Caníbal

La adrenalina, su respiración entre cortada y sus palpitaciones al cien por ciento. Aunque estaba cansada no quería dejar de correr y mirar atrás a cada segundo. Ni ella misma podría creer lo que acababa de suceder. Ella confío en él.

Jul, buscó desesperada las marcas en los árboles, quería ir con Jane y contarle todo. Jane seguramente la comprendería.

¿Dónde te refugias cuando tu hogar se vuelve desconocido? No lo sé, solo queda fingir que todo está bien.

Erick caminaba desesperado en la casa, de una habitación a otra mientras sostenía una botella en la mano. Luego sostuvo su cabeza y dejó su cuerpo caer en el sillón en donde Juliana solía sentarse. ¿Cómo le contaría esto a su esposa? ¿Qué pensaría ella?

Ese día había llegado más temprano y no encontró a su esposa, solamente Jul estaba en la casa, sin embargo, ella había huido y Erick estaba asustado por perderla. Esa rebeldía le parecía extraña de su dulce niña, Jul siempre lo amó y ahora no podría dejar de hacerlo, y él sabía mover los hilos de manera ingeniosa, no dejaría que la inocente Jul desapareciera, siempre la mantendría joven y hermosa.

Luego de tres horas, Juliana llegó y de Jul nada se sabía aún. Juliana traía su hermoso bolso rojo en un hombro y tan solo entrar en la casa le había puesto cansada.

—¿Bebiendo otra vez? No quiero que nuestra posición caiga más bajo, te he dicho que dejes de hacerlo. —Juliana regañó a su esposo y puso el bolso en un sillón y después le quitó la botella a Erick, quien traía la mirada perdida y la cabeza agachada.

—No fue mi intención, bebí demás y la confundí contigo. No es mi culpa, la culpa es de ella por parecerse a ti. —Juliana dejó caer la botella y esta se rompió, luego ella subió corriendo a la habitación de Jul. La buscó por todas partes y no la encontró, volvió a la sala y gritando le preguntó a Erick.

—¿Dónde está mi hija? Mi bebé… —Cayó sentada al suelo y pareciera que iba a llorar, pero, no salió ni una gota de sus ojos.

—No lo sé, ella salió corriendo. Son tres horas ya. —Juliana salió y no le dijo nada más a su esposo. Quién permanecía rígido en el sillón.

¿Qué harías por tu hijo/a? No todos tenemos buenos padres.

Jul se quedó en el refugio y esperó por Jane, quien no llegó a pesar de que Jul estuvo esperando horas y horas. La noche vino y todo el ambiente se volvió frío, bastante. A tal punto que Jul sintió que se estaba congelando y lo peor era que, comenzaba a nevar.

La nariz de Jul se puso roja y su cuerpo empezó a temblar. No había donde resguardarse del frío.

—¿Dónde estas Jane? ¿Me dejaras sola también? —Jul comenzó a sollozar mientras observaba los árboles y la oscuridad de la noche. Sentía miedo, mucho miedo.

Se acurrucó a ella misma con sus brazos y dejó reposar su cabeza sobre sus brazos y tardó por lo menos una hora antes conciliar el sueño.

¿Despertaría mañana? Ese fue su pensamiento antes de dormir profundamente. También era el mío, nunca se sabe cuándo llegará la muerte.

Al día siguiente, Jul se despertó algo asustada luego de que Jane la moviera como una chatarra inservible.

—¿Qué haces en mi guarida secreta? Se supone que solo debes venir cuando estoy aquí. —Jul achicó los ojos debido a luz solar que entraba y le estaba dando en la cara.

—¿Jane? ¡Jane! —Jul la abrazó y procedió a llorar a gritos. —Te quería ver y quería estar contigo, pero, no estabas y te esperé toda la noche.

—Guau, felicitaciones; aguantaste toda una noche fría, yo no podría y menos en este intento de casa. —Jane sonrió y acarició la espalda de Jul. —Esperaste como un perro espera a su dueño.

—Sí, te esperé mucho. Quería contarte algo, tuve mucho miedo y no quería regresar a casa. —Jul no le dio importancia sobre el hecho de que Jane la acababa de llamar perro. Más bien, se sintió cercana, ya que, Jane la felicitó.

—Soy todo oídos, preciosa. —Eso hizo que Jul se pusiera más feliz y a la vez algo tímida.

—Mi papá me tocó y me dolió mucho. Ya no quiero volver a casa. ¿No me puedo quedar contigo? —Jul le contó rápidamente a Jane.

—No, no puedes quedarte conmigo. Por ahora aguanta, luego veré qué hago con tu padre. Ah cuéntale a tu madre. Odio que toquen mis objetos. —Jul sonrió feliz luego de escuchar a Jane y si era por Jane, Jul soportaría años y la esperaría.

—Está bien. Eres como un príncipe azul. —Jul le comentó a Jane mientras apartaba la mirada, tenía miedo de verle a los ojos.

—¿Parezco hombre? No importa, puedes verme como quieras. —Jane se levantó del suelo y salió de la guarida, Jul la siguió.

—¿A dónde vas Jane?

—Tienes que regresar ahora, no quiero a nadie en esta parte del bosque. Ah, y si hay alguien alrededor y estoy ahí también, finge que no me conoces. No quiero que nadie sepa que somos ¿Cercanos? —Jane habló mientras mantenía las manos entrelazadas detrás de la espalda. —Jane quiere que guardes ese secreto—, Jul asintió luego de escuchar la voz tierna de Jane.

—Entonces, ya me voy. Regresaré mañana. —Y antes de irse Jul corrió y abrazó a Jane, quien al parecer no esperaba eso y se quedó procesando un poco mientras veía como Jul se apartaba y comenzaba a caminar.

¿En quién debes creer? Todos son fieras que te asechan. Devoras o te devoran.

Cuando Jul estaba saliendo del bosque vio a su madre correr hacia ella y la abrazó.

—Jul… ¿Dónde estuviste? Te busqué toda la noche. —Juliana la abrazó fuertemente y repartió besos por su mejilla.

Jul con todo el miedo en su corazón y sin saber que hacer, contó la verdad.

—Papá me tocó. —Jul dijo con lágrimas en los ojos. Toda asustada y esperando encontrar refugio en su madre. Quién era alguien importante para ella.