En la época medieval todo es complejo y los matrimonios forzados siempre son la cereza del pastel ¿será nuestro príncipe capaz de afrontar su amor o dejarlo ir y sufrir en un matrimonio forzado?
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Las Consecuencias
Ya habiendo pasado el festival Kael decidió volver a su pueblo. El aire en el pueblo de Kael estaba cargado de murmullos y miradas furtivas. Kael, que había pasado la mayor parte de su vida entre los suyos, ahora se sentía como un extraño en su propia tierra. La noticia de su relación con el príncipe Aric se había esparcido como un incendio descontrolado, y cada rincón del pueblo parecía estar lleno de voces que susurraban su nombre con desdén. Al parecer se habían filtrado los rumores de la fiesta y de su relación con Aric.
Mientras caminaba por las calles adoquinadas, las miradas de reproche lo seguían. Algunos de sus antiguos amigos habían desviado la vista, incapaces de enfrentar la realidad de lo que había sucedido. Otros, en cambio, lo miraban con una mezcla de curiosidad y desprecio, como si él fuera un traidor a su clase.
Kael sintió cómo la presión aumentaba en su pecho. Había sido un acto de amor, una conexión genuina con Aric, pero para muchos, era un escándalo imperdonable. La idea de haber fingido ser noble, aunque solo fuera por un breve momento en la vida del príncipe, lo perseguía como una sombra oscura. ¿Era realmente un traidor? ¿O simplemente había seguido su corazón?
—¡Mira quién ha llegado! —gritó una voz burlona desde un grupo de jóvenes que se reunían en la plaza central. Kael reconoció a uno de ellos, un antiguo compañero de juegos llamado Tomas. Su risa resonó en el aire como un eco hiriente.
—¿No te sientes avergonzado, Kael? —añadió otro, con una sonrisa cruel—. Un plebeyo que se atreve a jugar a ser noble. ¿Qué sigue? ¿Un desfile en tu honor?
Kael apretó los puños, sintiendo cómo la rabia y la tristeza se entrelazaban dentro de él. No quería pelear; no quería convertirse en el objeto de burla de aquellos que alguna vez consideró amigos. Pero la humillación era abrumadora.
—No estoy fingiendo nada —respondió con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza—. Lo que tengo con Aric es real.
Los murmullos se intensificaron, y Kael sintió cómo el calor le subía a las mejillas. La gente a su alrededor comenzó a reírse, como si la simple mención del príncipe fuera motivo suficiente para burlarse de él.
—¿Real? ¿Y qué es eso? —preguntó Tomas con desdén—. ¿Un cuento de hadas? Te crees un noble, pero al final del día, eres solo un plebeyo.
Kael sintió cómo las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero se negó a dejar que su vulnerabilidad fuera expuesta ante ellos. —Soy quien soy, y no necesito su aprobación —dijo con más valentía de la que sentía.
Liralo miró fijamente, como si pudiera ver más allá de las palabras que decía. —He escuchado cosas en el mercado… rumores sobre ti y el príncipe Aric. ¿Es cierto?
Kael sintió cómo el peso de la verdad caía sobre él como una losa. —Sí. Es cierto —confesó—. Estoy con Aric.
En ese momento, una risa burlona interrumpió su conversación. Era uno de los hombres más viejos del pueblo, Don Gregor, conocido por sus comentarios mordaces y su falta de tacto.
—¡Mira a este! —exclamó Gregor—. El plebeyo que se cree príncipe. ¿Acaso piensas que puedes vivir en un cuento de hadas? Tu lugar está aquí, entre nosotros.
Kael sintió cómo la rabia burbujeaba nuevamente en su interior. —No estoy tratando de ser alguien más —replicó—. Solo estoy siendo yo mismo.
Lira apretó la mano de Kael con fuerza, intentando calmarlo mientras miraba a Don Gregor con desaprobación. —No tienes derecho a hablar así —dijo ella—. Kael es un buen chico y merece respeto.
Pero Gregor solo se rió y se alejó, dejando tras de sí un rastro de murmullos despectivos. Kael sintió cómo el dolor se transformaba en indignación; no podía permitir que lo trataran así.
—No puedo quedarme aquí —dijo finalmente Kael—. Necesito encontrar a Aric y hablar con él.
Lira asintió con comprensión. —Ve. Pero cuídate; no todos son tan comprensivos como yo.
Con un último abrazo a su querida amiga, Kael se dirigió hacia el bosque que bordeaba el pueblo, donde había encontrado consuelo en el pasado. Sabía que debía encontrar a Aric; necesitaba su apoyo más que nunca.
Mientras caminaba entre los árboles altos y frondosos, Kael reflexionaba sobre sus sentimientos encontrados. Por un lado, la felicidad que había encontrado junto al príncipe era innegable; por otro lado, las consecuencias de esa relación lo estaban aplastando bajo el peso del juicio ajeno.
Finalmente llegó a un claro donde solían encontrarse Aric y él en sus momentos más felices. Pero esta vez todo era diferente; la atmósfera estaba cargada de tensión y ansiedad.
—¿Aric? —llamó Kael al entrar en el claro.
No hubo respuesta inmediata; solo el canto lejano de los pájaros y el murmullo del viento entre las hojas. La angustia comenzó a crecer dentro de él mientras buscaba al príncipe con desesperación.
De repente, escuchó pasos detrás de él y se dio la vuelta para encontrar a Aric emergiendo entre los árboles, su rostro pálido y preocupado.
—Kael —dijo Aric al verlo—. Te estaba buscando.
Kael sintió una oleada de alivio al ver a su amado; sin embargo, también notó la tensión en la expresión de Aric. —¿Estás bien? —preguntó Aric con preocupación.
Kael frunció el ceño; la frustración brillaba en sus ojos.
—No debería importarte lo que digan los demás. Lo único que importa es lo que sentimos el uno por el otro.
Kael deseaba creer esas palabras, pero la realidad era dura y aplastante. —No puedo ignorar sus miradas ni sus palabras hirientes —dijo—. Me siento atrapado entre dos mundos.
Aric lo miró intensamente, como si estuviera tratando de transmitirle toda su fuerza y determinación. —Entonces lucharemos juntos contra esto. No dejaré que nadie te haga sentir menos por amarme.
Kael sintió cómo una chispa de esperanza encendía su corazón ante la declaración de Aric; sin embargo, también sabía que las cosas no serían tan simples.
—¿Y si tu padre se entera? ¿Y si Valen decide usar esto en nuestra contra? —preguntó Kael con voz temblorosa.
Aric apretó las manos de Kael con fuerza. —No permitiré que eso suceda. Haré todo lo posible para protegerte.
Pero antes de que pudieran continuar con su conversación, un grupo de hombres apareció entre los árboles; eran algunos de los aldeanos del pueblo que habían estado buscando a Kael para confrontarlo sobre los rumores.
Kael sintió cómo el miedo lo invadía al ver sus rostros llenos de ira y desprecio. Uno de ellos dio un paso adelante; era Tomas, quien había sido uno de sus amigos más cercanos en la infancia.
—Mira quiénes son los amantes del cuento de hadas —dijo Tomas con sarcasmo—. No tienes lugar aquí, Kael.
Aric se interpuso entre ellos y Kael, su postura protectora claramente visible. —Déjenlo en paz —dijo Aric con voz firme—. No han hecho nada malo.
Tomas soltó una risa burlona mientras los otros hombres se acercaban más al claro. —¿Nada malo? Este plebeyo ha traído vergüenza a nuestra gente al pretender ser algo que no es —respondió—. ¿Qué crees que pasará cuando todos sepan la verdad?
Kael sintió cómo su corazón latía con fuerza; sabía que estaban rodeados y que la situación podía volverse peligrosa rápidamente. Pero no iba a dejarse intimidar sin luchar.
—Soy quien soy y no me avergüenzo de ello —dijo Kael con valentía—. No necesito su aprobación ni su aceptación para vivir mi vida.
Los hombres comenzaron a acercarse aún más, sus miradas llenas de hostilidad mientras Tomas sonreía con malicia. —Te crees fuerte ahora, pero pronto verás lo equivocado que estás.
Aric apretó los dientes mientras observaba cómo la tensión aumentaba en el aire; sabía que debían actuar rápido antes de que esto escalara más allá de lo controlable.
—Escuchen —intervino Aric con voz autoritaria—. No permitiré que le hagan daño a Kael ni a nadie más por amor.
Pero los hombres no parecían dispuestos a retroceder; estaban decididos a hacer sentir a Kael las consecuencias de sus elecciones.
Kael sintió cómo una oleada de desesperación lo invadía mientras miraba a Aric; sabía que estaban al borde del abismo y que cualquier movimiento en falso podría llevarlos a una confrontación violenta.
Y así quedó atrapado entre dos mundos: el amor por Aric y el odio de quienes no podían aceptar esa relación prohibida.
La tensión crecía en el aire mientras ambos bandos se enfrentaban; cada palabra lanzada era como un golpe directo al corazón de Kael. Pero aún así había algo dentro de él que no estaba dispuesto a rendirse sin luchar por lo que amaba.
En ese momento crítico, cuando todo parecía perdido y las sombras se cernían sobre ellos como un manto oscuro, Kael levantó la cabeza y miró directamente a los ojos de Tomas y los demás aldeanos.
—Puede que no entiendan mi amor por Aric —dijo con voz clara y decidida—, pero eso no cambiará quién soy ni lo que siento por él.
La reacción fue inmediata; algunos hombres comenzaron a murmurar entre sí mientras otros parecían dudar ante la determinación que emanaba de Kael.
Continuará...