Abandonada Por Un Sargento, Cortejada Por Un CEO

Aisyah, que se había aseado, fue directamente a la cama. Abrió su computadora portátil y leyó cada uno de los correos electrónicos que habían llegado. Todavía no había noticias sobre la solicitud de empleo que había enviado.

"¿No me han aceptado?", se preguntó Aisyah a sí misma.

Aisyah intentó buscar más ofertas de empleo, además de buscar información sobre residencias femeninas. No podía seguir alojándose en hoteles. Sus ahorros podrían agotarse por completo.

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Esta mañana de domingo, el aire en la ciudad P parecía muy despejado. Aisyah ya se había despertado. Abrió las cortinas de la ventana de la habitación. Vio que el aire era muy despejado.

"El aire está muy despejado. ¿Debería salir a correr?", se preguntó Aisyah en su interior.

Vio a mucha gente caminando y trotando frente al hotel donde se alojaba. Después de pensarlo un momento, finalmente decidió salir a hacer ejercicio. Casualmente era un día sin coches.

Aisyah cogió una camiseta y unos pantalones de entrenamiento. Luego salió de la habitación.

"Buenos días, mundo. Este es mi primer día sin Ammar. Te ruego que fortalezcas mi corazón para poder olvidar a ese hombre", murmuró Aisyah en su interior.

Aisyah caminó hacia la multitud. Vio muchos vendedores de comida.

"¿Es esto un mercado gastronómico o un día sin coches para hacer ejercicio? La mayoría están comiendo en lugar de hacer ejercicio", se dijo Aisyah a sí misma.

Aisyah siguió caminando mientras sonreía de vez en cuando a otros peatones. Cuando se sintió cansada, optó por sentarse en un banco del parque. Compró agua mineral para saciar su sed.

Después de terminar el agua mineral, Aisyah quiso tirarla a la papelera. Sin ganas de levantarse, la lanzó desde donde estaba sentada.

"Ammar, esto es como tú. Te voy a tirar a la papelera, porque ahí es donde encajas", dijo Aisyah.

Aisyah lanzó con todas sus fuerzas porque lo consideraba Ammar. La botella de agua mineral no entró en la papelera, sino que golpeó el brazo de alguien que pasaba cerca de la papelera.

"Ay... qué desastre", dijo Aisyah al ver que la botella golpeaba el cuerpo de un joven.

Aisyah se levantó de inmediato y se acercó al hombre. Con la cabeza baja, se disculpó.

"Lo siento, señor. No fue intencionado. Quería tirarlo a la papelera", dijo Aisyah con la cabeza baja. No se atrevió a mirar la cara de esa persona.

"Señorita, ¿no puede levantarse cuando lo tira? Además, ¿qué rencor tiene con esa botella de agua mineral para lanzarla con toda la fuerza de su cuerpo?", respondió el hombre.

"Ay, sí que tengo rencor, señor. Me dejó a su antojo después de convertirse en funcionario público", dijo Aisyah.

"Oye, ¿por qué me cuentas tu vida? Te pregunto por qué lanzas la botella de agua mineral con fuerza, ¡no a tu ex!", exclamó el hombre de nuevo.

Aisyah se tapó la boca. Se dio cuenta de que se le había escapado.

"Digamos que la botella es él", respondió Aisyah. Después de eso, volvió a taparse la boca. No sabía por qué seguía enfadada y decepcionada, aunque se había prometido olvidarlo todo.

El hombre se golpeó la frente. Era la primera vez que veía a una mujer tan peculiar como la que tenía delante.

"Señorita, no me involucre en su desamor. Usted está desconsolada, pero mi brazo es el que duele por el golpe", dijo el hombre aún con voz molesta.

Aisyah levantó entonces la cara. Extendió la mano. "Lo siento... desde lo más profundo de mi corazón, te pi ... do perdón". Aisyah lo dijo tartamudeando porque se sorprendió al ver quién era el hombre al que había golpeado la botella de agua mineral.

"Tú...", Aisyah y el hombre se señalaron mutuamente al mismo tiempo.

Aisyah negó con la cabeza. No podía creer lo que estaba viendo en ese momento. El hombre era el mismo hombre que estaba en el aeropuerto. El dueño del coche en el que se había equivocado al entrar.

"¡Qué chica tan rara! Seguro que averiguaste cosas sobre mí, dónde vivo y mis costumbres. ¿Estás enamorada de mí?", preguntó el hombre sonriendo.

Aisyah se acarició el pecho de inmediato. No podía creer que todavía hubiera humanos con tanta confianza en sí mismos.

"Señor, no nos conocemos. ¿Por qué iba a averiguar cosas sobre usted?", preguntó Aisyah con una voz lo más normal posible para no dejarse llevar por la emoción.

"En ese caso, permítame presentarme, soy Alby", respondió el hombre, que resultó llamarse Alby.

Aisyah se vio obligada a aceptar el apretón de manos del hombre. Se dio cuenta de que todo era culpa suya por ser tan descuidada.

"Aisyah...", respondió Aisyah aceptando el apretón de manos del hombre.

Cuando Alby iba a decir algo, se oyó la voz de un hombre llamándolo por su nombre. Aisyah también miró a esa persona. Recordó que era el chófer de ayer.

"Señor Alby, su mamá y su papá le piden que vuelva a casa de inmediato", dijo el chófer.

"¡Seguro que quiere que la acompañe al mercado! ¡Si ya está la tía!", respondió Alby.

"Ya sabe, señor Alby, que su madre no quiere que la acompañe otra persona", respondió el chófer.

Alby se dio la vuelta de inmediato y se marchó dejando a Aisyah sin despedirse ni decir una palabra. La mujer se limitó a observar la marcha del hombre hasta que desapareció de su vista.

"Aunque su apariencia es como la de un jefe, en el momento en que su madre le pide que vuelva a casa, obedece de inmediato. Seguro que es el hijo favorito de sus padres. Es muy obediente. No será igual que Ammar. Lo que diga su madre, lo sigue de inmediato", dijo Aisyah en un monólogo para sí misma.

Aisyah caminó entonces hacia el hotel donde se alojaba. Al ver a un vendedor de comida que le gustaba, la compró para comerla en la habitación del hotel.

Quince minutos después, Aisyah había regresado al hotel. Inmediatamente cogió su computadora portátil. La llevó a la mesa que estaba cerca de la ventana de la habitación. Quería abrir el correo electrónico. A ver si había alguna respuesta de las empresas donde había solicitado empleo.

Al abrir el correo electrónico, vio que tenía varios mensajes. También tenía uno de Ammar. Sin embargo, Aisyah no quiso abrirlo. Abrió directamente uno de los correos electrónicos de la empresa.

Aisyah leyó cada palabra del correo electrónico. Sonrió al leer la palabra, si era aceptada en esa empresa.

"Alhamdulillah. También hay una empresa que ha respondido a mi solicitud de empleo", dijo Aisyah con una sonrisa.

Aisyah no pudo evitar que las lágrimas brotaran. Se sintió conmovida porque Dios lo había facilitado todo. En poco tiempo, había una empresa que la aceptaba como empleada.

"Tengo que demostrar al jefe de esa empresa que realmente merezco ser aceptada. Esto significa que tengo que buscar un alojamiento para vivir esta tarde. Me convertiré en residente de esta ciudad. Tal vez para siempre", se dijo Aisyah a sí misma.