Simoné es una chica de 25 años que lucha por obtener siempre lo que le gusta. Nada la detendrá por lograr sus objetivos, aunque tenga que luchar con su propia... ¡madre!
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Prólogo, Simoné
Simoné, ya me cansé de que siempre me dejes plantado, Charly le salió al encuentro.
Pues si no te gusta, aquí terminamos. Entiende que soy una mujer muy ocupada, fue la respuesta de Simoné, a ella le gustaba que los hombres derraparan por ella.
Ella era una mujer sumamente hermosa, cabello rubio y ojos azules, nada le pedía a la vida, pues lo tenía todo.
La mayoría de los muchachos que la conocían la cortejaban, pero ella no le hacía caso a ninguno.
Charly y ella se habían conocido en un antro, y al momento ambos se gustaron. Llevaban una relación tormentosa porque a ella le gustaba divertirse con sus amigas y amigos que eran demasiados.
Muchas veces lo relegaba a segundo plano y eso a él le molestaba mucho, pero se tenía que aguantar porque la amaba a pesar de todo y no la quería dejar.
Simoné no sabía lo que era el amor, ella no estaba enamorada de Charly, le gustaba, eso sí, pero enamorada, ¡ni loca!, como ella misma decía.
En el trabajo la habían elegido para representar a la empresa, ya que era la más hermosa.
A raíz de eso, ella se crecía cada vez más y era muy déspota con sus compañeros.
Sin embargo, con todo y ese carácter de amargura, ella era muy querida en esa empresa. Cosa que aprovechaba hasta su máxima potencia, para ser una mujer malcriada y agresiva con sus compañeros de trabajo.
A sus 25 años, ella era gerente de producción en la empresa "Modas y Textiles Flores (MOTEFLO)".
Había logrado terminar su carrera y era muy reconocida en esa empresa, además, de ser muy eficiente.
Su jefe inmediato, René Torres, estaba muy contento con su trabajo, más no así con su actitud.
Simoné, por favor, te pido que seas más accesible con los clientes y con tus compañeros.
Pero, ¿qué queja tiene de mí, si no ha visto cómo se llena de clientela?
Sí, pero ya van varios que se han quejado de tu mala actitud. No queremos perder clientes, ¿verdad?
Sí, señor como usted diga.
Simoné, aquí te queremos mucho, pero queremos a una mujer radiante y que sepa tratar a la gente, no queremos a una mujer déspota ni malcriada.
Sí, señor, aunque esa no ha sido mi intención.
Bueno, es todo lo que te quería decir, regresa a tu trabajo, por favor.
"De seguro mis compañeros fueron con el chisme, pero van a ver, se van a acordar de mí". "Sobre todo esa Nancy, que es tan envidiosa. Ya quisiera ella estar en mi lugar".
Simoné entró a su oficina y vio un hermoso ramo de rosas en su escritorio.
¿Quién me habrá dejado esto aquí?, oh,
tiene una tarjeta, la checaré.
"Para la mujer más hermosa sobre la tierra, te amo; Charly".
"Ay, ese Charly no quita el dedo del renglón, pero ya me está hartando". "Aunque no puedo negar que las flores son hermosas".
Simoné tenía mucho trabajo, por lo tanto, no podía pensar en nada más.
El resto de la tarde se dedicó a trabajar y a leer papeles, firmar, etcétera.
Cuando salió, después de terminado su trabajo, Charly la estaba esperando el lobby.
Charly, ¿qué haces aquí?, pensé que ya te habías ido.
Te estoy esperando mi amor, te invito a cenar, ¿aceptas?
Sí, pero no quiero ir a cualquier restaurante, quiero ir al mejor restaurante de la ciudad.
Sí, mi amor. Lo que tú digas. Charly sabía que no tenía suficiente dinero para un restaurante de lujo, pero con tal de que su novia no lo dejara era capaz de pedirle dinero al mismo diablo. Esa vez fue su madre la que lo sacó de apuros dándole una buena cantidad de dinero para que llevara a su novia a cenar.
Aunque no eran ricos, sí tenían lo suficiente para vivir cómodamente. Solo que Simoné exigía más de lo que él ganaba.
Su madre ya le había advertido sobre esto, pero él no entendía razones porque estaba muy enamorado de ella.
Lástima que ella solamente lo estaba usando.
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Martín y Teresa Mier, los padres de Simoné, trataban de hacerla entrar en razón diciéndole que si seguía con esa actitud lo único que iba a lograr era llenarse de odio y que sus amigos la odiaran con el tiempo.
Claro, ella no les hacía caso porque se creía inmune a todo eso. Ella sabía que con un solo chasquido de los dedos tendría a toda la gente comiendo de su mano.
Tenía una posición privilegiada, aunque no eran millonarios, pero sí se podían dar ciertos lujos.
Además, como Simoné era la gerente general de producción ganaba suficiente dinero para vestirse ella. No daba dinero a su casa porque sus padres no le exigían, ellos decían que mientras se mantuviera no habría ningún problema.
En lugar de eso, ellos, en ocasiones le daban dinero a ella cuando necesitaba algo.
Era una muchacha muy mimada, como hija única que era sus padres la tenían demasiado chiflada.
De niña no le llamaron la atención cuando ella se portaba mal, y ahora se había convertido en una mujer déspota, caprichosa y voluntariosa.
Varios de sus compañeros de trabajo ya se habían hartado de su mala actitud, y solo esperaban que ella se fuera de ahí.
Pero como a Simoné eso le venía valiendo cinco, seguía en su mala actitud.
Se creía tocada de Dios. La mamá de los pollitos.
"Autora"... Queridos lectores: esta novela es completamente ficticia. Todos los lugares, personajes, nombres, son completamente sacados de la mente de su servidora. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Les mando saludos desde mi querido México a todas partes de donde nos leen, muchas gracias por leer mis historias.
Espero que les guste y pues, espero también sus comentarios buenos o malos, no importa.
Un abrazo muy fuerte a todos ustedes que nos leen.
que el Charly no sea idiota y la vaya a querer ayudar 😂