El Loto Blanco —La Maldición Del Emperador Jade—

Desde la cabaña, nos quedaban dos días más para llegar a la capital de BáiYù, pero de alguna manera, la recomendación de Chǒu Tai de tomar ese descanso tuvo un buen efecto. No llegaríamos antes, pero al menos el ambiente entre los hermanos Lí era mucho más agradable y relajado.

Mientras miraba fijamente el camino, pensaba en el pequeño demonio que cazamos ayer. Desde hace unos años, pequeños demonios rebeldes intentaban desafiar la ley y los tratados establecidos. En la ciudad de Hēiyù, no hay restricciones en cuanto a matar o cualquier otro asunto, pero fuera de nuestras tierras, rige una única regla:

"Los humanos fuera de Hēiyù solo pueden ser tomados por mi mano".

Esta regla asegura la paz entre los tres dominios. Aunque el cielo aún no se atreve a interponerse en mi camino, la línea entre lo permitido y lo irracional es muy delgada. Para que mi plan se lleve a cabo, necesito mantener el perfil más bajo posible, y estos pequeños demonios, escorias irracionales, se han atrevido a desafiar mi única ley.

Un grupo pequeño de estas basuras se ha esparcido por el plano terrenal, atormentando a pequeños pueblos humanos y han cobrado algunas vidas en su estupidez, y eso no puedo permitirlo. —Bì xià. Estoy al tanto de los sucesos. ¿Necesitas que me encargue?

Estaba tan perdido en mis pensamientos sobre los movimientos que debía tomar, que no me di cuenta de que Lí Yàn Yàn estaba un paso atrás de mí, con su habitual mirada serena, observando detenidamente alrededor. —Mm, quiero que los traigas vivos.

Yàn Yàn abrió sus ojos un poco más de lo normal, pero al segundo volvió a su mirada serena de siempre. —Enseguida, Bì xià. Los alcanzaré en las puertas de la capital BáiYù. Que tengan un viaje seguro.

Asentí y vi cómo se volteó, lanzando una discreta mirada a Lí Sǒng antes de desaparecer entre las sombras de los árboles. —¿Pasó algo, Bì xià Liú?

Yáng gūniang me miró con confusión mientras el joven Lí Sǒng disimuladamente miraba en dirección a donde había desaparecido Yàn Yàn. Negué suavemente, relajando la preocupación en ambos jóvenes dioses. —No tienen de qué preocuparse, Yàn Yàn solo fue a encargarse de problemas correspondientes a Hēiyù.

Yang gūniang sonrió y asintió, con una mirada más relajada, mientras el joven dios rascaba su nuca con evidente disconformidad. Sabía perfectamente qué estaba maquinando en su cabeza.—-Lí Yàn Yàn es el general de mis tropas, el hombre más capaz de Hēiyù después de mí. Volverá antes de lo que piensan.

Lí Sǒng me miró complicado, suspiró con resignación y asintió sin dejar de mirar en aquella dirección. Mientras tanto, Chǒu Tai parecía totalmente maravillado con la situación, apenas podía contener la risa por la expresión preocupada de Lí Sǒng. Negué suavemente y apuré la marcha, necesitaba llegar lo antes posible a BáiYù.

Matar a un par de rebeldes frente al Rey de este imperio disolvería cualquier duda sobre mi poder y los recientes sucesos de rebeldía. No podía permitirme que me vieran como un ser débil, no podía permitirme perder poder en un momento tan crucial, y si tenía que mostrar mi lado más oscuro para ellos, entonces lo haría con gusto. Después de todo, por algo había ganado tal reconocimiento.

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Las cosas se estaban poniendo realmente interesantes desde aquella noche en la posada, cuando volví y encontré aquella rara atmósfera entre los dos pequeños Lí dentro de la habitación. Mi objetivo se había vuelto hacer explotar al pequeño dios. Ambos son un tanto peculiares, mi pequeño Yàn Yàn jamás dirá nada aunque lo torturen, y el pequeño dios es demasiado torpe para darse cuenta de los evidentes sentimientos de Yàn Yàn. Por lo que me vi en la obligación de hacer algo por ese par, y persuadir a Yàn Yàn no era una opción viable. No me quedó más remedio que jugar con el pequeño dios gruñón. —Chǒu Dàren, ¿estás actuando intencionalmente, cierto?

No me di cuenta de lo perdido que estaba tramando mis artimañas, hasta que sentí la suave y dulce voz de la pequeña diosa que me miraba expectante y llena de curiosidad. A decir verdad, no es raro que intente algún movimiento con una dama tan hermosa, pero por alguna razón, mi raciocinio no me permite utilizar ninguno de mis viles trucos contra ella. Es algo frustrante teniendo en cuenta la belleza que despide la pequeña diosa, pero también es algo cautivador y mi curiosidad por las cosas que me restringen es muy voraz. Le sonreí dándole una mirada cómplice y me incliné levemente quedando a unos centímetros de ella. —Mm, pero tiene que guardarlo como nuestro secreto, si no hacemos algo, esos dos tontos jamás darán un paso más allá.

Miré su cara luego de comentar aquello y no me había percatado de la cercanía que había impuesto. Sus mejillas estaban coloradas mientras me miraba, y asintió suavemente en un acto torpe y puro de completa inocencia.

Un sentimiento extraño recorrió mi estómago, un pequeño cosquilleo algo familiar tiró de las comisuras de mis labios haciéndome sonreír, y un mar de preguntas creó un incendio voraz de curiosidad en mí. Me recompuse rápidamente tratando de no incomodarla en demasía y acto seguido ya estaba cubriendo mi rostro con el abanico. Un cierto calor peculiar recorrió mi cara en cuanto sentía la mirada de A-Huó sobre mí. Aquel sonreía socarronamente mientras llevaba sus brazos tras su nuca en un acto de despreocupación y caminaba silbando muy divertidamente, diversión que no fui capaz de captar.

Luego de aquello, el viaje fue peculiarmente lleno de miradas furtivas entre cada uno. Como si fuéramos pequeños ratones intentando robar un pedazo de pan, pero en vez de ello, todos estaban esperando el momento justo para pillar al otro infraganti en un acto delatador. Algo totalmente cómico viniendo de dioses y demonios que no tienen comparación en su poder y estatus.

Al llegar a la siguiente posada, las cosas no fueron muy diferentes de la noche anterior. De alguna forma, el pequeño dios tenía un temperamento muy explosivo y terminaba discutiendo con cada mercader y dueño de posada que conocíamos. La pequeña diosa se encargaba de calmar las aguas mientras intentaba evitar que nos cerraran la puerta en la cara por culpa de su intrépido amigo. —Pequeño dios, si sigues peleando con el dueño de cada posada de este pueblo, terminaremos durmiendo a la intemperie.

El pequeño dios me lanzó una mirada mortal y apretó fuerte sus puños. Si no fuera por la dulce dama Yang, estaba seguro de que mi cabeza habría corrido peligro. Creo que he puesto demasiada emoción en mi plan sobre la unión de los Lí. —¡Lí Sǒng! Si no te comportas, terminarás en el cielo de una sola patada. No me hagas perder la paciencia.

El grito de la pequeña figura delante de nosotros nos hizo saltar a Liú Huó y a mí. ¿Quién hubiese pensado que en un pequeño cuerpo y una figura tan angelical, creciera tal carácter imponente y aterradora? Yang gūniang tenía en sus manos su pequeño abanico, el cual ahora soltaba unas brillantes flamas verdes y duplicaba su tamaño. El pequeño dios se alejaba con una cara bastante peculiar de su lado y sonreía tratando de calmar sus ánimos. —¿Gūniang Yáng?

La pequeña dama relajó su mirada y se volteó con la cara totalmente seria hacia nosotros. Su abanico flotó por unos segundos luego de que lo soltara y las brillantes llamas se apagaron, dejando caer un simple y blanco artefacto de papel. Ella se inclinó rápidamente y ocultó el mismo entre las mangas de su túnica. —¡Lo siento! ... Me dejé llevar.

Liú Huó lanzó un bufido y una suave risa mientras negaba. —Creo que eso es más como la Yáng gūniang que acompañaba a su Alteza en aquel tiempo.

Ella lo miró y sonrió con una cierta vergüenza en sus ojos. —Después de todo, ascendí como una diosa marcial, Bì xià Liú...

Lí Sǒng se acercó lentamente hacia nosotros y miró con sigilo a Yáng gūniang mientras una pequeña sonrisa crecía en sus labios. El ambiente se volvía a relajar lentamente y ella dedicó una sonrisa tan deslumbrante que por un momento sentí que toda mi respiración se perdía. -Bien, bien, ¿qué les parece si de una vez encontramos un lugar para dormir? O verdaderamente pasaremos la noche a la intemperie. Aún falta un poco más de doscientos lǐ para llegar a la capital y Lí Yàn Yàn nos estará esperando.

El camino de Zhōngguó siempre fue tranquilo en comparación con Dì Yù, sobre todo si lo comparamos con Hēiyù. Un lugar completamente sin leyes, y a pesar de la aparente festividad que puede observarse a simple vista, bajo las puertas de los grandes pilares se encuentra el verdadero terror. Todos en Hēiyù lo saben, y por eso el respeto hacia nuestro Huáng Dà Dì es unánime. Los gritos provenientes desde dentro de la Torre Yánluó en Tài Shān son impartidos por él, el juez del inframundo, el soberano, Huáng Dà Dì Liú Huó. Condena o salva a las almas que caen entre sus manos, pero al final, todos saben que, desde su reinado, cada alma que cae en Dì Yù, jamás saldrá de tal prisión. Están condenadas a formar parte del extractor de almas, muchos demonios han terminado pasando por los dieciocho cortes infernales para luego convertirse en una pequeña esencia resentida y purificarse durante años, hasta que su única utilidad sea ser parte de Su Alteza real, Xuě Tiān. Nadie se salva de las manos de Bì xià Liú Huó, no cuando representas una posibilidad ante el despertar del Loto Blanco.

La noche había caído, el momento perfecto en el que la energía Yin alcanza su cúspide y permite que los pequeños revoltosos salgan de entre las sombras. Solo tenía que esperar tranquilamente hasta escuchar algún grito de auxilio; los pequeños demonios no son nada para mí. "Qué mala suerte de aquellos seres, pero ¿quién les da el valor de desafiar a su Huáng Dà Dì?", pensé.

Y allí estaban, entre la penumbrosa noche escuché el desesperado grito de una mujer. Me encaminé lentamente, pero por la rapidez con la que actuaron, no debían ser muchos; únicamente buscaban presas fáciles: mujeres jóvenes, nada que dificultara su labor. Estaba sorprendido de que duraran tanto tiempo sin que algún otro demonio de mayor nivel los devorara. Resoplé ante esos pensamientos y seguí el camino hacia los gritos. Estaba tan desconcentrado y confiado en lo fácil que había sido encontrarlos, que no me percaté de las pisadas tras de mí; un grave error. —Pero miren lo que tenemos aquí, si no es la perra de Liú Huó, ¿tu amo te mandó a matar a mis cachorros?

Una cuchilla reluciente presionaba mi cuello, y sentí una cálida gota escurrir bajo la presión ejercida. —Zhòu Yān, veo que aún no estás muerta, eso es perfecto, podré disfrutar rebanándote.

Soltó una carcajada y, de pronto, pequeños seres deformes y asquerosos salieron de las sombras; el hedor a descomposición era una clara señal de la calidad de los sirvientes que tenía. No era un problema acabar con ellos, pero eran demasiado molestos y me harían perder tiempo. —¡JA! Tan engreído como siempre, tan callado y serio, siempre despreciando mi poder con esa mirada. No eres más que la perra de Liú Huó, no te creas tanto; es mi cuchillo el que está en tu cuello.

Sonreí ante sus amenazas. Zhòu Yān había sido una de las guardianas del inframundo, una loca desquiciada que se había enamorado perdidamente de nuestro Bì xià. Pero al ver que no tenía esperanzas y debido a los constantes desprecios de él, decidió traicionarlo confabulando con los cielos, robando un importante artefacto que el antiguo rey del inframundo le había dejado a nuestro rey para que el Loto Blanco pudiese revivir. Desde aquel día, cada alma que absorbe el extractor se convierte solo en una pequeña gota de energía, y el Loto Blanco se estancó en un sueño profundo del cual no muestra signos de despertar. Liú Huó estalló en ira aquella vez, pero jamás la pudimos encontrar hasta ahora. Sabíamos que tenía la protección de los cielos, pero comenzar una guerra antes de tiempo no era algo que estuviéramos dispuestos a hacer, y con respecto al artefacto, ya lo recuperaría cuando el momento del ataque llegara. Por eso decidimos esperar. —Debiste quedarte en las sombras, Zhòu Yàn. Bì Xiǎo Liú se encuentra en BáiYù, por más que te escondas, te encontrará. Yo solo soy un cascarón vacío; puedes cortarme, él reconstruirá mi cuerpo y solo ganarás una muerte mucho más dolorosa. Tiene preparada toda la Torre Yánluó para ti. Disfrutaré siendo tu verdugo cuando estés encerrada en ella y ruegues piedad.

Sentí cómo afianzó el agarre, apretando más contra mi garganta; dio una señal a sus perros y, en cuanto se lanzaron a mí, desapareció entre las sombras. —Bì xià estará muy feliz de saber que te encontré, Zhòu Yàn.

Dije en un pequeño susurro, sacando mis shuāng yuè y saltando para descuartizar a cada uno de aquellos repugnantes seres, que se levantaban una y otra vez a pesar de perder parte de sus extremidades en cada ataque. Odiaba en demasía a los pequeños demonios nacidos del Tài Shān; eran repulsivos. Aunque es irónico que yo mismo sea una creación del Tài Shān, al igual que ellos. Soy una creación del Huáng Dà Dì de Dì Yù, si bien mis recuerdos y mis emociones me pertenecen, es solo porque ocupo mis restos para crearme, y eso no me hace menos parte de Dì Yù; soy un simple cascarón con memoria y racionalidad.

Miré mis manos, estaban bañadas en sangre y barro que salía del cuerpo de aquellos seres que había descuartizado. Observé con calma cómo se deshacían convirtiéndose en pequeños destellos brillantes, y saqué un pétalo de mis túnicas, haciendo que cada esfera de energía entrara en él. Se suponía que debía llevarlos vivos, pero ya nada se podía hacer.

Permanecí registrando el área hasta que los primeros rayos de sol dieron indicio del nuevo día. Zhòu Yān no había dejado rastro alguno, así que me encaminé directamente a la capital de BáiYù. A mi paso, lograría llegar unas horas antes que ellos y, si tenía suerte, podría encontrar algún otro demonio en los pueblos aledaños. Simplemente, tenía que llevar uno vivo para que restaurara el orden. No escatimaría con su especie; los humanos son demasiado susceptibles a todo lo que les cause temor y, sin importar qué tipo de pecado cometa el demonio en BáiYù, es un incumplimiento a la única ley impuesta por nuestro Rey. Pero con lo que no contaba era que la perra de té verde de Zhòu Yàn se encargaría de esparcir el rumor de que nuestro Bì xià se encontraba en la zona Zhōngguó, provocando que hasta el más minúsculo demonio se esfumara entre las sombras. Tal vez, estaba en cierto problema ahora.

Zhōngguó: 中 国 (tierra del medio o reino del medio) (referencia al plano mortal).

Lǐ: (Unidad de medida tradicional China. 1 lǐ equivale a 500 metros en la actualidad).

Tài Shān: 泰山 (Monte Tai, uno de los montes sagrados donde se condena a las almas, creado por el emperador jade, conocido como las puertas al cielo).

Yánluó: 閻羅王 (Yánluó Wáng era el juez del inframundo).(Pero en esta historia hace referencia a la torre de los 18 infiernos del Dì Yù).

18 cortes infernales: hace referencia alas faces del infierno (leer en Guía de lectura).