Grettel es una mujer pobre, que se enamora de un hombre rico, al que conoció desde niños.
Ese amor desencadena una serie de maltratos, odio y situaciones en las que de pronto te obligan a decir, ¡ella o yo, tienes qué decidir!
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Así soy y así seré siempre
Al día siguiente, Pedro se presentó muy bañado y arreglado a la tienda de Rodrigo.
Órale, le dijo Rodrigo, ¿vas a una fiesta o qué?
Claro que no, pero hay que estar pulcros.
Pues empieza por acomodar esas cajas que me acaban de llegar.
Sí, patrón.
Pedro contaba con 16 años, era muy trabajador y honesto. A Grettel la veía como a una niña más, le caía bien, nada más. Claro, reconocía que era muy hermosa, estaba seguro que bien bañada y arreglada su imagen sería maravillosa.
Tenía unos ojos verdes que cautivaban a todos los que la veían.
Y como si la hubiera invocado, Grettel llegó en ese momento.
Rodrigo, al verla, dejó lo que estaba haciendo para atenderla.
¿Qué se te ofrece, hermosa niña?, le dijo.
Doña Martha necesita esto, le dijo, extendiendo una hoja de papel.
Pedro, por favor, dale lo que necesita a Grettel, aquí está la lista.
Sí, señor.
Al rato, gracias, ¿cuánto le debo?, preguntó la niña.
Así déjalo, cortesía de la casa, es más, llévate un refresco. Pedro, acompáñala a su casa.
Sí, señor.
Al poco rato, Pedro regresó...
A este paso va a quedar en la ruina, don...
No te metas, es cosa mía, solo haz tu trabajo.
Pedro se fue silencioso a acomodar las cosas en la bodega.
Rodrigo se estaba saboreando el momento de tener en sus brazos a Grettel.
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Ya llegué doña Martha. Don Rodrigo no me cobró la mercancía, aquí está el dinero.
Qué bueno, ahora sí te mereces comer algo.
Pues que bueno, tengo mucha hambre.
Y qué, ¿sigues viendo a ese riquillo?, preguntó doña Martha como si no le importara.
No se meta en mi vida, si no quiere que le conteste grosera.
Eres una malagradecida, después de que te doy techo y comida.
¿A ese mugroso cuarto le llama techo?, y la comida deja mucho qué desear.
Lo dicho, eres una malagradecida.
Ay, ya me voy a mi cuarto, si a eso se le puede llamar así.
Es lo mejor que puedes hacer, ya no te soporto.
Ni yo a usted, doña...
Muchacha grosera.
Ya sola en su cuarto, Grettel pensaba: "Cómo quisiera largarme de aquí, ya no aguanto a doña Martha. Tal parece que me odia sin justa razón. Pero, ¿a dónde podría ir? Solo tengo 8 años, no podría sobrevivir yo sola, y menos en la calle.
"En cuanto cumpla la mayoría de edad, me largaré de aquí".
Grettel ss quedó dormida sun pensarlo.
Por su parte, doña Martha, "ay, ya no soporto a esta niña, me duele la cabeza, ojalá creciera rápido para que se la lleve Rodrigo.
Pero para eso falta mucho, ni modo, tendré que aguantarla algunos años más".
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Axel se esraba preparando para irse a la escuela, a él le gustaba mucho pintar, ya sea en acuarela, óleo o colores de madera. La maestra le había dicho que sus dibujos eran excepcionales.
"Algún día cuando seas grande, tal vez puedas exponer tus dibujos. Tal vez seas alguien importante". Fueron las palabras de la maestra.
Axel sabía que eso se podría convertir en realidad.
Sin embargo, Lorenzo no estaba de acuerdo que su hijo se dedicara al dibujo.
"Haciendo eso, te morirás de hambre", le había dicho. Mejor será que estudies una carrera universitaria, algo que te pueda servir en un futuro.
Es lo que me gusta, papá, no me veo como universitario.
Papá tiene razón, eso solo es para los hombres que no tienen ambiciones.
Rafael, tú no te metas, no eres mejor que yo, solo porque quieres ser abogado porque así te lo ha exigido nuestro padre.
Te equivocas, a mi me gustaría ser abogado, pero porque yo lo he decidido. Mi padre no tiene nada que ver.
Pues fíjate que no te creo. Él, con tal de salirse con la suya, es capaz de manipular al más sensato. A pesar de su edad, Axel hablaba como todo un adulto.
Estás loco, dijo Rafael, ¿de dónde sacas esas ideas?
Yo solo digo lo que veo. El transporte para la escuela llegó, Axel y Rafael salieron a subirse.
A la salida, Axel logró escaparse de su hermano y fue a ver a Grettel. Se sentó en su banca favorita del parque.
Grettel llegó rato después. Hola, Axel.
Axel se alegró de verla, hola, pude escaparme de mi hermano. Es un cadillo.
Porque tú se lo permites, ya le hubieras puesto un correctivo.
Grettel, ¿Por qué hablas así?, ya te pegó su vocabulario doña Martha?
Yo hablo como se me dé la gana, nomás eso me faltaba, que ahora tú quieras corregirme.
Cálmate, no te enojes, solo fue una pregunta.
Pues no me preguntes esas cosas, yo soy como soy, si no te gusta pues, vete.
A mí me gustas tal y como eres, ya, tranquilízate.
Perdóname, Axel, es que estoy harta de que me quieran cambiar. Asi soy y así seré por siempre.
Está bien, tú y yo siempre seremos amigos. No importa como seas, ni lo que seas, soy tu amigo y con eso basta.
El resto de la tarde se la pasaron estudiando, Grettel ya sabía leer y escribir, aún le faltaba mucho por aprender, pero lo primordial ya estaba.
La señora Martha no quería darle estudios porque alegaba que eso costaba mucho dinero y ella no lo tenía, pero a decir verdad, tenía sus ahorros de todos esos años que cuidaba a Grettel. Los abogados a cargo de eso, checaban que Martha tuviera a la niña, de lo contrario, le quitarían la ayuda que le estaban dando.
Claro, a ellos no les importaba que fuera o no a la escuela, con que la cuidara era más que suficiente. Total, la madre estaba muerta y nadie se iba a dar cuenta.