Cecil Moreau estaba destinada a una vida de privilegios. Criada en una familia acomodada, con una belleza que giraba cabezas y un carácter tan afilado como su inteligencia, siempre obtuvo lo que quería. Pero la perfección era una máscara que ocultaba un corazón vulnerable y sediento de amor. Su vida dio un vuelco la noche en que descubrió que el hombre al que había entregado su alma, no solo la había traicionado, sino que lo había hecho con la mujer que ella consideraba su amiga.
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CAPITULO 5
Capítulo 5.
Después de una larga noche de reflexión, Cecil decidió que era hora de darse una oportunidad. Se merecía algo mejor. Esa mañana, con renovada determinación, se vistió y fue a buscar a Adrien. Él la recibió con sorpresa; después de su breve charla anterior, no había esperado volver a verla tan pronto.
“Hola, Adrien”, dijo Cecil, un poco tímida, pero con un tono firme. “Quiero pedirte algo… Quiero que volvamos a ser amigos. Te quiero en mi vida.”
Adrien sonrió, sorprendido y conmovido. “Claro que sí, Cecil. Siempre estaré aquí para ti.”
Con un suspiro profundo, Cecil continuó: “He decidido retomar las riendas de mi vida. Estoy cansada de vivir atrapada en el pasado, preocupada por lo que piensen los demás. Quiero volver a administrar mis negocios y demostrarme a mí misma que puedo hacerlo. No podré trabajar contigo constantemente, pero me haré un espacio para venir a verte y charlar.”
Adrien asintió, admirando la determinación en sus ojos. “Eso es lo que necesitabas, Cecil. Estoy orgulloso de ti. Y no te preocupes, siempre tendrás mi apoyo incondicional.”
Antes de despedirse, Adrien le dio un consejo que resonó en el corazón de Cecil: “No te cierres al amor, Cecil. No es malo sentirlo. Lo malo está en las personas que no valoran el amor que les das. Pero eso no significa que debas renunciar a esa parte de ti.”
Las palabras de Adrien quedaron grabadas en su mente mientras regresaba a casa. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía el control de su vida. Y aunque el camino hacia la redención y la felicidad sería largo, Cecil estaba lista para enfrentarlo.
Cecil despertó al día siguiente con una sensación renovada, como si un peso invisible se hubiera levantado ligeramente de sus hombros. Aunque sabía que el camino por recorrer sería difícil, la decisión de enfrentarlo le otorgaba una fuerza que hacía mucho no sentía. Se preparó cuidadosamente, optando por un atuendo sencillo pero elegante, como una declaración de su propósito de equilibrar la humildad con la confianza.
La primera parada de su día fue la oficina central de la empresa familiar, una imponente construcción que representaba años de trabajo duro y dedicación de su padre. Aunque hacía mucho tiempo que no se involucraba en los negocios, había llegado el momento de tomar un rol activo. Al entrar, los murmullos y las miradas de los empleados eran inevitables, pero Cecil mantuvo la cabeza en alto.
“Señorita Cecil,” dijo Rosa, la secretaria que había trabajado con su padre durante décadas. “Es un placer verla por aquí. ¿En qué puedo ayudarla hoy?”
“Buenos días, Rosa,” respondió Cecil con una sonrisa cordial. “Estoy aquí para revisar los informes financieros recientes y tener una reunión con los administradores. Quiero ponerme al día con todo.” La mujer asintió, claramente sorprendida pero complacida por su decisión. “Por supuesto. Prepararé todo de inmediato.”
La reunión fue un reto emocional para Cecil. Cada gráfico y reporte financiero le recordaba cuánto tiempo había perdido y cuán alejados estaban los lazos que una vez la conectaron con esta parte de su vida. Sin embargo, también despertó en ella un deseo ferviente de reconstruir, no solo los negocios, sino también su propio sentido de identidad.
Por la tarde, Cecil decidió visitar un pequeño café en el centro de la ciudad donde había acordado encontrarse con Adrien. Al verla, él le dedicó una sonrisa cálida, como si entendiera que este día marcaba un avance importante para ella.
“¿Cómo fue tu día?” preguntó Adrien mientras le ofrecía una taza de té.
“Intenso, pero necesario,” admitió Cecil, soplando suavemente la bebida caliente antes de probarla. “Tomar las riendas de los negocios es más complicado de lo que recordaba, pero me siento bien por haber dado este paso.”
Adrien asintió, apoyando los codos en la mesa mientras la observaba con atención. “Es un buen comienzo, Cecil. Y recuerda, no tienes que hacerlo todo sola. Pide ayuda cuando lo necesites.”
La conversación fluía con naturalidad, y Cecil se sorprendió de lo fácil que le resultaba abrirse a Adrien. Hablar con él era como quitar ladrillos de un muro que llevaba años construyendo, uno que la había mantenido aislada del mundo exterior.
Antes de despedirse, Adrien la miró con una mezcla de seriedad y afecto. “Cecil, no olvides que esto es solo el principio. Habrá días buenos y malos, pero lo importante es seguir adelante. Y yo estaré aquí para recordártelo cada vez que lo necesites.”
Las palabras de Adrien resonaron en su mente mientras caminaba de regreso a casa. La fuerza de su amistad, unida a su propio compromiso de cambiar, alimentaba una chispa dentro de ella. Cecil sabía que aún quedaba mucho por resolver, pero por primera vez en años, sentía esperanza.
