Después de dos años de matrimonio, me di cuenta de que nuestra relación era un fracaso. Durante ese tiempo, intenté ganarme el amor de James, pero el heredero de la corporación Sterling simplemente me despreciaba.
James, un hombre atractivo, codiciado y rico, hacía que yo fuera la envidia de muchas mujeres. Sin embargo, nadie sabía que detrás de las puertas cerradas de nuestro hogar, James me trataba con frialdad y desdén.
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CAPÍTULO #6 : QUIERO EL DIVORCIO
QUÉDATE CON ELLA.
≪James starling≫
—Por eso te dije que no debías venir —dije, con mi voz cargada de frustración.
Débora me miró con una mezcla de sorpresa y enojo.
—¿Y yo qué iba a saber que la estúpida de tu esposa iba a venir? —respondió, cruzándose de brazos—. Ósea, ¿cómo iba a adivinarlo?
Sentí que la rabia me consumía. Me acerqué a ella, tratando de mantener mi voz baja pero firme.
—Débora, esto no puede seguir así. Necesitas irte ahora mismo.
Ella me miró con desafío, pero finalmente asintió.
—Está bien, me voy. Pero esto no ha terminado, James.
La observé mientras salía de la oficina, cerrando la puerta con un golpe. Respiré hondo, tratando de calmarme antes de llamar a Emma de nuevo.
—¡Emma! —grité, mi voz resonando en la oficina.
Emma entró rápidamente, su expresión llena de nerviosismo.
—Sí, señor Stirling.
—¿Por qué no me avisaste que mi esposa estaba aqui? —dije, con mi voz llena de furia.
Emma tragó saliva, claramente incómoda.
—Lo intenté, señor, pero también es la jefa. No pude detenerla.
La miré con dureza, sintiendo la frustración burbujear dentro de mí.
—Retírate, Emma. Y no se te ocurra comentar nada de esto con nadie.
Emma asintió rápidamente y salió de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Me quedé solo, sintiendo la tensión acumulada en mis hombros. Sabía que tenía que encontrar a Ana y arreglar las cosas antes de que todo se desmoronara. Tomé mis cosas y salí de la oficina, dirigiéndome a mi auto. Necesitaba un momento para pensar, para planear mis próximos pasos. No podía permitir que esto arruinara todo por lo que había trabajado.
Al llegar a casa, llamé a Ana, pero no obtuve respuesta. La atmósfera del hogar era inquietantemente silenciosa. Me dirigí a la cocina, donde encontré a Agustina, la empleada del hogar.
—Agustina, ¿dónde se encuentra mi esposa? —pregunté, esforzándome por mantener la calma.
Agustina me miró con preocupación.
—La señora regresó muy alterada y está en su habitación —respondió, con la voz temblorosa.
No le permití concluir su intervención y subí rápidamente las escaleras. Al llegar, abrí la puerta de golpe y encontré a Ana sacando su ropa del armario y colocándola en una maleta.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le pregunté, con incredulidad en mi voz.
Ana me miró con seriedad, sus ojos reflejaban una firme determinación.
—¿Qué te parece que estoy haciendo? —respondió con frialdad—. Aparte de ser un idiota, también eres ciego. Eso es lo único que me faltaba.
Desvió su mirada de mí y continuó con su tarea de empacar. La detuve al tomar su brazo con firmeza.
—¿Qué crees que estás haciendo? No es el momento para que actúes de manera inmadura —respondí, intentando mantener la compostura.
Pude percibir en sus ojos un desafío claro. Me miró intensamente, sin parpadear.
—¿Inmadura? ¿Qué dirías tú si me encontraras en la oficina con otro hombre? —me respondió, su voz impregnaba desprecio—. Me produces asco, James. Ojalá nunca hubiera depositado mis sentimientos en ti.
Sentí un nudo en el estómago y le respondí con firmeza.
—Es demasiado tarde para eso, Ana. Ya has tomado tu decisión —dije, sujetando su brazo y acercándola más a mí—. ¿No era esto lo que deseabas? ¿No eras tú la que anhelaba casarse? ¿Qué ha cambiado en este momento?
Ella mantuvo su expresión impasible, como si mis palabras carecieran de significado, lo cual me resultaba profundamente frustrante.
—¿Qué ha cambiado? —repitió, apenas en un susurro—. Todo ha cambiado, James. Me he dado cuenta de que nunca me amaste. Simplemente fui una pieza más en tu juego.
Solté su brazo, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de mí.
⪻Ana Sinclair ⪼
—Siempre tuve mis sospechas, pero no insistí en seguirlas. Pensé que tu agotamiento era simplemente resultado del trabajo o que tu comportamiento se debía a eso. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que no es así. Hoy he confirmado algo que siempre me han comentado “PERRO ES PERRO Y DONDE LE SIRVAN COME”. Aunque sea excremento.
—Quiero el divorcio, James. Puedes quedarte con ella, porque yo me marcho. No estoy dispuesta a seguir desperdiciando mi vida a tu lado. No pienso derramar ni una lágrima más por ti. Espero que todo lo que yo hacía por ti, ella lo haga.
Tomé mi maleta, sintiendo una mezcla de liberación y tristeza. Lo hice a un lado para salir, pero antes de que pudiera cruzar la puerta, James me detuvo con su voz llena de furia.
—Si decides salir por esa puerta, ten en cuenta que no podrás volver a entrar en esta casa. ¿Quedó claro?
Me di la vuelta un poco y lo observé con una sonrisa cargada de ironía.
—Desde hace tiempo, este lugar ya no es mi hogar. Puedes quedarte con tu gélido castillo.
Salí de la habitación y, al hacerlo, sentí como si un enorme peso, acumulado durante años de tristeza y desdicha, se deslizara de mis hombros. Con una renovada determinación, empecé a descender las escaleras; cada paso parecía más firme y decidido que el anterior, como si estuviera despidiendo aquellas cadenas que me habían mantenido atada durante tanto tiempo. Al llegar al vestíbulo, noté que Agustina me observaba con preocupación evidente en su rostro.
—¿Señora Ana, está bien? —inquirió, su voz temblando ligeramente, como si le costara creerse la situación.
—Sí, Agustina. Estoy mejor que nunca —respondí, transmitiendo una confianza que apenas comenzaba a gestarse en mi interior.
Abrí la puerta principal de mi casa y me adentré en la noche. El aire fresco y fresco me envolvió al instante, acariciando mi rostro y llenándome de una sensación de libertad que había estado ausente en mi vida durante mucho tiempo. Cada inhalación traía consigo la promesa de un nuevo comienzo, un cambio anhelado.
Mientras caminaba hacia mi auto, el sonido de mis pasos resonaba en el silencio de la noche, como si cada uno de ellos me separara del peso de las mentiras y los desamores que habían marcado mi existencia. La luz de la luna iluminaba el camino, y con cada paso que daba, sentía que dejaba atrás un pasado que ya no deseaba cargar. Era un momento de liberación, un instante en el que la esperanza comenzaba a asomarse tímidamente entre las sombras.
Mientras conducía, mis pensamientos se agolpaban en mi mente. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que mi vida se convirtiera en una ilusión? Sin embargo, todo eso quedaba en el pasado. Ante mí se presentaba una nueva oportunidad, una nueva etapa por explorar.
Llegué a un hotel modesto en las afueras de la ciudad y procedí a realizar mi registro. La recepcionista me observó con cierto interés, pero decidí ignorarlo. Subí a mi habitación, donde dejé la maleta en el suelo. Me senté en la cama, experimentando una combinación de agotamiento y alivio.
—Esto es solo el comienzo —me dije a mí misma, infundiendo valor.
Dónde dejaste a la sanguijuela de la Débora ????!!!!
A sobarse pués 🤭
Nunca estuviste de acuerdo con ese matrimonio arreglado....
Espero las próximas líneas no sean de maldad desmedida y una mujer doliente, sumisa
ayyy Dëbora.... pobre de tï 🤭