Héroes: Parte Uno

Un mes después de la primera prueba, Junior, Johan y Camila seguían entrenando bajo la estricta supervisión del profesor Rubén, quien les había revelado su habilidad para crear poderosos láseres en forma de aros. Su entrenamiento era intenso y exigente, pero los resultados eran evidentes: los tres se volvían más fuertes y disciplinados cada día. Además, Junior y Camila celebraban un mes de noviazgo, y se notaba en sus sonrisas y complicidad.

Mientras tanto, cerca de la Academia José Luis en Bogotá, un grupo de estudiantes de último año finalizaba una clase de combate cuerpo a cuerpo. Exhaustos pero satisfechos, se dirigieron al comedor para almorzar, y en medio de la conversación surgió el tema de los exámenes de admisión.

—Los participantes de este año están haciendo historia —comentó un chico rubio con admiración.

—¿Tú crees? —preguntó una chica de piel morena, algo incrédula.

—Estoy segura de que van a ser el orgullo de Colombia. ¿No piensas lo mismo, Valentina? —dijo una chica de cabello rojo, dirigiéndose a su amiga.

—No sé… ¿quiénes están participando? —preguntó Valentina, sin mostrar mucho interés.

—No estoy completamente seguro, pero creo que el chico Saavedra está entre ellos —dijo el chico rubio.

—¿Saavedra? —Valentina levantó una ceja, intrigada por primera vez.

—¡Sí, él! ¡Me encantaría conocerlo! —exclamó la chica pelirroja, emocionada.

—Bueno, yo… mejor me voy. ¡Nos vemos! —se despidió Valentina rápidamente, sintiéndose algo abrumada por la conversación.

Se dirigió a la salida de la academia, planeando teletransportarse a casa. Justo en ese momento, apareció su mejor amigo, Bairon, un chico alto, de ojos grises y cabello rubio. Sonriendo, él se le acercó sigilosamente.

—¿Te asusté? —preguntó Bairon, riendo al ver su reacción.

—No —respondió Valentina, cruzándose de brazos—. No me asustaste en absoluto.

—Mentirosa… —bromeó él, y luego cambió de tema—. ¿Qué tal te parecen los exámenes de admisión?

—Estoy impresionada con nuestros representantes. ¿Y tú? ¿Ya escuchaste lo que lograron en la primera prueba? —preguntó ella.

—Sí, son increíbles… Oye, ¡cuidado! —exclamó de repente.

Ambos reaccionaron al unísono, apartándose de una enorme mano huesuda de color rojo que había surgido del suelo, estirándose hacia ellos como una trampa mortal. Los dedos retorcidos de la mano se lanzaron al ataque, mientras de su palma surgía otro brazo, extendiéndose para atraparlos. Valentina, rápida, se teletransportó fuera del alcance, pero Bairon no fue tan rápido y recibió el impacto de lleno.

—¡Bairon! —gritó Valentina con desesperación.

Sin embargo, para su alivio, Bairon estaba ileso; un escudo metálico había aparecido justo a tiempo para protegerlo, y tras disiparse el ataque, el escudo se deshizo, fusionándose de nuevo con su cuerpo en una especie de fluido metálico.

—¿Estás bien? —preguntó Valentina, aún nerviosa.

—Sí, estoy bien. No te preocupes —respondió él, recuperando el aliento.

De repente, la mano huesuda desapareció, solo para ser reemplazada por dos nuevos brazos que surgieron del suelo, alzándose con la misma letalidad. Valentina volvió a teletransportarse, mientras Bairon desplegaba unas alas metálicas desde su espalda y se elevaba en el aire. Desde las alturas, lanzó varios misiles hacia los brazos, pero los ataques apenas lograron rasguñarlos. Valentina apareció detrás de uno de los brazos y lanzó una patada, pero el impacto no le causó ningún daño.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó Valentina, frustrada.

—No lo sé, pero mantente alerta —le advirtió Bairon, sacando una espada de su costado.

Con determinación, Bairon atacó con la espada, intentando cortar uno de los brazos, pero la espada se rompió en pedazos al contacto con la piel ósea de los brazos. Valentina lanzó varios cuchillos, tratando de acertar en puntos estratégicos, pero fueron inútiles. Los dos brazos se movieron rápidamente, atacando con fuerza, y ambos fueron golpeados, siendo lanzados lejos.

Valentina cayó pesadamente en un campo cercano, lastimándose la pierna. Sintió un dolor intenso y al mirar su herida, notó que sangraba mucho. Mientras tanto, Bairon había sido enterrado en la tierra tras recibir el impacto. Los brazos huesudos no mostraban intención de detenerse. Decidido a no rendirse, Bairon creó una armadura alrededor de su cuerpo y se lanzó hacia los brazos, golpeándolos con toda su fuerza. Sin embargo, su armadura se rompió al primer contacto, y el brazo no sufrió ni el más mínimo rasguño.

De uno de los brazos emergió una mano que lo golpeó unevamente, dejándolo tirado en el suelo. La mano lo atrapó y comenzó a arrastrarlo por el suelo con violencia, dejándolo herido y exhausto. Finalmente, lo lanzó lejos. Bairon estaba gravemente herido, y Valentina apenas podía moverse, pero se negó a abandonarlo. Aunque el dolor era intenso, no podía dejar a su amigo atrás.

Sin que se diera cuenta, un dedo gigante se acercó hacia ella, apuntando directo a su cabeza, con la clara intención de aplastarla. Viendo que su fin estaba cerca, Valentina levantó la mirada desafiante, dispuesta a enfrentar lo inevitable.

—Si vas a hacerlo… hazlo rápido —dijo Valentina, con voz firme.

Valentina cerró los ojos, resignada a recibir el golpe fatal. De pronto, el sonido de un impacto desgarrador rompió el silencio, y ella abrió los ojos con horror: el dedo huesudo y gigante había atravesado el pecho de Bairon. Él tosió, escupiendo sangre, y lentamente cerró los ojos.

—¡Bairon! —gritó Valentina, desesperada.

Él no respondió. Su mano, que había intentado detener el ataque, cayó inerte al suelo.

—Por favor, no… Amigo, despierta, por favor —suplicó Valentina, las lágrimas desbordándose de sus ojos.

El dedo salió del pecho de Bairon y luego se desvaneció en el aire, dejando un vacío oscuro y gélido. El cuerpo de Bairon cayó sin vida sobre el suelo. Valentina se arrodilló a su lado, abrazándolo mientras su llanto llenaba el espacio. Pronto, algunas personas en la distancia presenciaron la escena y llamaron a las autoridades.

Al día siguiente

La noticia de la trágica muerte de Bairon se extendió como un incendio. Se inició una investigación exhaustiva, pero rápidamente se estancó por falta de pruebas. Sin embargo, el testimonio de Valentina sugirió la posibilidad de que alguno de los participantes de los exámenes de admisión estuviera detrás del ataque. Pronto, surgió un sospechoso: Ken Inaguari, un estudiante de intercambio japonés. Su habilidad y equipo lo convertían en un posible culpable, y junto con él, sus compañeros Kon Sellok e Ino Makro también fueron señalados. Sin embargo, Ken negó las acusaciones, y debido a la falta de pruebas concluyentes, la investigación fue suspendida.

Mientras tanto, en el hotel donde se alojaban los participantes de los exámenes, Junior descansaba en la cama junto a Camila. Al encender la televisión, escucharon la noticia sobre la muerte de Bairon. Junior sintió un escalofrío al saber que Valentina era amiga cercana de Bairon, y no pudo ignorar la necesidad de consolarla. Se vistió rápidamente y, antes de salir, se dirigió a Camila.

—Tengo que hacer algo. Ya vuelvo —le dijo.

En el velorio de Bairon, Valentina estaba devastada, llorando en silencio junto al ataúd de su amigo. Junior se acercó con cautela, intentando ofrecer su apoyo.

—Hola —murmuró Junior, intentando romper la tensión.

—¿Tú? —Valentina lo miró sorprendida, con los ojos rojos de tanto llorar.

—Lo siento mucho… —dijo él, su voz suave.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, con un tono frío.

—Vine para acompañarte en este momento —respondió Junior.

—¿No deberías estar concentrado en los exámenes? —replicó ella, secándose las lágrimas.

—Prefiero acompañarte a ti que a esos tontos exámenes.

Valentina bajó la mirada, su voz se volvió un susurro dolorido.

—No quiero que estés aquí, Junior. Por favor, vete —le dijo, la tristeza tiñendo sus palabras.

—Pero yo solo…

—¡Vete! —exclamó Valentina, con una mezcla de dolor y enojo.

Junior, aunque dolido, asintió. Sin decir más, se dio la vuelta y se alejó en silencio, dejando atrás el velorio. Al regresar al hotel, encontró a Camila esperándolo en la habitación. Después de compartir un momento de cercanía con ella, Junior se hizo una promesa: dejaría de preocuparse por Valentina y se concentraría en su futuro con Camila.

La noticia de la muerte de Bairon se difundió rápidamente por el país, provocando una mezcla de miedo e indignación. Sin embargo, las investigaciones no arrojaron respuestas concretas, y el caso quedó sin resolver. Valentina, más que nadie, sentía el peso de la pérdida y la impotencia de no poder hacer justicia por su amigo.

En Neiva

Nicole, junto con sus amigos Karoth, Daniela y Ome, estaba en la cocina preparando hamburguesas. Decidieron ver una película mientras cenaban, pero cuando encendieron la televisión, se encontraron con el noticiero. La pantalla mostraba el rostro serio de la presentadora al dar la noticia:

—El joven Bairon Martínez fue asesinado por un atacante desconocido. Aunque se sospechó del estudiante Ken Inaguari, la falta de pruebas concluyentes llevó a la suspensión de la investigación. Valentina Toledo, amiga cercana de la víctima, brindó un testimonio, pero las autoridades no pudieron avanzar en el caso. En otras noticias, los participantes de Colombia en los exámenes de admisión lograron un destacado desempeño en la primera prueba…

Nicole apagó el televisor, visiblemente preocupada. Ken, el principal sospechoso, le causaba una profunda inquietud, especialmente porque también participaba en los exámenes de admisión.

—Ese tipo no me da buena espina —murmuró Nicole.

—¿Por qué? —preguntó Daniela, mirándola con curiosidad.

—Está en los exámenes y, según lo que me contó Junior, pasó la primera prueba con una facilidad increíble. No sé, su mirada me da escalofríos… parece un psicópata. Y me temo que podría hacerle algo a Junior, como lo hizo el Señor Luz.

—No te preocupes —dijo Karoth, tratando de calmarla—. Tal vez Junior pueda derrotarlo como hizo con el Señor Luz.

—Sí, además ahora tiene un poder increíble —añadió Ome—. Ese poder que usó contra el Señor Luz era algo… casi divino.

Después de cenar, los amigos se fueron, dejando a Nicole sola en su habitación. La preocupación continuaba en su mente, y finalmente decidió llamar a Junior. Él contestó al segundo tono.

—Hola, Nicole —saludó Junior.

—Hola… —respondió ella, con un tono de preocupación en su voz.

—¿Cómo estás?

—Bien… Quería decirte algo importante.

—¿Qué pasa?

Nicole vaciló un momento, sin saber cómo decirle lo que pensaba, pero al final decidió ser directa.

—Es que… estoy preocupada, Junior. Tengo miedo de que te pase algo.

—¿Preocupada? ¡No te preocupes! Estos exámenes son seguros… o eso creo —intentó bromear él, aunque su voz denotaba algo de duda.

—No, Junior, escucha. Ken Inaguari… él… me da mala espina. Creo que realmente quiere hacerte daño.

Junior permaneció en silencio un momento, y luego respondió con firmeza:

—Si ese tipo intenta algo, yo sabré defenderme. No soy el mismo de antes.

—Lo sé, pero ten cuidado… No confíes en él, Junior.

—Lo tendré, te lo prometo —respondió él, intentando tranquilizarla.

La llamada terminó, y aunque las palabras de Junior le dieron algo de alivio, Nicole no pudo evitar sentir una creciente inquietud. Sabía que había algo oscuro en el futuro de los exámenes, algo que temía podría poner a Junior en un peligro inminente.