
—Esa misma noche asaltaron y asesinaron a nuestro vecino, Heriberto Rivera. Supongo que fue la misma persona que te agredió a ti, hay cada asesino rondando.—dijo Cecilia, en ese momento observó que Alejandro se puso nervioso.
—tal vez deberíamos de tener más seguridad en este camino.—sugirió
—Por cierto Heriberto estaba en tu hacienda, o por lo menos eso dijo don Severiano tu capataz. Así que de ahora en adelante será prudente que tengas un escolta, no quiero que mi Alejandro también se quede sin su padre como mi Matías. Recuerda que no eres mi empleado también eres el señor de esta casa. Y sabes bien que todos te respetan y obedecen, este o no presente.—le recordaba Cecilia mientras se volvía más cariñosa con el
—Me gusta tenerte cerca, ansiaba tus caricias. No dudes que eres la mujer que amo.—expresaba mientras Cecilia se acercaba para besarlo
Alejandro fue a los corrales a supervisar el ganado, Julio seguía a cargo de su bienestar, ya que era el veterinario de confianza, aunque Alejandro no le agradaba seguía siendo leal a Cecilia.
—Julio, ¿Qué tal todo?—pregunto
—Están listas de hecho ya tienen sus aretes para su venta, con el nuevo alimento que les dimos darán carne de calidad. Eso le va a gustar a Cecilia.—respondió
—Excelente, siempre haces un buen trabajo.—lo felicitaba
—Y tú, ¿cómo te sientes? No debe ser fácil recibir un disparo.—insinuaba
—No no fue fácil, pero me motivó que mi esposa estuviera a mi lado. No sé qué haría si la perdiera.—respondió
—Cecilia es una gran mujer, cuida siempre de su familia. Por cierto hace unos días me encontré en la entrada de la gavia a la viuda de Heriberto. Se veía desesperada, venía a buscarte también pregunto por tu salud. Le dije que esa información era confidencial, que esperara a Cecilia si quería hablar sobre tu estado. Tal vez vino porque tu esposa envió flores para el funeral de Heriberto y el apoyo económico que se les da a los socios de la empacadora.—le decía
—La verdad no tengo idea, si tal vez buscaba a mi esposa para agradecerle.—respondió todo incómodo, Julio sospechaba de él.
Cecilia estaba en el despacho, revisando los detalles para la escuela donde entraría Matías y Mariana a estudiar. Su tía Margarita se mudaría a la capital para que Matías y Mariana su sobrina tuvieran la mejor educación. De pronto escuchó llorar a Alejandro, aún era pequeño de seguro quería comer. Salió del despacho para dirigirse hasta la habitación de su pequeño hijo. Cuando se encontró con su esposo que iba de salida.
—¿A dónde vas mi vida?—preguntó Cecilia
—Voy a Ojo de Agua, debo hablar con Severiano de todos los pendientes.—respondió
—No te preocupes nos encargamos de ello, todo está al día. Voy por el pequeño Alejandro y te acompañamos.—sugirió
—No mi vida tienes cosas que hacer aquí. Voy y vengo, no me tardo. Quiero estar contigo toda la tarde y noche.—decía
—Esta bien, no tardes. Recuerda llevarte al escolta. No vayan a tratar de atacarte de nuevo.—decía Cecilia
—Estaré bien, si me lo llevaré. Te amo con todo mi ser.—le juraba mientras la besaba
Cecilia había quitado las barreras con su esposo, ahora se dedicaría a su matrimonio en cuerpo y alma. A pesar de la sugerencia Alejandro salió solo, iba a buscar a Romina que se estaba convirtiendo en una amenaza. Llamó a la puerta de la casa de Heriberto, abrió la puerta Natalia.
—¿Qué hace usted aquí? Váyase—decía Natalia
—Vengo a hablar con Romina.—respondió mientras empujaba a Natalia para entrar.—así que llámala, lo que tengo que hablar con ella no es asunto tuyo.—dejó claro Alejandro
—El que tú estés aquí mancha aún más la memoria de Heriberto, eres el culpable de su muerte.—le reclamaba Natalia, él la sujetó del brazo
—Te equivocas, la asesina es tu hermana. Así que limítate a llamarla.—dijo Alejandro y la empujó
Natalia subió de inmediato a buscar a Romina, que aún estaba en pijama y fumaba mientras estaba hundida en la culpa.
—Te busca tu amante.—lo anunció
—De verdad está aquí, hazlo pasar.—dijo Romina emocionada
—No tienes límites, ahora te vas a revolcar con él en la casa de tu esposo.—le reclamaba
—No es tu asunto, soy la dueña de esta casa y yo pongo las reglas.—respondió Romina indignada
—No olvides que esta casa es de Paulina, debes tener un poco de respeto por tu hija.—insistía
—Haz lo que se te dice, antes de que te corra de aquí.—decía Romina
Natalia no tuvo más opción que obedecer, aunque para ella era una abominación que estuviera ese hombre ahí . No podía contradecirla ya que para Romina ella era solo un estorbo. Alejandro subió para buscarla, en cuanto ella lo vio se arrojó a sus brazos y lo llenaba de besos.
—Basta, no vine a eso. Vine a decirte que lo nuestro se terminó te lo dije la última vez, jamás dejaré a mi esposa y a mis hijos por ti.—le aclaraba Alejandro
—No me digas eso por favor, está bien si no la quieres dejar lo entiendo, pero quédate conmigo Cecilia jamás se va a enterar de lo nuestro, te adoro no puedo vivir sin ti.—insistía desesperaba mientras seguía besándolo
—Eres muy hermosa y apasionada, pero amo a mi esposa. Y después de todo lo ocurrido me voy a consagrar solo a ella. Así que rehace tu vida y no te vuelvas a acercar a mi.—dijo Alejandro y la empujó, ella se arrojó sus pies para rogarle pero siguió su camino
—Lo que amas de ella es su dinero, yo te amo no me dejes, Alejandro!—gritaba Romina mientras seguía en el piso
Alejandro se despidió de Natalia mientras ella cargaba a la pequeña Paulina, ella sentía mucho coraje por ver a su hermana sufrir, pero era castigo lo que Romina estaba recibiendo por su pecado.