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EL DESTINO ES LA MUERTE.

EL DESTINO ES LA MUERTE.

Status: Terminada
Genre:Completas / Escena del crimen / Leyenda sangrienta / Casos sin resolver
Popularitas:3.1k
Nilai: 5
nombre de autor: José Luis González Ochoa

Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️

¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.

Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈

NovelToon tiene autorización de José Luis González Ochoa para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

(CAPITULO 3) LLAMADAS INESPERADAS

Monserrat se recostó en el asiento trasero de su auto, sintiendo el suave movimiento del vehículo mientras su chofer, Juan, conducía por las calles de Nueva York. La jornada laboral había terminado, pero su mente seguía trabajando, obsesionada con la carta que había recibido en su despacho.

El auto avanzaba por la Quinta Avenida, pasando frente a la icónica biblioteca pública de Nueva York, su fachada neoclásica iluminada por las luces nocturnas. Monserrat miró por la ventanilla, viendo cómo la ciudad cobraba vida en la noche. Las luces de los rascacielos se reflejaban en los edificios de cristal y acero, creando un espectáculo de colores y texturas.

Pero Monserrat no podía disfrutar del paisaje. Su mente estaba consumida por la carta, por las amenazas y acusaciones que contenía. ¿Quién podía escribir algo así? ¿Alguien que conocía su pasado? ¿Alguien que la odiaba?

El auto giró hacia la derecha, entrando en la calle 59, y pasando frente al Plaza Hotel. Monserrat recordó las noches que había pasado allí, en reuniones de trabajo y cenas con clientes. Pero ahora, la idea de estar en un lugar público la llenaba de ansiedad.

Juan, su chofer, la miró por el espejo retrovisor. "Señora, ¿está bien? Parece preocupada."

Monserrat sonrió débilmente. "Sí, Juan, estoy bien. Solo un poco cansada."

El auto continuó su camino, pasando por Central Park, cuyos árboles se erguían como sombras oscuras en la noche. Monserrat se sintió atrapada en una pesadilla, con la carta como una sombra que la perseguía.

¿Qué haría si no podía encontrar al autor de la carta? ¿Qué pasaría con las personas que amaba? La ansiedad la consumió, y se sintió sola y vulnerable en la oscuridad de la noche neoyorquina.

El auto finalmente llegó a su destino, la casa de Monserrat en el barrio de Riverdale, un oasis de tranquilidad en el norte de la ciudad. La casa, de estilo colonial, se erguía frente a ellos, sus ventanas iluminadas como un refugio acogedor.

Juan se detuvo frente a la entrada, y Monserrat salió del auto, sintiendo el frío nocturno en su piel.

"Gracias, Juan", dijo, mientras se dirigía hacia la puerta de su casa.

"De nada, señora. Buenas noches."

Monserrat entró en su casa, sintiendo que estaba a punto de enfrentar una noche larga y oscura. ¿Qué la esperaba en los próximos 7 días?

Monserrat cerró la puerta de su casa detrás de sí y se dirigió directamente al baño, sin siquiera quitarse los zapatos. Necesitaba deshacerse del estrés y la ansiedad que la consumían desde que había leído la carta.

Se desvistió rápidamente y se metió en la ducha, dejando que el agua caliente cayera sobre su cuerpo. El agua caía como una lluvia refrescante sobre su cabello y su espalda, pero no lograba calmar sus pensamientos.

"¿Quién podría hacer algo así?", se preguntaba, mientras el agua corría por su rostro. "¿Alguien que me conoce? ¿Alguien que me odia?"

Sus pensamientos se centraban en las personas que podrían estar en riesgo. Su familia, sus amigos, sus colegas... La lista de 20 nombres que había leído en su despacho seguía resonando en su mente.

"¿Quién fue la persona que ya pagó el precio?", se preguntaba, recordando las palabras de la carta. "¿Qué relación tiene conmigo? ¿Por qué fue elegida?"

La ansiedad la consumió, y se sintió abrumada por la responsabilidad de proteger a los demás. "¿Sería capaz de quitarme la vida para salvar a otros?", se preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

La idea la horrorizaba, pero también la hacía sentir culpable. "¿Qué tipo de persona soy si no estoy dispuesta a hacerlo?", se preguntó.

El agua continuaba cayendo sobre su cuerpo, pero Monserrat no sentía ningún alivio. Su mente estaba llena de preguntas y dudas, y no sabía cómo encontrar respuestas.

De repente, se sintió sola y vulnerable. No había nadie a quien recurrir, nadie que la pudiera ayudar.

Monserrat salió de la ducha, sintiendo que no podía seguir así. Necesitaba hacer algo, necesitaba encontrar una solución. Pero ¿qué?

Se envolvió en una toalla y se miró en el espejo. Su reflejo mostraba una mujer asustada y vulnerable. Pero también mostraba una mujer decidida.

"Iré hasta el fondo de esto", se prometió a sí misma. "No dejaré que me intimiden. No dejaré que me maten."

Pero mientras se secaba el cabello, no podía evitar preguntarse: "¿Y si ya es demasiado tarde?"

Monserrat salió de la ducha, se puso su pijama y se dirigió a su despacho en casa. No era momento de dormir, no después de recibir esa carta. La sensación de realidad y urgencia la invadía, y sabía que debía tomar acción.

Se sentó en su silla de cuero negro y colocó la carta sobre el escritorio, con las dos hojas frente a ella. La hoja de la carta y la hoja de la lista de nombres parecían mirarla con una malignidad silenciosa.

Comenzó a analizar la carta, leyendo cada palabra y cada frase con detenimiento. Buscaba cualquier pista, cualquier indicio que pudiera revelar la identidad del autor.

"Quiero que juegue un juego conmigo", decía la carta. "Un juego que involucra la muerte." Monserrat se estremeció al leer esas palabras. ¿Qué tipo de juego podría ser?

La carta también mencionaba que conocía su rutina, sus horarios, sus lugares favoritos. Monserrat se sintió vulnerable y expuesta. ¿Cómo podía alguien saber tanto sobre ella?

Luego, su mirada se posó en la lista de nombres. Veinte personas que podrían estar en peligro por su culpa. Monserrat se sintió abrumada por la responsabilidad.

"¿Qué debo hacer?", se preguntó. "¿Cómo puedo proteger a estas personas?" La carta no daba pistas claras, solo amenazas y advertencias.

Monserrat se levantó de su silla y comenzó a caminar por la habitación, pensando. Necesitaba un plan, necesitaba una estrategia. No podía dejar que el autor de la carta la intimidara.

De repente, se detuvo frente a una estantería llena de libros de derecho y criminología. Tal vez, pensó, la clave estuviera en su pasado, en alguno de los casos que había resuelto.

Monserrat se sentó de nuevo en su silla y comenzó a revisar sus archivos, buscando cualquier conexión entre su pasado y la carta. La noche sería larga, pero estaba decidida a encontrar respuestas.

Monserrat se detuvo en su búsqueda de archivos y se centró en la lista de 20 nombres. La carta decía que alguien ya había pagado el precio, y ella necesitaba saber quién era.

Miró la lista y vio el primer nombre: Emily Wilson.

Monserrat sacó una carpeta con direcciones y números de su escritorio y comenzó a buscar información sobre Emily Wilson. Encontró un número de teléfono asociado a su nombre: 917-555-0127.

Se preguntó si Emily Wilson podría ser la persona que ya había pagado el precio. ¿Qué había pasado con ella? ¿Estaba herida? ¿O peor?

Monserrat sintió un temor creciente mientras pensaba en las posibles consecuencias. Necesitaba averiguar qué había pasado con Emily Wilson y cómo podía ayudarla.

Se levantó de su silla y se dirigió al teléfono. Marcó el número de Emily Wilson, pero después de varios timbres, saltó el contestador automático.

"Hola, soy Emily. Deja un mensaje", dijo la voz al otro lado de la línea.

Monserrat dudó un momento antes de dejar un mensaje. "Emily, soy Monserrat Hernández. Necesito hablar contigo urgentemente. Por favor, llama me cuando puedas."

Colgó el teléfono y se sentó de nuevo en su silla, pensando en su próximo paso. ¿Debía ir a la dirección de Emily Wilson? ¿O esperar a que ella llamara?

La incertidumbre la consumió, pero Monserrat sabía que no podía esperar. Tenía que actuar rápido para proteger a Emily Wilson y a las otras personas en la lista.

Después de unos minutos, el teléfono de Monserrat sonó. Era Emily Wilson.

"Monserrat, ¿cómo estás?", preguntó Emily con una voz cálida.

Monserrat sonrió al escuchar la voz de Emily. "Estoy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Cómo has estado?"

Emily se rió. "Bueno, ha sido un tiempo desde que nos vimos últimamente. ¿Qué te hace llamar después de tantos años?"

Monserrat había conocido a Emily en la facultad de derecho, donde habían sido compañeras de clase. Después de graduarse, Emily se había mudado a Nueva York para trabajar en una ONG, y Monserrat había comenzado su carrera como abogada.

Monserrat se sintió un poco incómoda al escuchar la pregunta de Emily. No quería revelar la verdad sobre la carta y la lista, al menos no todavía.

"Simplemente quería saber cómo estabas", dijo Monserrat, tratando de sonar casual. "Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos."

Emily se rió de nuevo. "Sí, ha pasado mucho tiempo. Pero estoy bien. ¿Y tú? ¿Qué has estado haciendo?"

Monserrat se sintió aliviada de que Emily no hubiera insistido en saber por qué la había llamado. "Estoy bien", dijo. "Trabajando mucho, como siempre."

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, y Monserrat se preguntó si Emily estaba sospechando algo.

"Escucha, Monserrat", dijo Emily finalmente. "Me alegra que hayas llamado. Pero ¿estás segura de que todo está bien? Tu llamada me ha parecido un poco... extraña."

Monserrat se sintió tensa. ¿Emily había notado algo en su voz? ¿Debía revelar la verdad?

"No, no hay nada", dijo Monserrat rápidamente. "Solo quería saber cómo estabas. Te prometo que todo está bien."

Emily se rió de nuevo. "Bueno, si estás segura... Me alegra saber de ti, Monserrat. Deberíamos vernos pronto."

Monserrat sonrió, sintiendo un poco de alivio. "Me encantaría", dijo. "Pronto nos vemos."

La segunda persona en la lista era un hombre llamado Ryan Jenkins.

Monserrat marcó el número de Ryan y esperó a que respondiera. Después de unos timbres, una voz brusca respondió.

"¿Sí?"

"Monserrat Hernández al habla", dijo Monserrat. "¿Ryan?"

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea.

"Monserrat", dijo Ryan finalmente. "¿Qué quieres?"

Monserrat se sintió sorprendida por la hostilidad en la voz de Ryan. Habían sido colegas en un caso hace unos años, y aunque no habían sido amigos cercanos, siempre habían mantenido una relación profesional.

"Solo quería saber cómo estabas", dijo Monserrat, tratando de sonar amistosa.

Ryan se rió con sarcasmo. "¿Después de todos estos años? ¿De repente te importa cómo estoy?"

Monserrat se sintió incómoda. "Ryan, lo siento si te he molestado. Solo quería..."

Ryan la interrumpió. "No me has molestado, Monserrat. Me has sorprendido. ¿Qué quieres realmente?"

Monserrat se dio cuenta de que Ryan no estaba dispuesto a charlar. "Nada, Ryan. Solo quería saber cómo estabas."

Ryan se rió de nuevo. "Bueno, ahora lo sabes. Estoy bien. Gracias por llamar."

Y con eso, Ryan colgó el teléfono.

Monserrat se quedó con la mano en el auricular, sintiendo sorpresa y confusión. ¿Qué había pasado con Ryan? ¿Por qué había reaccionado de esa manera?

Monserrat se sacudió la cabeza. No tenía tiempo para pensar en eso ahora. Tenía que seguir llamando a las personas en la lista. Pero antes de continuar, se hizo una nota mental: Ryan Jenkins no parecía ser la víctima, pero ¿por qué estaba tan enfadado?

La noche había caído sobre la ciudad, y el despacho de Monserrat se había convertido en una cueva de sombras y silencio. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, iluminando los contornos de los muebles y creando sombras inquietantes en las paredes.

Monserrat se sentaba en su silla, con los ojos cansados y la mente agotada. Había pasado horas llamando a las personas en la lista, pero no había obtenido nada concreto. Solo respuestas evasivas, conversaciones cortantes y silencios incómodos.

Se levantó de su silla y se dirigió a la cocina, donde preparó un café fuerte para mantenerse despierta. Mientras esperaba a que el café estuviera listo, se acercó a la ventana y miró hacia fuera. La ciudad estaba en silencio, pero los ruidos nocturnos eran como un susurro constante en el fondo. Un coche pasó por la calle, iluminando momentáneamente la acera con sus faros.

Monserrat se estremeció, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. La noche parecía cerrarse sobre ella, como si estuviera atrapada en una trampa.

Volvió a su despacho, con el café en la mano, y se sentó en su silla. Miró la lista, que ahora estaba casi completa. Solo quedaba un nombre.

Se detuvo en la última línea, con el bolígrafo suspendido en el aire. El nombre era:

"Rafael Hernández-García, tío segundo"

Monserrat sintió un latido en su corazón. Rafael era el hermano de su abuela paterna, un hombre que siempre había estado un poco alejado de la familia.

Se inclinó hacia adelante, con los ojos fijos en el nombre. La habitación parecía estar en silencio, como si estuviera conteniendo la respiración.

De repente, un ruido extraño sonó en la noche, como un crujido de ramas en el jardín. Monserrat se estremeció, sintiendo un sobresalto.

Y entonces, todo quedó en silencio.

Monserrat se quedó inmóvil, con los ojos fijos en el nombre de Rafael Hernández-García, esperando a que algo sucediera.

Monserrat marcó el número y esperó a que alguien respondiera. Después de unos timbres, una voz juvenil contestó.

"Hola", dijo la voz.

Monserrat sonrió al reconocer la voz de su sobrino segundo, Jack.

"Jack, soy Monserrat", dijo.

Hubo un momento de silencio antes de que Jack respondiera.

"Tía Monserrat... ¡hace siglos que no sabemos nada de ti!", exclamó.

Monserrat se rió. "Lo sé, lo sé. Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo estás?"

Jack se rió también. "Estoy bien, tía. Pero ya hacía años que no sabía nada de ti. La última vez que te vi fue en el funeral de la abuela."

Monserrat sintió un pang de culpa. Había perdido contacto con su familia después de la muerte de su abuela.

"Alejandro, ¿está tu padre en casa?", preguntó.

"Sí, está", respondió Alejandro. "Pero está un poco ocupado con la policía."

Monserrat se sorprendió. "¿La policía? ¿Qué ha pasado?"

Jack dijo seriamente. "Bueno, mi hermana ha tenido algún inconveniente en la escuela."

Monserrat se intrigó. "¿Qué tipo de inconveniente?"

"Puedo pasarle el teléfono a mi padre", dijo Jack ."Los policías ya se van. Le voy a decir."

Monserrat asintió, aunque Jack no podía verla. "Sí, por favor."

Hubo un momento de silencio antes de que Jack volviera a hablar.

"Papá, es la tía Monserrat", dijo.

Y luego, una voz más grave y familiar tomó el teléfono.

"Monserrat, ¿cómo estás?", dijo la voz de Rafael Hernández-García.

Monserrat se preparó para hablar con su tío, sin saber qué esperar...

Rafael le hizo los mismos cuestionamientos que su hijo a Monserrat, y después ella le preguntó que cómo estaban y qué había pasado.

"¿Qué pasa, Rafael? ¿Por qué la policía está con ustedes?", preguntó Monserrat.

Rafael suspiró profundamente antes de responder.

"Sabes tú que eres abogada, espero que siga haciéndolo. Las injusticias en este mundo son un asco. Mi hija, de tan solo 14 años, es solo una niña. Cumple 15 años dentro de unos días. Y de repente, un día normal, cualquiera, donde uno nunca se espera que a sus hijos a esa edad tengan ese tipo de sufrimientos... Un desgraciado llega y les arruina la infancia."

Monserrat se sintió un escalofrío recorrer su espalda.

"¿Qué pasó?", preguntó.

"Mi hija abrió su locker en la escuela y encontró pornografía arriba, a todo color, asquerosa, de todo tipo. Y había un mensaje en las imágenes... Esto es lo que te voy a hacer a ti en cuanto te encuentre sola."

Monserrat se sintió horrorizada.

"¿Dónde viven ustedes?", preguntó, tratando de procesar la información.

"Vivimos en Boise, Idaho", respondió Rafael.

Monserrat se sorprendió. Boise estaba a más de 2.500 millas de Nueva York, unas 6 horas de distancia en avión.

"Lo siento mucho, Rafael. Espero que su hija esté bien y que todo se resuelva", dijo Monserrat.

Rafael gruñó.

"Gracias por haber hablado, Monserrat. Pero no estoy en un momento lo suficientemente concentrado en este momento por toda esto. Carajos."

Monserrat entendió.

"No se preocupe, Rafael. Llámeme cuando esté listo para hablar."

Después de colgar el teléfono, Monserrat se quedó sentada en silencio, pensando en la conversación que acababa de tener. ¿Cómo era posible que un hombre hubiera estado en Boise, Idaho, y luego hubiera estado en Nueva York para entregar la carta? La distancia era enorme. ¿Y qué conexión había entre Rafael y su familia y la carta que había recibido? Monserrat se sintió más confundida que nunca.

Monserrat se quedó sentada en silencio, procesando la conversación con Rafael. La carta que había recibido decía que alguien ya había pagado el precio, y ahora comprendía que "arruinar" no necesariamente significaba asesinar. La niña de 14 años de Rafael había perdido su inocencia, y ahora se sentía estremecida y aterrorizada por las imágenes que había visto y por el mensaje que había recibido.

Monserrat sintió un escalofrío recorrer su espalda. La amenaza era real. Una niña de solo 14 años había sido destruida psicológicamente. La imagen de la niña, inocente y vulnerable, se grabó en la mente de Monserrat.

Se levantó de su silla y comenzó a caminar por la habitación, tratando de procesar sus pensamientos. La carta no era solo una amenaza vacía. Era una realidad cruel y despiadada. Alguien había elegido a Rafael y su familia como objetivo, y ahora Monserrat se sentía responsable de encontrar al culpable.

Se detuvo frente a la ventana y miró hacia fuera. La ciudad estaba en silencio, pero Monserrat sabía que la oscuridad que se escondía en las sombras era real. La amenaza era real.

Volvió a su escritorio y miró la carta de nuevo. Las palabras parecían saltar de la página, gritando su mensaje de terror y destrucción. Monserrat sabía que tenía que actuar rápido. Tenía que encontrar al culpable antes de que fuera demasiado tarde.

Con determinación renovada, Monserrat comenzó a hacer planes. Iba a encontrar al responsable de la carta y de la destrucción de la inocencia de la niña de Rafael. Iba a hacer justicia.

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Luis Ochoa
Hola Alicia, muchas gracias por tu comentario. Ten por segura que se tiene contemplada la secuela.
Alicia Escobar
un libro interesante con detalles únicos y originales, espero que tenga una continuación 😃👍
Elsa Orivas
mucho miedo pero que val8e te
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