A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo IX La boda
En la actualidad.
Caminó hasta el altar vestida como una verdadera princesa, mi vestido de novia que es verdaderamente deslumbrante. Confeccionado en una suave seda que brilla delicadamente con cada paso que daba. La parte superior cuenta con un escote en forma de corazón, adornado con intrincados bordados de encaje que parecen contar una historia mágica.
Las mangas son de encaje transparente, añadiendo un toque romántico y etéreo. La cintura está cinchada con un delicado cinturón de perlas que resalta mi figura y aporta un brillo adicional. La falda es amplia y fluida, con capas de tul que se despliegan como nubes suaves, creando un efecto de ensueño al caminar.
En la parte trasera, el vestido tiene una cola larga y elegante que arrastra suavemente por el suelo, dándome un aire aún más majestuoso. Si no fuera porque esto era una pesadilla para mi, podría decir que las nubes estaban a mis pies y me llevaban flotando hasta mi príncipe soñado. Pero la realidad era otra, al pie del altar estaba mi verdugo, el hombre que se encargaría de hacer de mi vida un verdadero infierno.
Con cada paso que daba, sentía como si miles de agujas se incrustaran en mis pies y los atravesara, tuve que hacer mucho esfuerzo para poder controlar mis lágrimas hasta que finalmente estuve frente a frente con Aureliano, nuestras miradas se conectaron y por un instante pude ver un brillo en sus ojos, pero así como llego, así mismo desapareció dando lugar a la oscuridad más oscura, eran como una noche sin luna y sin estrellas en la que solo la penumbra era la protagonista.
“Te ves hermosa”, dijo Aureliano con un tono frío.
“Gracias, aunque por dentro estoy destruida”, respondí mirando al altar.
“Te brinde la oportunidad de que fuéramos felices, pero tú no lo aceptaste”, susurro para que solo los dos escucháramos.
“Eres como todo troglodita, que no escucha de razones”, dije volteando a verlo.
“No existen excusas para lo que vi”, respondió el murándome a los ojos.
En esos ojos pude ver algo de tristeza, seguramente estaba pensando en la traición de la tal Amanda y ahora sería yo quien estaba atrapada en esta situación.
“No todas las personas somos iguales, pero ya no importa, no tratare de explicarte nada. Después de la forma en la que me trataste entendí que tu corazón está lleno de odio y que no hay espacio para la verdad”.
Él quiso intervenir, pero el sacerdote empezó la ceremonia, mientras se iba desarrollando mi boda, mis pensamientos divagaban entre los recuerdos y el presente, esto era demasiado doloroso y no sabía cuánto tiempo iba a poder soportarlo.
Finalmente terminó la tortura, ya era la esposa de Aureliano, mi familia no perdió el tiempo para acercarse a saludar y a felicitarnos, el papá de Aureliano también se acercó, todos reían como si hubieran logrado un gran negocio, ellos celebraban mientras que mi ser se estaba desmoronando.
Aureliano me tomo de la mano y salimos de la iglesia, subimos al auto que nos esperaba para llevarnos hasta la recepción, la cual también sería por todo lo alto, no puedo negar que todo estaba hermoso, pero yo hubiese preferido algo más íntimo y sencillo, y lo más importante estar enamorada de mi esposo.
“Quita esa cara. Parece como si estuvieras en un funeral”, comentó Aureliano mirando fijamente al frente.
“Para mi es un funeral, acabo de perder mi libertad ante un hombre que solo quiere hacerme pagar por algo que yo no hice”, respondí conteniendo las lágrimas.
“Entonces la mujer que estaba anoche besando a otro hombre no eras tú”, comentó Aureliano volteando a verme.
“Solo me estaba despidiendo del amor de mi vida, del hombre que nunca más volvería a ver, por qué sabes. Había tomado la decisión de olvidarme de él para siempre e intentar algo contigo, pero ya eso no tiene validez”. Confesé sinceramente.
“¿El amor de tu vida?, eres mi esposa mxxxxxxxxxx ¿como puedes decirme que ese hombre es el amor de tu vida?”, pregunto Aureliano visiblemente molesto.
“No entiendo de que te sorprendes, sabías muy bien que yo no siento nada por ti, que este matrimonio es una imposición de mis padres. ¿Qué esperabas?, ¿qué de la noche a la mañana yo me enamorara de ti?, ¿qué has hecho para lograrlo?, lo único que has hecho desde que te conocí ha sido tratarme con frialdad, no entendía el por qué, hasta que conocí a la tal Amanda. Pero déjame decirte que no soy ella, yo no soy una cualquiera”, finalmente pude descargar mi corazón, finalmente pude decirle lo que sentía a Aureliano quien desde que me conoció solo me ha tratado mal, no podía permitir que me siguieran maltratando y haciéndome menos, y por sobretodo no podía permitir que siguiera pensando que yo era como su ex.
Aureliano no dijo nada, mantuvo el silencio durante todo el camino hasta el salón de fiesta. Su mirada se mantenía fijada al frente y en sus ojos se podía ver solo oscuridad. Estaba cansada de tener que llevar el peso de todo el mundo sobre mis hombros, esto no era vida, en mala hora mis padres me obligaron a casarme con un ser sin sentimientos como este.
Llegamos al salón en medio del silencio, Aureliano bajo del auto para luego ayudarme a bajarme, mi vestido era demasiado grande así que tropecé y casi caí al suelo, pero sentí unos enormes brazos sostenerme con fuerza, levante la mirada y me encontré con los ojos llenos de preocupación de Aureliano.
“¿Estas bien?”, pregunto suavemente.
“Si, solo fue un susto”, conteste con amabilidad.
“Ten cuidado, no quiero pasar mi noche de bodas en un hospital”, respondió soltando su agarre de mi cintura.
La sola mención de la noche de bodas hizo que mi piel se pusiera de gallina. Hasta ahora no me había detenido a pensar en ese momento, sabía que iba a pasar en algún momento, lo que no imagine fuera que llegara tan pronto. Los nervios se apoderaron de mi y mis manos empezaron a sudar sin control. Aureliano lo noto y me miro confundido. Yo intenté apartar mi mirada de la de el, pero sus ojos eran como un imán que me atraían a verlos.