Bajo El Rostro De La Violencia~

Cuando Eiran estaba en la habitación buscando el medicamento para Damon, su teléfono vibró con una llamada del hospital.

—¿Hola? —respondió con calma, aunque su voz siempre tenía un toque autoritario natural debido a su condición de Omega Puro y Dominante.

—Doctor Eiran, necesitamos que venga lo antes posible. Hay una cirugía crítica en dos horas, y su experiencia es imprescindible —dijo una voz al otro lado de la línea.

—Entendido, estaré allí lo más pronto posible —contestó Eiran antes de colgar.

Guardó el teléfono y tomó el medicamento para llevárselo a Damon, quien estaba en la sala, rodeado por sus amigos.

—Tómalo —ordenó Eiran al acercarse, entregándole las pastillas y un vaso de agua con el mismo tono autoritario de siempre.

Damon arqueó una ceja, pero obedeció. Tomó el medicamento sin protestar, algo inusual para un Alfa dominante como él.

—Buen chico —dijo Eiran con una sonrisa apenas perceptible.

—¡Wuhuuuuuu! —gritaron los amigos de Damon, riendo entre ellos.

—¿El gran Damon Ruiz se ha domesticado? —bromeó Adam, uno de los Alfas del grupo, provocando risas generalizadas.

Eiran los miró sin inmutarse. Había lidiado con hombres como ellos antes, y aunque eran Alfas, sabía cómo imponer su presencia. Ser un Omega Puro y Dominante tenía sus ventajas.

—Damon, tengo que ir al hospital. Me necesitan para una cirugía importante. Regresaré en cuanto termine —dijo Eiran, suavizando un poco su tono al pedir permiso.

Damon lo miró con su característica intensidad, pero finalmente asintió con un breve "Ve".

Eiran sonrió ligeramente, aliviado por no tener que discutir. Luego regresó a su habitación para recoger su bolso y la bata de médico. Antes de salir, pasó nuevamente junto a Damon.

—Espero que ustedes se queden con él hasta que vuelva. No lo dejen caminar por ningún lado —pidió Eiran a los amigos de Damon, su tono no admitía réplica.

—Claro, doctor Eiran —respondió Adam con una sonrisa burlona, aunque con respeto en su voz.

—Gracias. Me voy entonces —dijo Eiran antes de salir al frente de la mansión, donde el chófer de Damon ya lo esperaba para llevarlo al hospital. Su auto seguía allí desde la última vez que visitó la mansión.

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—Parece que te has ablandado quedándote en casa, Damon —comentó uno de sus amigos cuando Eiran se fue.

Damon no respondió, limitándose a esbozar su sonrisa fría y calculadora.

—¿Estás seguro de que confías en él? Ese omega no parece como los demás —dijo Aron, observando la puerta por donde Eiran había salido.

—Precisamente por eso. Sé que no es como los demás —respondió Damon con calma.

—Jejeje... Parece que alguien está obsesionado con el doctor Eiran —bromeó Ray, otro de los amigos de Damon.

Damon simplemente encogió los hombros, aunque sabía que la broma no estaba lejos de la realidad. Había algo en Eiran que lo desafiaba y lo atraía a partes iguales. Pero el amor, para él, siempre había sido una debilidad.

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Cuando Eiran llegó al hospital, se dirigió directamente a su oficina. Algunos compañeros lo interceptaron en el camino, curiosos por saber más sobre su tiempo en la mansión de Damon.

—¡Hey, Eiran! ¿Qué tal tu estancia? ¿Algún escándalo que contar? —preguntó Bianca, siguiéndolo con picardía.

—Bianca, en este trabajo no hay espacio para cosas como esas. Déjame en paz, tengo que prepararme para una cirugía importante —respondió Eiran sin detenerse.

—Vamos, dime la verdad. ¿Durmieron juntos? —insistió Bianca, alzando las cejas.

—¿Estás loca? Tsk, ya basta —dijo Eiran, abriendo la puerta de su oficina con fastidio.

—Oh, por cierto, esos dos doctores que te admiran estuvieron buscándote mientras no estabas. Creo que querían invitarte a cenar —añadió Bianca con una sonrisa traviesa.

—No me interesa —respondió Eiran antes de cerrar la puerta en su cara.

Bianca se rió por lo bajo mientras se alejaba.

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Tres horas después, Eiran terminó la cirugía y decidió descansar un poco en su oficina. Antes de regresar a la mansión, planeó pasar primero por su apartamento.

Cuando salió del hospital y llegó al estacionamiento, una voz lo detuvo.

—¡Eiran! —gritó alguien justo cuando estaba abriendo la puerta de su coche.

Eiran se giró y vio a un joven que reconoció de inmediato.

—¿Ares? ¿Qué haces aquí? —preguntó, sorprendido.

—Acabo de regresar anoche y vine a buscarte. ¿Podemos tomar un café juntos? —preguntó Ares, mostrando su sonrisa habitual.

—Lo siento, estoy algo ocupado —respondió Eiran, intentando evitar la conversación.

—Solo será un momento. Podemos tomarlo en la cafetería del hospital —insistió Ares con tono persuasivo.

Eiran suspiró, cediendo finalmente.

—Está bien, pero solo un rato, ¿de acuerdo? —dijo, mostrando una leve sonrisa.

Ares asintió con entusiasmo, y ambos regresaron al interior del hospital.

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