tendrá que enfrentar su pasado para forjarse un
futuro de felicidad junto a ella sin sentarse frustrado…
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CAP 3
Eli era la madre que todo niño merecía. Si ismael tenía hijos alguna vez, querría
que estuvieran tan felices como los de Eli. ismael en alguna ocasión había pensado en
formar su propia familia, pero siempre desechaba la idea con rapidez.
—Eres una gran cocinera, mamá —dijo Nicolas.
—Vaya, gracias —dijo Eli con una sonrisa. Para su hermana no importaba que
Nic fuese producto del primer matrimonio de Caleb. Los niños siempre habían sido
tratados con igualdad y justicia. Al igual que a Caleb nunca le había importado que
su mujer y sus hermanos ni siquiera supieran quiénes eran sus respectivos padres.
En aquella familia eras quien eras, sin importar de dónde vinieras.
—¿Los caballos tienen que comer asquerosas judías verdes, tío ismael? —preguntó
Zoe.
—No, los caballos comen avena y heno. También comen hierba, aunque tienen
que tener cuidado de no comerse las malas hierbas, pues se les enredarían en el
intestino.
Zoe abrió los ojos desmesuradamente.
—¿Y si me pasa a mí eso con las judías verdes?
—No te pasará —respondió Ellie—. Eres una niña, no un caballo. Las niñas
necesitan verduras para hacerse fuertes.
Mientras su hermana ayudaba a fara con la carne, ismael se inclinó hacia delante,
pinchó las judías de Zoe con el tenedor y se las llevó a la boca. La niña se quedó
mirándolo y sonrió.
—Lo he visto —dijo Eli.
Todos se rieron, pero los golpes en la puerta interrumpieron la diversión.
—Iré yo —dijo Ismael poniéndose en pie—. Si es un paciente, vendré a buscarte —
le dijo a Caleb.
Sus zapatos resonaron en el suelo del vestíbulo antes de que abriera la puerta.
—Hola.
La empleada de Ellie, Madison, estaba de pie en el porche cargada con una caja
y un bolso de ropa al hombro. Había otra pila de cosas empaquetadas tras ella. Su
presencia allí un domingo era sorprendente, como lo era el hecho de ver al
predicador tras ella, aún con su traje oscuro y su camisa blanca. Estaba de pie con el
sombrero en la mano.
—Señorita parkinson. Reverendo. Entren.
Madison pasó frente a él y miró hacia el comedor.
—¿Llegamos durante la cena? Tal vez me haya dado demasiada prisa.
ismael se dirigió a tomar el sombrero del predicador, pero el hombre negó con la
cabeza y dijo:
—No voy a quedarme.
—Acabábamos de empezar a cenar. Pueden unirse a nosotros —dijo ismael
señalando hacia la otra habitación.
—Ya hemos cenado —dijo el reverendo parkinson
—Bueno, pues siéntense de todos modos. Veo que la señorita está deseando
hablar con Eli —le quitó la caja de los brazos y la dejó en el suelo al pie de las
escaleras—. ¿De mudanza?
—Sí —contestó ella con ojos brillantes.
Ismael estaba de broma, de modo que su respuesta fue toda una sorpresa.
Madison dejó las bolsas en el suelo y se quitó el sombrero. Los rizos brillantes del
color de la miel cayeron sobre sus hombros. Durante la semana llevaba el pelo
trenzado.
No se había quitado el vestido azul cielo de mangas largas que había llevado mientras
tocaba el órgano en la iglesia aquella mañana. Miró hacia el hombre de cara severa
que esperaba junto a la puerta. Estaba observándolo como un halcón, y Ismael apreció
el sentimiento de protección del reverendo hacia su hija.
—Un mensaje muy inspirador esta mañana, reverendo.
—Gracias, ismael. ¿Qué parte te ha gustado más?
ismael sabía que estaba siendo puesto a prueba para ver si había prestado
atención.
—Me ha gustado lo que ha dicho de perseguir un objetivo con determinación.
—Es muy agradable para un predicador ver a un joven como tú en la iglesia
todos los domingos. Los jóvenes solteros de tu edad no suelen sentirse bien los
domingos por la mañana.
ismael no pudo evitar sonreír ante la alusión hacia los hombres que ocupaban los
salones hasta altas horas de la madrugada.
—Yo no soy un bebedor, señor.
—Admirable —dijo el reverendo—. Por favor, dile al doctor Cristaldi que
requiero un momento de su tiempo.
—Claro.
—Yo me reuniré con los demás en el comedor —dijo Madison .
Ismael asintió y le hizo gestos para que fuera delante de él. Normalmente olía más
a pan y a bebés, no a la suave fragancia floral que flotaba en el aire tras ella en ese
momento, y ismael no supo exactamente por qué esa diferencia le resultaba inquietante.
Madison le hacía a Eli la vida más fácil, y cualquier cosa que hiciera feliz a Eli le
parecía bien.
ismael llegó a la puerta, pero se detuvo como si no estuviese segura de si
sería bienvenida.
—Madison está aquí —anunció él colocándose a su lado.
La imagen de los Cristaldi sentados a la mesa hizo que Madison se sintiese como
una extraña durante unos segundos, hasta que se recordó a sí misma que estaba allí
para unirse a ellos. Todos se giraron para mirarla y la recibieron con sonrisas.
Zoe saltó de su silla y Madison se arrodilló para darle un abrazo.
—El pastor parkinson quiere hablar contigo —le dijo ismael a Caleb.
Madison levantó la vista y vio que Caleb y Eli intercambiaban una mirada.
Caleb dejó su servilleta y se puso en pie.
—Disculpen
—El tío ismael se ha comido mis judías verdes —le susurró Zoe al oído.
Madison miró a Benjamin. que esperaba con la silla para que ella se sentara. Le
dio un abrazo a Zoe y se puso en pie para sentarse.
—¿ismael, le traes un plato a madison? —preguntó Eli.
—He comido algo en casa de mi padre
—. Aunque puedo ir yo por un plato. No estoy de
visita.
—No, no lo estás. Quédate sentada de todas formas —insistió Eli, y le dirigió
una mirada a ismael.
Él se dirigió a la cocina y regresó con un plato y unos cubiertos. Madison nunca
había tenido a un hombre atendiéndola de aquella manera, y observó sus dedos
largos mientras colocaba el plato frente a ella.
—¿Dónde están las servilletas? —preguntó ismael
Estaba más cerca de ella de lo que jamás había estado ningún otro hombre,
exceptuando a su padre y a sus hermanos, y su cercanía la ponía nerviosa. Sin
pensar, Madison señaló hacia el armario.
—En el segundo cajón —dijo.
ismael sacó una y se la entregó.
—Gracias —contestó Madison, mientras él regresaba a su asiento al otro lado
de la mesa.
—madison va a vivir aquí —anunció Eli.
tendrás
responsabilidades mínimas durante el fin de semana. Necesitas tiempo para ti y tus
propios intereses. Ver a las amigas y cosas así.
—Sí —respondió Madison mientras se servía pequeñas porciones de comida de
los platos que Ismael y Eli le ofrecían. Agarró el tenedor mientras la
conversación fluía a su alrededor. Había comido muchas veces con esa familia en los
dos años anteriores, y nunca dejaba de admirar su atmósfera relajada y su
conversación fácil. En casa de su padre, sus hermanos y ella siempre habían tenido
que sentarse rectos y en silencio.
—He comprado un piano para la sala —anunció Eli—. Llegará la semana que
viene.
—¿Quién toca el piano? —preguntó Leonardo.
—¡La tía Patricia toca el piano en casa de la abuela! —contestó Zoe.
—Ustedes tocaran cuando hayán tomado clases —les dijo Eli.
—Yo no quiero tocar el piano —declaró Nic con el ceño fruncido.
—Desde luego, no voy a obligarte —dijo Eli limpiándose la boca con la
servilleta—. Pero te pido que lo intentes antes de decir que no.
Durante la ausencia temporal de su padre, Nic miró a ismael como si fuera
a recibir alguna ayuda del único hombre de la mesa.
Madison no pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría el guapo hermano de
Eli.
—Si lo intentas y no te gusta —dijo Ismael sin dudar—, o no se te da bien, no
es ninguna vergüenza decidir que no es para ti.
—Apuesto a que es difícil —dijo — antoni. ¿Es difícil, señorita madi?
ismael miró a Madison. Sus ojos eran de un azul penetrante, y su intensidad
hizo que sintiera un vuelco en el estómago.
Tuvo que apartar la mirada y recomponer sus ideas para responder a la
pregunta de Antoni.
—No es tan difícil, querido. Aprenderás a leer las notas. Todos son muy listos,
así que no será un problema. Luego aprenderas a poner los dedos y, después de eso,
simplemente requiere mucha práctica.
—Tal vez la señorita madison pueda darnos clases —sugirió Zoe con una
sonrisa esperanzada. —La señorita Madison ya tiene bastantes cosas y no hay necesidad
de añadir más a su lista de tareas —le dijo Ellie a su hija.
—Pero puede tocar para nosotros, ¿verdad? —Si quiere.
—¿Querrá, señorita madison? —preguntó fara—. ¿Tocará para nosotros?
¡Podemos cantar!
—A mí me gusta luna roja . ¿A ti no, mama? —preguntó
Zoe.
—Me temo que ésa no la conozco —dijo madison
.
—¡Entonces camino de estrellas —gritó fara.
esa si la conozco dijo madison.
—a pero yo quería cantar luna roja—dijo Zoe
_ podría aprender a tocar esas
canciones que les gustan dijo madison
—¿Podemos ayudarla a guardar sus vestidos y sus cosas, señorita madison? —
preguntó Zoe cambiando bruscamente de tema.
—La señorita Madison puede guardar sola su ropa —les dijo Elizabeth a las niñas—.
ismael llevará sus cosas arriba. ¿Te quedan muchas cosas por traer?
Madison negó con la cabeza.
—Está todo en el vestíbulo.
Miró a ismael y sus ojos se cruzaron durante un incómodo momento
mientras se preguntaba en qué estaría pensando él. Los Cristaldi no eran ostentosos,
pero tenían muebles buenos y llevaban ropa a la moda. En cambio, sus modestas
posesiones estaban todas guardadas en aquellas pocas cajas y bolsas. Bajó la cabeza y
apartó la mirada. Era un mundo muy grande, y sólo conocía una mínima parte.
Recordó la visita de su padre y trató de captar parte de la conversación de la
otra habitación, pero la casa era grande, y Caleb probablemente lo hubiese llevado a
la sala y hubiese cerrado las puertas. Su padre había accedido a su plan, y Madison
rezó para que no hubiera razón alguna que le hiciera cambiar de opinión. Podía
imaginar lo que pensaría del doctor Cristaldi después de haber visto su lujosa casa.
Habían terminado de cenar para cuando Caleb regresó solo al comedor
FIN.👻